Se han lidiado novillos de los Herederos del Conde de la Maza, bien presentados y de interesante juego. El peor, el sexto, muy complicado. NOVILLEROS: -Martín Núñez, de celeste y oro con cabos negros, vuelta el ruedo tras petición de oreja y vuelta al ruedo tras aviso.-Fernando Labastida, de grana y oro, silencio y silencio. -Jiménez Fortes, de tabaco y oro, silencio tras dos avisos, y silencio. INCIDENCIAS: Un cuarto de plaza.
Martín Núñez ha dado dos vueltas al ruedo esta tarde en la Maestranza, después de mostrase muy valiente y seguro, pese a no torear en la presenta temporada, tras dejar su personal estilo en unas formas donde la expresividad de su toreo ha quedado demostrada. El sevillano le pudo a base de técnica y valor al encastado cuarto, al que toreó muy despacio y acompasado, pero no lo mató. Jiménez Fortes realizó un toreo obsesivo muy cerca de los pitones, mientras que Fernando Labastida dejó patente su escaso oficio y las enormes ganas por agradar.
No sé si es así, pero es la impresión que me da. Sevilla, o su plaza de la Maestranza, está perdiendo sensibilidad. Tal vez porque nunca fue así. El toreo aquí es otra cosa. Siempre lo fue, y sus toreros también. Hace hoy 17 años, el mismo día, en la misma tarde y con utreros de la misma ganadería moría en esta plaza un torero sevillano. A Ramón Soto Vargas le partió el corazón un novillo condeso. Hoy, ni el protocolario minuto de silencio. ¿Por qué? Con especial predisposición comenzó Martín Núñez la faena al cuarto, sin acabar de conseguir después su ansiado triunfo por culpa de un descabello. Y aún así fue notable el interés que despertó con su valor y su toreo tras pasar toda una temporada sin vestirse de torero. El sevillano aprovechó bien su aprendida técnica para transformarla en sutiles pases hasta dotar la faena de un enfoque sorpresivo, sin aposturas, trascendente y reforzado con la emoción que provoca en la gente un toreo tan peculiar como anhelado. Se trató de un toreo inspirado, original quizá más en los detalles que en el planteamiento general del trasteo, y que se vio con sumo deleite. Óptimas formas de quien busca como principal objetivo hacerse un sitio en lo alto de su escalafón. Con instinto de superación, y puede ser que con desesperación, Martín Núñez se enfrentó al manso y complicado, aunque noble animal, con las armas del valor y la ambición, y muy asentado fue metiendo en el engaño las embestidas, a su aire, del novillo condeso hasta conseguir un trasteo lleno de matices, en el que el valor y el concepto artístico de su formas quedaron demostradas por los hondos naturales y los sensacionales pases de pecho. Su habilidad expresiva se dejó notar con un toreo templado, despacioso, acompasado, e hilvanado de forma extraordinaria con el obligado de pecho. Una faena en la que Martín Núñez confirmó la finura en la formas de un torero injustamente en el paro. La precipitación con el descabello le privó de una justa oreja. Parecidas circunstancias ocurrieron para que el gitano torero de Sevilla paseara el ruedo sin el apéndice del noble y flojo primero. Martín Núñez lo toreó de capa a la verónica con verdadero estilo y muy auténtico, para recrearse después en un toreo a derecha de lento trazo, bien ligado, y en el que los despaciosos pases de pecho fueron monumentos al toreo. El ayudado, el natural y, otra vez, el sensacional de pecho fueron epílogo a una notable faena a la que sólo le sobró dos descabellos. Jiménez Fortes tiene la virtud del valor y también una enorme obsesión por permanecer muy cerca de los pitones de sus oponentes. Así se mostró el también debutante malagueño con su dos novillos. Al noble tercero, un animal con un aprovechable pitón derecho, lo quitó muy despacio a la verónica, para prologar faena con igual característica en la lentitud del pase diestro. El trasteo trascurrió desigual e intermitente hasta que Jiménez Fortes acortó demasiado pronto las distancias, se metió entre los pitones, y aprovechó con circulares las nobles embestidas de un novillo con el que no terminó de acoplarse. Un arrimón de órdago puso fin a una faena que no supo certificar con los aceros. Le urge al valiente malagueño aprender la técnica de la espada. Es un pésimo matador. Al sexto, el peor y más complicado de la interesante novillada de los Herederos del Conde de la Maza, no le pudo sacar un pase limpio. Volvió a pisar terrenos comprometidos en un afán de remontar su tarde, paro las dificultades del utrero le hicieron desistir. Pinchó antes que cobrar la estocada y todo quedó en silencio. A Fernando Labastida se le notó su bisoñez. El escaso oficio no le permitió doblegar las bruscas embestidas del encastado segundo. Puso de manifiesto todas sus ganas sin que los deshilvanados muletazos alcanzaran altura. No mató bien ni a este ni al soso quinto, un animal sin clase en sus embestidas con el que el debutante mexicano sólo pudo demostrar su voluntad por agradar
Martín Núñez ha dado dos vueltas al ruedo esta tarde en la Maestranza, después de mostrase muy valiente y seguro, pese a no torear en la presenta temporada, tras dejar su personal estilo en unas formas donde la expresividad de su toreo ha quedado demostrada. El sevillano le pudo a base de técnica y valor al encastado cuarto, al que toreó muy despacio y acompasado, pero no lo mató. Jiménez Fortes realizó un toreo obsesivo muy cerca de los pitones, mientras que Fernando Labastida dejó patente su escaso oficio y las enormes ganas por agradar.
No sé si es así, pero es la impresión que me da. Sevilla, o su plaza de la Maestranza, está perdiendo sensibilidad. Tal vez porque nunca fue así. El toreo aquí es otra cosa. Siempre lo fue, y sus toreros también. Hace hoy 17 años, el mismo día, en la misma tarde y con utreros de la misma ganadería moría en esta plaza un torero sevillano. A Ramón Soto Vargas le partió el corazón un novillo condeso. Hoy, ni el protocolario minuto de silencio. ¿Por qué? Con especial predisposición comenzó Martín Núñez la faena al cuarto, sin acabar de conseguir después su ansiado triunfo por culpa de un descabello. Y aún así fue notable el interés que despertó con su valor y su toreo tras pasar toda una temporada sin vestirse de torero. El sevillano aprovechó bien su aprendida técnica para transformarla en sutiles pases hasta dotar la faena de un enfoque sorpresivo, sin aposturas, trascendente y reforzado con la emoción que provoca en la gente un toreo tan peculiar como anhelado. Se trató de un toreo inspirado, original quizá más en los detalles que en el planteamiento general del trasteo, y que se vio con sumo deleite. Óptimas formas de quien busca como principal objetivo hacerse un sitio en lo alto de su escalafón. Con instinto de superación, y puede ser que con desesperación, Martín Núñez se enfrentó al manso y complicado, aunque noble animal, con las armas del valor y la ambición, y muy asentado fue metiendo en el engaño las embestidas, a su aire, del novillo condeso hasta conseguir un trasteo lleno de matices, en el que el valor y el concepto artístico de su formas quedaron demostradas por los hondos naturales y los sensacionales pases de pecho. Su habilidad expresiva se dejó notar con un toreo templado, despacioso, acompasado, e hilvanado de forma extraordinaria con el obligado de pecho. Una faena en la que Martín Núñez confirmó la finura en la formas de un torero injustamente en el paro. La precipitación con el descabello le privó de una justa oreja. Parecidas circunstancias ocurrieron para que el gitano torero de Sevilla paseara el ruedo sin el apéndice del noble y flojo primero. Martín Núñez lo toreó de capa a la verónica con verdadero estilo y muy auténtico, para recrearse después en un toreo a derecha de lento trazo, bien ligado, y en el que los despaciosos pases de pecho fueron monumentos al toreo. El ayudado, el natural y, otra vez, el sensacional de pecho fueron epílogo a una notable faena a la que sólo le sobró dos descabellos. Jiménez Fortes tiene la virtud del valor y también una enorme obsesión por permanecer muy cerca de los pitones de sus oponentes. Así se mostró el también debutante malagueño con su dos novillos. Al noble tercero, un animal con un aprovechable pitón derecho, lo quitó muy despacio a la verónica, para prologar faena con igual característica en la lentitud del pase diestro. El trasteo trascurrió desigual e intermitente hasta que Jiménez Fortes acortó demasiado pronto las distancias, se metió entre los pitones, y aprovechó con circulares las nobles embestidas de un novillo con el que no terminó de acoplarse. Un arrimón de órdago puso fin a una faena que no supo certificar con los aceros. Le urge al valiente malagueño aprender la técnica de la espada. Es un pésimo matador. Al sexto, el peor y más complicado de la interesante novillada de los Herederos del Conde de la Maza, no le pudo sacar un pase limpio. Volvió a pisar terrenos comprometidos en un afán de remontar su tarde, paro las dificultades del utrero le hicieron desistir. Pinchó antes que cobrar la estocada y todo quedó en silencio. A Fernando Labastida se le notó su bisoñez. El escaso oficio no le permitió doblegar las bruscas embestidas del encastado segundo. Puso de manifiesto todas sus ganas sin que los deshilvanados muletazos alcanzaran altura. No mató bien ni a este ni al soso quinto, un animal sin clase en sus embestidas con el que el debutante mexicano sólo pudo demostrar su voluntad por agradar
Crónica de Manuel Viera. para Sevilla Taurina
No hay comentarios:
Publicar un comentario