Presentación Anuario Taurino 2009.
Una temporada de toros, una tierra de toros, una fiesta brava donde toros y toreros luchan por emocionar, pelean por un decímetro cuadrado de terrenos de nadie, apostando la vida en el envite, jugando el honor en cada lance, poniendo la historia viva de una raza impura sobre la mesa redonda de los caballeros del temple.
Pueblos de Huelva, la misma capital, gentes que no entienden una feria, una vida a la postre, sin toros, sin esas dos horas de emoción irrepetible, del milagro consuetudinario que permite que el poder de un hombre con una franela, un corazón y una espada domeñe la ancestral bravura del uro ibérico.
Todo en un libro es imposible guardar, cada tarde de toros es una emoción, un millón de sentimientos y detalles y de opiniones. Esta publicación, que con acierto publica la Delegación del Gobierno de la Junta en Huelva desde hace tres años, no es más que el acta notarial de lo que sucedió en la temporada de 2009 en esta tierra de toros.
Menos espectáculos que otros años en nuestra tierra, es verdad que más dignos, más serios en su planteamiento, más oportunos en su convocatoria, mejor organizados en su burocracia, más honrados en sus formas y más toreros en su desarrollo.
Y todo comienza en Febrero donde Aracena quiso enseñar a toda Andalucía que nadie entiende por que uno que fue grande como Ortega no sabe irse, por que Manuel Díaz se queda y porque Fandi tiene la llave de la fuerza taquillera a base de honradez y fiabilidad en el espectáculo.
Fue en Abril cuando en una tierra conquistadora y valiente, que aún presume de plaza nueva y colgó el primer no hay billetes de su corta historia pudimos disfrutar de retazos del señorío decadente de Juan Serrano, de otro paso ambicioso en pos del que a la postre sería triunfo en nuestra provincia del granadino Fandila y de la seriedad secular y dinástica de Doblado que no se deja ganar la batalla y es capaz de aguantar una eternidad de rodillas en la puerta de los miedos. Donde llaman los que quieren ser toreros.
Pasan meses, más de los que nos gustarían como aficionados y como profesionales, y llega en Julio Almonte con su festival de feria, con su idea de plaza nueva, con su portátil en la zona ganadera y allí podemos disfrutar vestido de corto del temple de Espartaco, del sentirse torero de Silvera y de otro chaval rubio de Espartinas de apellido Jiménez y por nombre Javier.
Y nos vamos a El Campillo, donde padecemos la abulia de un clásico Miguel Ángel Delgado y la chispa de un reaparecido Pareja Obregón bajo un atrevido terno mandarina.
Y entonces llegan los toros a una plaza en fiesta de cumpleaños, La Merced se engalana y cuaja unas Colombinas para la historia, las de la vuelta del hijo pródigo Silvera que nada tiene que reivindicar por que cada tarde que dibuja el paseíllo en esta su plaza vuelve a dejarnos el corazón entregado y la mente pensando donde esta el límite de este torero tierra, de este hombre de los cabezos. Las del refrendo de un Miguel Ángel Perera que se hace más de Huelva que nunca a base de quietud y sentimiento, las del rabo de Ventura, las Colombinas de los seis toros con orejas de Cuvillo, las del adiós de ese buen aficionado que estuvo en la presidencia seis años, Domingo Prieto, la ocasión de la llegada a Huelva de la romería tomista, en busca del Santo Grial de la valentía, del arcano del quedarse quieto, de la alquimia de pasárselo por donde no cabe, de la imposibilidad aquiliana de torear más lento, de mecer más alante el capote para llevarlo más tiempo embarcado, de juntar en una plaza de toros diez mil en las gradas, diez mil en los sueños embusteros y un millón en las ganas de haber estado.
Y Valverde, con los nombres de toros de romance en sus carteles, la corrida partida entre los Santa Coloma de antes y de después del cruce con los Saltillo, Cuadris y Adolfos en una alternativa dolorosa de quien quiere ser torero a costa de su fémur, los toros guapos que fueron del rey y de aquel Colón, Duque de Veragua, marcados con el hierro de prieto de la Cal, que ya nos parece de más abolengo que la V primitiva, será el cariño. Y un ganadero nuevo, El Chaparral, que ya hay que tener valor para meterse a ganadero con la que está cayendo.
En su feria de Agosto, la guapa plaza porticada de Aracena, que por algo es cabeza de partido, es testigo a instancia de parte, de ambas partes, de la guerra entre Hermoso y Ventura y la batalla la gana el aficionado.
Y Santa Olalla que vive en primera persona y en esa plaza enclavada en el corazón del pueblo, la revolución fandista, el clasicismo indolente del Fino y las ganas de ser torero de Doblado ante un potable encierro de Juan Albarrán.
Y la eclosión tardo estival de Zalamea que presume de plaza de “los Arrepentíos” con seis toros, seis, de Peñajara, con presencia, guapos y bravos y tres toreros, tres, en el ruedo, un correoso Ferrera, un campero Capea y una nueva esperanza nazarena.
Y Zufre que se reinaugura en piedra y ley, con “su torero” Luis Vilches en el cartel y un pueblo que recuerda por donde se va a los toros.
Y Ayamonte que hace torero a un chaval del pueblo de al lado por las Angustias.
En Higuera la cita es ineludible hace cuarenta años, un festival de penas y fe, donde hay quien dice que no estuvo el Padre Girón, ¡¡ignorantes!! ¿Como se iba a perder el cura bueno una tarde en que Ojeda volvió a decir que Ojeda sólo hay uno y fue grande, donde había un Litri enrazado y un gustoso Pepe Luis y un templado Espartaco? No, ese día hubo angelitos toreando entre las nubes de barrera.
Y Gibraleón que vuelve a donde nunca debió irse y da toros de Acosta para rejones donde vemos a Leonardo y Noelia Mota por su feria de mosto y tratos.
Trigueros se consolida con su festival de Octubre, donde Víctor Mendes se reencuentra con Huelva y con un toro soso de Peñajara y con el significado que debería aparecer en el Cossío de director de lidia, y Antonio José Blanco se encuentra con un Cuadri antiguo cargado de toda la mala sangre que no tiene la familia ganadera y uno de Millares se encuentra al mejor Víctor Puerto de la tauromaquia del siglo XXI.
Y Paterna del Campo, que da uso a su placita para ayudar a uno de los suyos y encuentra a seis ganaderos generosos y a seis toreros que en torero deciden torear gratis y unas cuadrillas que hacen lo propio, para decir en Diciembre que esta Huelva nuestra es tierra de toros bravos, de toreros cabales, de aficionados rancios y de fiesta brava.
Y Huelva que se fue a los toros, que vive en torera y que sueña en tardes de toros, no sólo las de este 2010 que ya encaramos, sino con todas las que han hecho de esta tierra una tierra de toros. Ni verdades ni mentiras, TOROS, TOROS, TOROS. Entiendo que no lo entiendan, comprendo que no lo amen, acepto que no lo sientan, pero entiendan y comprendan y acepten que hay en esta vieja tierra tan tartésica como fenicia, tan mora como romana, una forma añeja de amar al toro que se llama fiesta, que se siente brava y que se muestra pura.
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