MOSTERÍN NO CHISTA
Ha pasado más de un mes y el guante no ha sido recogido. El día 16 del pasado agosto lanzaba yo mi “Reto a Mosterín” a través de los medios de comunicación que quisieron hacerse eco del mismo –antitaurinos incluidos– y, a pesar de habérselo hecho llegar al filósofo personalmente –primero, por medio de la directora del Instituto de Filosofía del CSIC, donde trabaja, y, luego, a su propia dirección de correo electrónico–, a pesar de que compañeros de Burladero.com hicieron gestiones al respecto en el gabinete de Prensa del CSIC para que el profesor Jesús Mosterín se pusiese en contacto con ellos, no ha sido éste capaz de dar la cara. Tan bocazas en otras ocasiones, esta vez ha optado por dar la callada por respuesta.
“Es lógico”, pensarán ustedes. Tampoco yo esperaba otra cosa, pero de esa “lógica” se derivan unas consecuencias que hemos de señalar y preservar debidamente del olvido.
Cuando alguien sostiene unos argumentos que contradicen lo comúnmente aceptado, tiene la obligación de demostrarlos. Si no lo hace –máxime, después de habérselo exigido–, cae bajo sospecha de fraude: no sólo porque da la impresión de no creer en lo que dice, sino porque, con toda probabilidad, está haciendo un uso malintencionado de su argumentación con el propósito de engañar a los cándidos incautos que lo tengan como fuente de autoridad.
El señor Mosterín se ha atrevido a sostener reiteradamente lo que ninguna de las tesis abolicionistas que han acompañado al toreo a lo largo de su historia habían osado nunca: que el toro de lidia es un animal inofensivo y que la práctica del toreo entraña un riesgo mínimo. Es más, ha dicho a todo el que ha querido escucharlo, que la lidia es un falso combate porque “dos no pelean si uno no quiere, y el toro nunca quiere pelear”, e incluso se ha permitido el desahogo de afirmar que el peligro más grande que el toro entraña para el torero es el de las banderillas que lleva clavadas.
Al señor Mosterín le retaba yo, no a demostrar su valor poniéndose delante de un toro, como han interpretado algunos de los ilustrados antitaurinos que me retaban a su vez a ¿torear? un búfalo o un rinoceronte, sino a demostrar empíricamente sus disparatadas afirmaciones. Sin embargo, no ha querido recoger el guante. Y no ha querido hacerlo porque jamás creyó en sus descabelladas necedades; porque las utilizó a sabiendas de que actuaba como un EMBAUCADOR y un EMBUSTERO.
A tenor de lo dicho –y tal es el objeto de este comunicado– ruego a cuantos ejercéis la información que, si en lo sucesivo os tropezáis con el profesor Mosterín u os llegan noticias de que éste o cualquiera de sus correligionarios persiste en utilizar los mismos argumentos en contra de la Fiesta, salgáis al paso de tales despropósitos recordándole el “reto” que no quiso aceptar.
Como os decía en aquella ocasión, a los taurófilos nos ha llegado la hora de pasar a la ofensiva no dejando ni una mentira sin contestar ni una falacia sin rebatir. Y en eso estamos.
Muchas gracias a todos.
Santi Ortiz
Sanlúcar de Barrameda, 20 de septiembre de 2010
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