martes, 28 de septiembre de 2010

El rito del herradero de machos en Comeuñas.



Cuadri: La pureza del toro como religión, su manejo como rito.
La religión del cuadrismo tiene en esta ceremonia del herradero su rito iniciático por naturaleza.  Ofician los sumos sacerdotes, acólitos, monaguillos y hasta beatos de esta fe que acuden fieles a la Meca del toro bravo. Debía hacerse obligatorio presenciar el rito al menos una vez en la vida, al estilo musulmán, para poder llamarse aficionado.
Cuadri hierra los toros que se lidiaran en el 2014 con el hierro de la H
Fotos Gilberto, Antonio la o Y las malas de el menda

Me trae el herradero el recuerdo de mi más subliminar infancia en “Los Romeros” de Brozas, clavados tengo en el alma más infantil el olor del pelo quemado, las voces quedas con ordenes precisas, la fuerza diestra de los hombres de campo, la seriedad estoica de los mayorales, el imponente espíritu de mis mayores, ganaderos y hombre de campos, más serios que un chopo, más firmes que una encina, más sabios que un profeta. Los sentidos se me tornan rancios y agudos hasta el dolor con aquellas sensaciones. Mañanas extremeñas de fríos, rudas y entrañables pellizas de pastor, entre dos luces, el café de puchero en la cocina de leña, la lumbre del trashoguero reciente…. Olores a pelo quemado, sabores a anginas en la candela, colores vivos de hierros candentes “nunca al rojo que se raja el pellejo” y el tacto infantil de mis manos entre las manos rugosas de los hombres del campo, el tacto suave del rabo del becerro, “agarra ahí, Javielito, que es donde hacen más fuerzas”, el tacto ardiente de la peligrosa y áspera soga de amarrar a la encina.

Gusto, olfato, vista y tacto, pero de todas las sensaciones del herradero, los sonidos los tengo clavados en el alma, los sonidos de la noche de vísperas, las viejas historias al pie de la chimenea, los ruidos metálicos de los viejos trastos de herrar, y luego, en el silencio sagrado de la noche, el berreo hondo de los chotos desahijados en el cercado, el grito de su pena, su hambre y su miedo. Y más lejos, el cansino sonido de las madres berreando su madura y reiterada impotencia en el campo abierto. Esa noche de preparos, de sueño incómodo, de vigilia desconfiada “no me vayan a dejar en la cama”, de sueños despiertos y realidades oníricas son mi infancia.

Aquellos eran tentaderos extremeños, de mansas, de morucho, de todas formas no os extrañe alguna lágrima al verme entrar en la mañana setembrina por el camino de Comeuñas, isla brava donde la familia Cuadri atesora la pureza de las formas, si me tiembla la memoria tribal al barruntar el mugido lastimero de la piara de machos apartados de sus madres. Es la forma de mojar estos recuerdos a flor de piel en mis sentidos y en el asiento trasero del coche mi hijo Manuel de apenas siete años, que, como la España moderna, ha perdido el sentido rural de sus ancestros.
Herradero
La religión del cuadrismo tiene en esta ceremonia del herradero su rito iniciático por naturaleza, los sumos sacerdotes, acólitos, monaguillos y hasta beatos de esta fe que acuden fieles a esta Meca del toro bravo. Debía hacerse obligatorio presenciar el rito al menos una vez en la vida, al estilo musulmán, para poder llamarse aficionado.
La fiesta ritual y sencilla del bautizo de la bravura se siente en los alrededores del asolerado cortijo desde muy temprano, tras el atardecer dehaijando y la noche musicada con la lastimera sinfonía de la separación de madres e hijos, la mañana solitaria de estas gentes se ha visto interrumpida por la llegada de una variopinta fauna taurina. Además de mayorales y vaqueros, Jou, Gaspar, Melli…, se asoman los que han sido avisados para venir a ayudar, a tirar becerros, a encender candela, gentes que saben no dudar, no dar quiebros ni alimentar vicios en el ganado, gentes de la casa.

Otro grupo de gentes del entorno, gentes que desde hace sesenta años han estado alrededor de la casa Cuadri, los hijos y los nietos de los que se arrimaron en esos primeros tentaderos de Don Celestino. Luego la plana mayor de la casa, Fernando, Juan, Luis, Tino, Fernando, Antonio Abad. Además, desocupados que se percatan del asunto por la vieja técnica del macutazo y acuden en busca de un soplo de pureza campera. Por supuesto, la veterinaria, Inma, con su carpetón de papeles y formularios, incluso los guardias en su reluciente Patrol. Si a esto sumamos gentes que venimos a contarlo, la romería está completa.


Labor artesana

Como artesano del toro, versus a crianza del toro como industria del toro en serie y a granel, se define el ganadero onubense Gerardo Ortega. Le robamos la definición por que un artesano del toro es sin duda su paisano Cuadri. Y la artesanía comienza sin más demora ni enredo que un “buenos días” y algún chascarrillo irónico nacido de la retranca campera de Escobar. En torno a las nueve se echa mano a la tarea.
Las formas son antiguas, las gentes son las mismas de siempre, en esta casa sin quads, ni fundas, ni inventos, se sigue herrando “a dolor”, como dice en acertada definición el experto filólogo que es Gaspar. Para poder realizar esta faena de la forma tradicional hacen falta vaqueros de mil soles en el cuello cuarteado, caliqueño impenitente y zahones de tela, mayorales de voces secas, gentes del campo, hombres del toro, una familia especial y ganas de hacerlo, las que sobran en Cuadri y los que los rodean.

Al tajo

El procedimiento es sencillo y antiguo, los becerros, encerrados la noche anterior gracias a los caballos y los bueyes, son corraleados hasta llegar al corral que hace puerta, allí y desde el muro se empiolan con habilidad y firmeza por una pata y ¡al suelo con ellos! Ahí es el momento en que los hombres deben conjugar habilidad y valentía co fuerza y experiencia para tumbar al becerro sin producirle ni producirse daños. Luego que la fuerza brava está dominada, se comprueba y se canta el crotal, injertado en la oreja de los mamones en el campo a las pocas horas de haber nacido.
La veterinaria certifica y cuadra nombre, crotal y pelo.
Se sigue con las tradicionales señales de oreja a navaja, en Cuadri rabisaco en la derecha, despuntada la izquierda que realiza metódicamente en mayoral


Como en cualquier ceremonia ritual y mágica aparece el ancestral rito del fuego de la cultura mediterránea,
los becerros son marcados a fuego, antiguas reminiscencias, como las señales de oreja, de las grandes dehesas con ganados de varios amos o sin cerramiento.

Lo hierros a fuego, en el ganado bravo español casi siempre en el costado derecho, son la U en el anca, que acredita la pertenencia de la ganadería a la Unión de Criadores de Toros de Lidia, la más antigua y señera organización de ganaderos de lidia del campo bravo, arriba en el mismo anca la H, emblemática y onubense letra que marca carácter en la dehesa y las plazas de más tronío. En la paletilla, desde el año 69 por reivindicación propiciada por el onubense Alfonso Navalón, se marcan con el último guarismo del año, en este caso el cero, que indica el nacimiento del becerro en el año ganadero 2010 y por último en el costillar el número que la cadencia numérica ha asignado al añojo, del 1 a los 45 que se marcaron este año. Las hembras se hierran consecutivamente con independencia del año de nacimiento sustituyendo las bajas, el ganado femenino de esta casa es raro que superen el número 300.

Todo es sincronizado en cuadrillas perfectas, dos que abren y cogen al choto, dos que manejan los hierros calientes, y atienden el fuego, Fernando e Inma que apuntan y comprueban en sus notas, Escobar que hace la señal de oreja y la veterinaria que se desdobla y aprovecha el manejo para desparasitar y vacunar a los becerros. Tarea finalizada.

Los toros del mañana
Luego se les da suelta. Desde hoy los machos y las hembras separan su destino. En esta presentación en sociedad, auténtico primer día de “cole” de los becerros los hay talludos y endebles, hasta ocho meses de diferencia, cada cual con un destino misterioso que nadie conoce y alguno se atreve a augurar “ese meleno de los zapateros es de Madrid, es un pavo” y su historia que el mayoral conoce desde antes de nacer, “mira que desgraciaito, el 4 va a ser, lo creí muerto aquella mañana de agua y viento y luego mira, los cojones que echa”
“Y el hijo de la Tejedora, dando lata, le viene de reata, como su hermano que lidiamos en Sevilla y dio más faena que un desertor” la mañana transcurre y pasan por el fielato de la pila bautismal el hijo de la Pleamar y el de la Sargenta y el nieto de la Pesadora y el ahijado de la Aradora y el de la “Mendiga” con su particular fábula, su universal casta y su carga de sueños de casta y bravura que se disparará en cuatro años.
Sin prisas, sin pausas, el calor aprieta a partir de mediodía, hoy se trabaja por tarea, cuando se hierren los 45 hijos del 2010, se almorzará campero y a juir que viene la guardia.
La labor es ingrata, las posturas pesan, el calor se viene en ese 8 de septiembre y se van vaciando los corrales, a medida que los laterales diestros de los futuros toros se adornan con letras que son leyenda y números que son boletos de lotería, ¿A quien le tocará defender en Las Ventas el orgullo de la H que amasa una forma de criar toros bravos y de ser personas de bien? ¿Como saldrá ese 13 que siempre ha dado bueno en la casa? ¿Y el hijo de la Aviadora, el 18, hará el avión en La Maestranza?

¿Adios a una forma de ser ganadero?
La labor finaliza, misión cumplida, el campo bravo se perpetúa en si mismo, Cuadri mantiene las formas porque ama el fondo de verdad y pureza que ha heredado y quiere transmitir. La comida en grupoes un placer, descanso del jornalero, para las visitas un agasajo, la conversación es una enciclopedia, recuerden a quien tienen que arrimarse en estos saraos. La amplia mesa une ante la aristocrática caldereta preludiada de sardinas a los currantes, los mirones, el ambiente Cuadri y a tres generaciones de ganaderos, ¿Tres? Pregunta quien conoce el encaste. Si tres generaciones, todos percibimos, sentado en un amplio sillón a don Celestino,
que observa orgulloso los últimos retazos de una forma de ser ganadero que supo inculcar a los suyos.
Todo acaba con una tarta, por que el rito es una fiesta, una fiesta seria, pero alegre y esperanzadora.
Salimos por el cercado que remata los toros que se lidiaran en Zaragoza en apenas un mes. Volvemos la vista a los becerros que deben tomar el testigo de mandones de la dehesa.
Las impresiones del día son bárbaras, sabemos que hemos estado en un lar de pureza brava y ganadera, de quizá no mucho recorrido temporal.
Mi hijo pequeño nunca olvidará, me encargo yo que ha estado presente en una labor secular, sobre todo porque se dedicó, junto a otros zagalones, a colocar bien el almiar de paja situado al sur de la casa, José Escobar siempre lo agradecerá,
como mi Manuel recordará un tiempo los picores de las pulgas de Cuadri, bravas y encastadas, como los toros de la H.

1 comentario:

lesaqueño dijo...

me hubiese encantado herrar con la h.
En esa finca todo es autentico.
Que gozada.

Saludos Fernando, no bajes la guardia

Haciendo hilo

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