martes, 17 de marzo de 2009

Entre el surrealismo y la vergüenza (no torera)

Firma mi "jefe de filas" Rafael Cabrera en Cope.es sobre lo de esta tarde en el coso de la Calle Xativa esta joya, esto es tener criterio, opinión y expresarlo de forma contudente.Torear es otra cosa, no la estupidez y la falta de respeto al toro que hemos podido contemplar esta tarde. Torear es comprometerse éticamente con el arte, con la fiesta, asumiendo el riesgo que comporta un anima, tratándolo con el respeto debido y no como a un clown del circo que sirve para que montemos el numerito y la gente se ría. Torear es comprometerse también con la técnica y el gusto artístico, no burlar éste sobre la base de unos recursos –cuando existen- buscados para hurtar la autenticidad y el riesgo. Torear no es dar cabezazos al toro, ni agarrarse al lomo, cuando ya han pasado los pitones, con la muleta por delante en circulares impúdicos. Torear no es dar saltos ni giros en la cara del toro –especialmente cuando agotado ya no embiste apenas- sino quedarse quieto y lancearlo llevándolo por donde no quiere ir, pasándose los pitones por la faja –y no por Pekín-, por mucho que aquellos sean jaleados hasta la estulticia. Este espectáculo bufo que hemos podido ver hoy en el coso de la calle Játiva, en nada se parece a las faenas meritorias de Pinar, del Juli, Ponce o Tomás; ni siquiera al toreo serio y profundo de José Calvo o Ángel de la Rosa. Es una auténtica vergüenza que algunos toreen y ocupen tales y tantos festejos, cuando hay toreros de verdad que están penando entre la media docena y alguna corrida de misericordia. La falta de respeto al toro y al toreo que hemos contemplado esta tarde son denigrantes para el festejo, por más que la gente haya jaleado, reído, vitoreado y aplaudido hasta la extenuación a los diestros. Salven de la quema a Jiménez, que al menos lo ha intentado, pero viendo, en el sexto el resultado de sus compañeros, decidió, frente a un animal muy venido a menos, optar por el mismo espectáculo que aquellos, que no por torear, y entre rodillazos, desplantes, gestos al público, brincos y saltos al finalizar las series, acabó, como los mediáticos, cortando una postrera oreja.

El ganado de las tres vacadas de los González Sánchez Dalp ha sido pastueño en general, pero con poco fondo; alguno flojo, como el primero, otro soso y bajo de casta como el segundo, el tercero boyante, el cuarto bueno pero ahogado por el Cordobés hasta venirse a menos, el quinto con juego, y el sexto embestidor pero apagándose rápidamente. Pero con este ganado, que en manos de algunos toreros, de los citados y de muchos más, hubiese dado el juego correspondiente y lucido como debía, hoy ha pasado desapercibido, inédito en buena medida, en definitiva ampliamente desaprovechado. ¡Y que haya tantos toreros a la espera de una oportunidad... qué vergüenza!.

Pasemos rápidamente por lo realizado por los espadas. El primero del Cordobés se llamaba Murquisto, con 553 kilos, negro bragado, meano y axiblanco, delantero y más que sospechoso de astas, manso, flojo pero embestidor. Con el capote fue la cosa entre la vulgaridad y lo lamentable, y con la muleta, siempre colocado fuera de la rectitud, lo llevó en paralelo, a media altura siempre, dando medios pases que cortaba por no saber rematarlos. Pero todo... de una vulgaridad suprema; y la faena, en el sol, como cabía esperar. Hubo saltos del batracio, giros y suciedad por doquier, aunque ligó esos medios pases en más de una ocasión. Un pinchazo con desarme y una entera trasera precedieron a un aviso, y a la petición de oreja que se saldó con silencio al final. El cuarto era Taranto, de 510 kilos, un novillo de hechuras, negro de capa, delantero y manso, pero que embestía y al que terminó de ahogar para que no se viera el juego que tenía, hasta hundirlo en tablas. Después de unos capotazos como para colgar la ropa, con la muleta no hizo nada: todo fueron desplantes, intentos de cabezazos al toro, agarres de lomo, giros, saltos, vulgaridad y “res mes”. Con el toro ya humillado por tamaño trato, se desplantó interpitonariamente, para dar, ya no medios, sino minúsculos pases de muleta en un encimismo trapaceiro. Una estocada entera, caída le consiguió esa oreja de pandereta, o de verbena de gallinazo, churro rancio y vino peleón.

Rivera anduvo otro tanto. ¡Olé por el señor Ministro de Cultura! ¡Ole por el reposo y la profundización en el toreo! Es o bien indignante o bien de una insuficiencia mental francamente deplorable. Su primero se llamaba Costasol, de 540 kilos, negro, ligeramente tocado de unas puntas sospechosas, manso, soso y bajo de casta. Nada con la capa, con la muleta anduvo intentando alejarse al bicho merced a alargar el brazo, metiendo un pico más que exagerado, rubricado todo por la banda de música que hoy sonaba como el toreo: desastrosa. Acabó buscando el aplauso pueblerino con todo tipo de vulgaridades y matando al toro de una estocada caída en el rincón de su abuelo. El quinto se llamó Petenero, con 484 kilos –pero con trapío-, berrendo en negro, salpicado, bragado y meano corrido y botinero, tocado de armas, manso y dócil aunque yendo a menos por el trato sufrido. Banderilleó dos veces al cuarteo, pasado, y otra al violín, en la misma posición. Con la muleta se fue derechito a la solanera para realizar un trasteo con el pico, y en plan populachero: agarres dorsales, circulares inversos por donde Moctezuma perdió el reino, alargamientos de brazo, trapazos enganchados, rodillazos por doquier y demás repertorio de vulgaridades. Un bajonazo entero y verdadero, pero muy eficaz y nuevo corte de oreja. ¡Fantástico!.

Jiménez mostró una cara absolutamente inversa a aquellos en su primero: lanceó a la verónica con gusto, quitó por chicuelinas ajustadas, rematadas con larga, y con la muleta –al hilo del pitón- dio algunos buenos pases–un derechazo soberbio al principio, otros dos buenos en la quinta tanda- pero el toro se le vino abajo rápidamente. Se llevó a los medios al toro para rematar una faena desigual, pero con toreo, de una entera caída y tendida, que necesitó un descabello mientras oía un aviso. El toro se apodaba Corpachón, pesaba 511 kilos, era negro salpicado, bragado meano corrido, ojalado y botinero, delantero de armas, manso, pero boyante al principio para hundirse después. Visto lo visto, con el sexto, Bodeguero de nombre (535 kilos, colorado ojo de perdiz, delantero de cuerna, manso, embestidor pero a menos), optó por imitar a sus compañeros tras de que nadie le hiciera caso en sus primeros muletazos. Empezó con dos pases cambiados por la espalda –bien aplaudidos-, y luego intentó tirar de él con ortodoxia, al hilo, pero al venirse el bicho a menos fue pasándolo de uno en uno, acortando la longitud del pase, y viendo como nadie le hacía caso... brincos, desplantes, rodillazos, molinete genuflexo, miradas y gestos a la galería, manoletinas finales y nuevo rodillazo. Y esto, ¡oh sorpresa!, cuando antes no le hicieran caso, le conseguirían las ovaciones apetecidas. Un aviso y una entera delantera, caída y perpendicular -¡que más da!- y la esperada oreja que igualaba las fuerzas en un espectáculo en el que el toreo y el toro fueron denigrados y humillados con el beneplácito y el jolgorio popular.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El unico o cuanto menos el mejor periodista taurino y que duda cabe que el unico no maleado asi como mas comprometido.
Jesus Cobo

Domingo dijo...

Supremo, que lástima que ya no podamos leer habitualmente crónicas de ésta índole. Pero que necesario es de vez en cuando, sobre todo en ferias de primera, que algún especialista alze la voz fuerte y clara, tanto para contar los verdaderos triunfos como para denunciar la situación privilegiada sin fundamentos de otros.

Un saludo.

Haciendo hilo

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...