
El novillero madrileño cortó una oreja del quinto y de no haber fallado con la espada para rematar sus dos faenas se habría ido por la Puerta Grande con, por lo menos, tres orejas. Gómez del Pilar tuvo la rabia y el descaro de un novillero y, además, el aplomo de un matador para llevar enganchados a sus dos novillos en tandas por los dos pitones que estarán, seguro, entre lo mejor de la feria. Se lució con el capote y recibió a sus dos novillos a porta gayola.

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