Leyendo a Andrés Amoros en ABC el gran lietaro corrobora una frase que se me viene a la mente y que mi tío Ricardo fue capaz de oir, hace imagino sesesnta años en Madrid. Salían de un café (enonces eran cafés) de tomar un vermout (entonces se gastaba vermout) cunado un paisano se acercó al madrileño de Vaciamadrid (que pueblo tan taurino) y le espetó
Marcial, eres el más grande.
El torero se le quedo mirando y al comprobar su edad le dijo
Usted no vío torear a un gitano de Gelves, Joselito fue el más grande
Recordando a Marcial Lalanda
Copiamos cuatro párrafos de Amorós que muchos firmarian
Se cumplen hoy veinte años de la muerte del «más grande», maestro de la lidia y el clasicismo
Para Marcial, el toro era, siempre, el centro de la Fiesta; su evolución es lo que ha causado los cambios en el toreo. En sus últimos años advertía un creciente estilismo, veía que las suertes se habían depurado estéticamente pero echaba de menos lo esencial: el riesgo y las dificultades que plantea la lidia de un toro auténtico.Era inteligente, un castellano serio, educado, exigente, de trato exquisito.
Cuando publicamos el libro de su «Tauromaquia», viajamos juntos a muchas ciudades. Siempre, eso sí, en tren. (No le gustaba el avión). En los viajes, no parábamos de hablar: de toros, claro, el mundo que seguía apasionándole. Una vez, me dijo: «Ya le hemos dado una vuelta a todos los matadores importantes de la historia. Repasemos ahora a los banderilleros y picadores...» Hablar de eso, nunca le cansaba.
Una tarde, en Las Ventas, vio cómo el público enloquecía por un diestro de la línea que él llamaba estilista. A la salida, alguien le dijo: «Ha sido increíble, ¿verdad?» No advirtió la ironía de su respuesta: «Desde luego: increíble».
Su opinión era tajante: «Sobre las bases del toro auténtico y el toreo clásico nuestra Fiesta no puede morir, por su belleza inigualable». Dios le oiga.
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