Y liego empezó el rock%roll. David Martín vino A Sevilla a triunfar y triunfó. Dos portagayolas, toreo variado de capa, respuesta en los quites, inicios de faenas siempre sorprendentes, arrucinas, cambiados, y toreo bueno. No le importó que sus dos novillos fueran duros, no humillaran y se acrodasen de las tablas a cada segundo. Al cuarto le arrancó la oreja delante de sus muchos paisanos en la puerta de toriles a base de fe. Ni los meneos que le propinaron ambos erales, ni sus huidas ni las dificultad para cuadrarlos y la mala ejecución de la suerte suprema fueron óbice para un triunfo incontestable.
Silvera quiso torear como marcan lo cánones de capa, se le vio dispuesto y templado en ambos primeros tercios. Luego comenzó por doblones, como si el mirón de González, que se vencía, manseaba sin recato y llevaba la cara por encima de la Torre del Oro, fuera bueno y al darle las ventajas al eral se llevó dos cates de los que hacen daño. La única virtud es que se movía, descompuesto y mirando Lo pone todo y el burel no deja de cantar que es manso, peligroso. El quinto, que brindó a su madre, dejó escrita su condición de salida. Apretó a la cuadrilla en banderillas, el torero estructuró una faena, lo cual ya es merito, basada en quedarse quieto y en querer ligar. Series con importancia y un trasteo largo, con tres tarantantanes de miedo rematada de un espadazo que tumba al eral. Faena de hombre, petición de oreja de ley e injusticia de truhán desde la presidencia.
El luso pacense Juanito recibió a su primero de rodillas, el eral salió al paso y le dio fuerte y flojo, emplazado, con más teclas que un piano, faena intensa con dos series de mucho peso, Se rajó el burel y le costó dos intentos meter la espada. El sexto fue otro mal eral y la faena no remontó nunca. Le faltó emoción y ligazón. Tardó en matar. Nada pasó
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