Media plaza ( lo de ayer menos los quinientos partidarios del gitano de Camas) siete toros de Dolores Aguirre, desiguales, mansos, sin casta, duros, rajados y venenosos
Antonio Barrera de caquita de niño chico y oro con remates en negro, Salvador Cortés de blanco y oro y Alberto Aguilar de nazareno y oro con adornos cinco silencios como cinco losas y aplausos a Barrera en su segundo
Ni un pase, la corrida no tuvo ni un pase, la terna no lo vio en toda la tarde, el público tampoco, el presidente se lució cuando dejo al malogrado segundo sobre el albero tras cantar su descoordinación e invalidez. Para que nadie nos tache de exagerados reconocemos que el cuarto de la tarde regaló una tanda por la derecha a Barrera, entre un faena larga plagada de embestidas abiertas, escupiéndose hacia afuera, tornillazos, rebrinques y otras gracietas.
Al primero de Cortés, invalido, quizá lesionado durante la lidia, lo mantuvieron en la plaza la propia actitud a favor del torero que algo le vio y la inoperancia, agarrándose al reglamento, del presidente que no se atrevió a sacar el pañuelo verde. El quinto, brgao y meano, parece imposible, fue peor, el torero de la ganadera vasca vino a Sevilla a dormir la siesta, hasta tres cabezaditas se pego el buen mozo antes de quedarse trasvelado definitivamente y decidir morirse de aburrimiento, él que había matado de semejante mal a los pobres espectadores.
Alberto Aguilar no tuvo posibilidades con el tercero, bronco, mirón reponiendo, manso, calamochón e incierto, un regalito.´
Al sexto que salió como sobrero, bastante hizo con poder matarlo antes de que el pendenciero de Aguirre lo matará a él, tobillero, acudiendo, al bulto y tardón.
¿Que si disfrutamos? Si con los amigos en El Taquilla , vaya petardo del torismo miltante.Por cierto cuento cuatro avisos, lo malo si largo, dos veces peor
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