No pudo ser, por esa puta ley de Murphy aplicada a las cuadras que explica que el desertor no sufre ningún mal aunque se caiga de un campanario y al caballo bueno le pasa de todo. Manzanres ya descansa y andará por las marismas terenas pegando quiebros y piruetas en la cara del los toros celestiales.
Esta noche ha muerto, Diego sigue en la brecha, pero en su cuadra y en su corazón siempre quedará un hueco para un cabalo de alma torera.
Descanse en paz
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