miércoles, 16 de junio de 2010

Ni el mejor, ni el más puro, Juli es imprescindible, a pesar de las vuvuzelas venteñas

"Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles". 
Lo dijo Bertolt Brecht, no se si antes o después de oir las vuvuzelas en Las Ventas el pasado sábado, y es la única verdad del cuento. Aparte de tonterias de fotos trucadas en su objetividad, del Julipie, del colocate, del pico y de otras martingalas que repiten, cuando se quitan la trompa sonora de la boca, los veinte indocumentados que rellenan Las Ventas, como se llenan los estadios de Surafrica de seudoaficionados que jalean más una chilena en el medio del campo que una jugada bien trenzada de area a area.
Dice la wikipedia, ¡que cosa es la cultura!, que el nombre técnico de la vuvuzela es  lepatata, y que es el sucedáneo moderno del tradicional cuerno sudafricano Kudu
La verdad del cuento, fuera lepatatas, es que quien soporta el toreo sobre sus hombros, se llama Juli. No es el más fino, no anda iluminado, no levita ni le han rozado las alas aterciopeladas de los duendes, no sabe de glamour, no es el más puro, ni el más guapo, ni el más alto pero el aficionado, el profesional, el ganadero, el empresario saben que es alguien en quien se puede confiar.
Por eso es imprescindible.
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