-Éramos imberbes, salvajes y errantes por esas sierras. Buscábamos tentaderos, y que no te cogiera la Guardia Civil. El maletilla ya no existe. Nosotros aprendíamos debajo de las piedras.
-Había un festín siempre cuando llegaban chavales de Valencia o Albacete. Les decíamos que para ingresar en el grupo tenían que pagarse algo de comer, cine o unos cigarrillos. ¡Ya fumábamos todos!
-Hoy son dignos de admiración los toreros modernos porque se llevan todos muy bien; entonces no.
-Cuando tomé la alternativa, en 1966, no dábamos besos. El que no cortaba oreja salía como una bala.
-Había unos periódicos y unas emisoras que vendían los espacios a unos periodistas. Los toreros solamente queríamos que dijeran la verdad. Nunca te podían poner un triunfo si tú no lo habías tenido. Ese era el sobre. Hoy hay muchas más profesiones y los sobres son bastante más grandes...
-No sería muy buen profesor( para mi hijo) porque lo que yo le puedo enseñar es a que no le pille el toro.
-Había una prensa dura, un tendido agresivo. Me daban por acabado. A rompecalderas, le dije a mi apoderado a las cuatro de la madrugada: «A dormir, que mañana toreo y le voy a cortar un rabo al toro».
-La mejor faena (no fue la del rabo a Cigarrón) fue cuando maté mi primer becerro en la Oportunidad de los maletillas en Vista Alegre.
- Pues eso, ¡son políticos! No tenía que haber sucedido nunca (la prohibición de Barcelona). Mientras estemos en territorio nacional, todos somos nacionales y la Fiesta de los toros es la Fiesta Nacional, quieran o no. Esa es la pura verdad.
-Es más difícil un rabo en Las Ventas que estar en el museo del Prado.
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