Segunda novillada de promoción. Otra cara del toreo.

Uno que ha echado los dientes en esta afición en capeas de pueblo, Trigueros, Beas, San Juan del Puerto en Huelva, Brozas o Coria o Torrejoncillo en Cáceres donde siempre había un majareta, habitualmente un poco puesto de tintorro, que quería parar las vacas a base de mantazos. Luego un par de chavales que tenían tipito, se querían quedarse quietos, que sacaban los trastos de un bolsón de tela al que ellos, grandilocuentemente, llamaban esportón y los de pueblo tildaban de hatillo. Uno al que luego hicieron seguir por las plazas de España a Curro, con Sevilla como referencia, uno que se escapaba del Cardenal Spinola de Umbrete para ir a Sevilla a ver a ese portento del temple a media altura que era Curro, uno que ayer veía a Manolón por el callejón y aún le picaban los cosquis de la vuelta de la fuga. Uno, digo, al que le han hecho afición de esta forma, no puede menos que intentar no perderse alguna de las noches de la Maestranza en que los festejos de promoción, son el menú.
A-49 adelante para ver a seis noveles con una novillada de Guardiola de muy alta nota, exigente, dura de pezuña y brava. De los seis nos quedamos con las ganas de todos los novilleros, hasta 7 avisos creo recordar, con el miedo de alguno, las carencias de casi todos y un detalle, la edad media es de más de veinte años, hace no tanto años estos chavales ya serían matadores de toros o estarían en casa. En posterior conversación alguien dio una buena idea, hacen falta veedores de chavales, es una faena llegar a Sevilla sin estar preparados, les puede suponer un lastre para su futuro. en esto del toro haciendo las cosas bien es difícil, haciéndolas mal, ni te cuento. Alguno de los chavales de ayer, y no es culpa suya si no de sus mentores, no estaba para ir a Sevilla.
Por resumir decir que el Madrileño Diego Fernández estará en la final por su soltura con los trastos, sus ganas y su poderle a un buen novillo, firmeza, arte y poderío, elegancia natural y buen son ante el que abrió plaza al que mató de un pinchazo hondo y cortó una oreja de verdad.
El malagueño Manuel Rodríguez, no Manolete aunque se da un aire físicamente, anduvo queriendo más que pudiendo, haciendo las cosas con parsimonia, sin prisas pero no siempre con fundamento en series que no decían mucho junto a otras de mucho peso.Estuvo en novillero y dio una vuelta al ruedo.
El maño Miguel Cuartero se encontró con un novillo exigente y fuerte, no se entendió con él pero dejo escrito que quiere hacer bien las cosas, se queda, se gusta y puede gustar. Su labor fue silenciada.
Franero, apodo del madrileño Francisco Martín tuvo una mala tarde, tiró las tres cartas en dudas, zapatillazos, aspavientos y posturas. A enmendarse y esto es un camino largo, "nadie nació aprendido" dicen en el Cerro de Andevalo, aplicarse y evolucionar es el camino.
Alvaro Gil, de la escuela de Sevilla, tampoco anduvo bien, el maestro Pauloba desde el callejón le corregía pero el chaval se descubría y corregía a mitad del viaje, se llevo una paliza, luego otra y al final dejo su firma en dos series de apreturas y verdad, hay material para la esperanza, el valor es condición necesaria pero no suficiente. Él tiene valor y un traje de figurón, debe estar a la altura.
El astigitano Angel Jimenez, muy amparado en los tendidos, se gusta, lo siente mucho todo y se parte, pero debe mejorar el trasteo por la izquierda que quedó peor que inédita por sus carencias lógicas. Cortó una oreja y se sintió torero en la Maestranza, no se cambiaría por nadie en unos días, que envidia.
Noche de placeres que se prolonga en compañía de los Juanes y de la cena en un kebap con el torero de Aznalcollar que ha visto las cosas de otra forma, seguro que él será el acertado, pero que prestancia al contar las cosas, que forma tan elegante de oir, que majeza de torero bueno y largo, le deseamos buena suerte con la difícil labor de ser maestro de toreros, Pauloba la merece.