2.-
El Doctor Jiménez nos gana a todos
Vienes de 1.-(Conociendo al Doctor Jimenez)
Se presentó el afamado matador de toros a la inauguración acompañado de su esposa, Conchita, su hija menor, Miriam, y el entonces novio de esta, el matador de toros cordobés, Rafael González “Chiquilín”. Además de su alter ego y artífice de la exposición, Pedro Macias.
El
acto fue sencillo y corto en su parte formal, apenas unas palabras de
agradecimiento y alabanzas del más grande torero que dio esta tierra por parte de Mezquita, el discurso onubensemente torero y “litrista”
del alcalde, un guiño entrañable a su barrio y a su gente del torero y en
seguida empezaron a servir los aperitivos.
Casi
al mismo tiempo que apareció el Dr. Jiménez. Con la misma sonrisa, la misma ropa
que a mediodía, y las mismas ganas de ligar hebra. Se acercó en primer lugar a
“Chiqulín”, saludándolo con seguridad y desde antes de llegar.
-
Hombre Rafael. ¡Cuanto tiempo!-Le
espetó el galeno al otrora esperanza del torero cordobés y pretendido rival de
Finito, mientras esbozaba un abrazo.
-
Me alegro de verte- Respondió el
torero con corrección al efusivo doctor
-
No te hacía por aquí, matador, ¿De
veraneo?
-
Si en casa del maestro Litri, en
Punta Umbría.

-
¡Vaya! Si estamos como en Córdoba.
Con tanta mujer guapa y tanto Rafael, cinco nos hemos juntado en un momento.
La conversación se
hizo amena, el de la tierra de los califas se hizo el mantenedor, desde alguna atinada evocación del inventor del “litrazo”, al comentario social “¿Quien es
esa estantigua vestida de marciana? Y hasta al cotilleo taurino
-
Este Chiquilín. ¡Que buen corte de
torero tenía! -Bajando la voz.- Pero se equivocó, se enamoriscó de quien no
debía y se le cerraron las puertas de la plaza de Córdoba. Yo lo conocía mucho
a través de la familia de mi difunta esposa.
-
¿Es usted viudo?-pregunta alguien
ante la muleta planchada que pone Jiménez. Y este se lanza a contar su
historia.
Relato bien construido,
con dicción correcta, con teatralidad y dramatismo en los momentos oportunos,
mientras degustaba canapés regados con manzanilla.
Soy médico, jefe de
cirugía en el hospital Reina Sofia de Córdoba. Mi mujer era la jefa de
enfermería del mismo hospital. Precisamente era la jefa de la madre de Gema
Ruiz, la chica que anda en relaciones con el vicepresidente del gobierno,
Álvarez Cascos.
El auditorio, tres
parejas, asentimos con suficiencia, eran sobradamente conocidos los amorios del
secretario general del partido y la joven abogada cordobesa.
Como buen narrador
el médico no dejaba que las ramas accesorias le alejasen del tronco de su
historia, pero sabía usar los detalles para renovar el interés en su narración.
Mi esposa era una
señora, de una familia de olivareros de Baena. Nunca tuvimos hijos, esa era
nuestra única pena. Nos dedicamos mucho el uno al otro, A nuestros amigos. A nuestras
aficiones, conocer mundo, los toros, la música, la medicina, el buen yantar….
Viajábamos mucho, un congreso, una capital europea, una corrida de toros,
seguimos al Fino en sus principios por toda España, Un buen festejo, un
concierto apetecible, un restaurante recomendado
por un conocido. Cuadrábamos las guardias y los días libres nos dedicábamos
todo el tiempo el uno al otro

Luego todo fue muy
rápido, un coche con dos borrachos había
invadido la acera y la muerte fue instantánea. Me quede destrozado Mi vida
cambió, era mi mujer, estaba enamorado, era mi compañera de 30 años, Siempre
juntos Y ahora ando como alma en pena sin ubicarme…, Me quede sin interés por
nada, sin alicientes laborales, sin hijos en quien ampararme y a quien dedicar
mi tiempo ni nietos queme alegrasen. Sin problemas de dinero, me dieron además
una indemnización tremenda. Anduve algo deprimido y poco a poco voy saliendo del pozo, pero el
recuerdo duele. Siento mucho amargaros la noche, pero soy monotemático…,
discúlpenme, sólo ha pasado un año y medio. Fue hace año y medio, antes de
Navidades
La historia
impactaba, sobre todo en el público femenino. Ese amor pleno de fidelidad y
cariño después de un año de perder al ser querido, esa pena en los gestos, esa
dependencia emocional, el sentimiento y el detalle en todo lo que contó hizo
que el cordobés fuera acogido con afecto y gran consideración por todo el
círculo.
El doctor atacaba
con profusión los aperitivos, haciendo fiesta de cada bandeja que le ofrecían y
cantando lo magnífico de las viandas. Tras contar su triste peripecia vital era
un conversador ameno, conocía entresijos del toreo, sabía de todos los detalles
de los mejores restaurantes de España.
Si hablabas de “El
Caballo Rojo” de Córdoba “hombre Pepe es un fenómeno y un visionario, lo supo hacer
desde abajo”.
Si de Pepe de la Judería , “El palacio del foie
que hace Carmen” sus conocimientos sobre la vida y milagros de los
propietarios, los detalles era
exhaustivo
Si era de El Faro en
Cádiz “El pate de cabracho de Ángel hay que probarlo”.
Si alguien sacaba el
nombre de El Espigón de Sevilla, sabía hasta en que lonja compraba el pescado
“todas las mañanas a Isla Cristina”
Si era Jaén, era un
habitual de Vicente y compadre del dueño…
Aún tuvo ocasión de
interesarse discretamente por el secreto que compartía y traía a mal traer a
Mezquita y reconvenirle.
-
Un rioja, no más, Rafael, que
mañana vendrán los ardores.
-
Si Doctor lo que usted mande-
respondió obediente el confidente

La noche discurrió
sin estridencias, la fluida conversación, la agradable compañía, el frescor de
la novedad del viajero, las aficiones comunes eran buenos ingredientes. Cerca
de las doce nos despedimos, a las puertas del hotel salió a despedirnos el
doctor.
Caminando por Pablo
Rada buscando un sitio para tomar un gintonic, le mujer de Rafael Chaves no
pudo menos que afirmar ante el impacto del persoanje.
-
¡Que persona! Es un persona de quien te
podrías fiar
- Se le ve tan solo, y tan mal
vestido. Un viudo no sabe desenvolverse como una mujer- Sentenció mi santa
Continuará
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