jueves, 17 de marzo de 2011

El toro bravo hijo de un vaca suiza y criado entre frisonas

Got apunta maneras

 21,7 kilos pesó al nacer Got, el toro clonado de raza brava, que cumplirá un año el 18 de mayo.

160 kilos pesa ahora el añojo, un poco excesivo respecto a los animales de la misma raza y de su edad que viven en dehesas.

28.000 euros es el coste del proyecto de clonación llevado a cabo por la Fundación Valenciana de Investigación Veterinaria. .El animal lleva una vida tranquila, se alimenta de paja, forraje y pienso y no ha sufrido enfermedades

La edad del toro es una incógnita: puede tener un año o los 18 que tenía su padre, ya que es una réplica.Le faltan todavía dos meses para cumplir el año, pero este torito que lleva la bravura en los genes ya apunta maneras: se arranca con embestidas cuando Javier Azpeleta, el propietario de la ganadería en la que nació, se acerca a echarle la comida. Este añojo es Got, el primer toro de lidia español clonado. Ha pasado la primera etapa de su vida en la explotación en la que nació, en Melgar de Yuso, bajo los cuidados del ganadero y con la periódica supervisión del veterinario de la zona Julio César Díaz, experto en vacuno, y de Vicente Torrent, responsable del equipo de la Fundación Valenciana de Investigación Veterinaria (Fevive), que llevó a cabo el proyecto.


El becerro aparenta poco tamaño en comparación con las reses entre las que se ha criado, de raza frisona, más voluminosas. Sin embargo, pesa ahora unos 160 kilos, «un poco gordo para su edad», comenta el ganadero, quien indica que las reses bravas son de menor envergadura que las que se crían para carne o leche, y que, al estar en dehesas, las de lidia tienen menor peso.

Y es que Got lleva una vida tranquila, en una cuadra de la localidad, donde su cuidador le ha hecho un pequeño corral. Su alimentación es la misma que la del resto de las reses de la explotación -«paja, forraje a discreción y pienso»-, y no ha sufrido enfermedades. En el programa de seguimiento, con análisis periódicos, no ha evidenciado ninguna anomalía. El comportamiento del becerro es normal, aunque, como comenta su cuidador, «no estoy muy seguro de qué es normal, porque yo nunca he criado un toro bravo, siempre hemos criado frisonas».

De madre frisona

A Got se le ve solo. En realidad, está solo. Hasta hace unos días, en las cuadras donde lo guarda, en el casco urbano de Melgar, había también algunas novillas de la ganadería, que ahora ha trasladado a la nave de la vaquería, situada a la salida del pueblo, donde Javier Azpeleta tiene 210 reses de su explotación de vacuno de leche.

Todas son de raza frisona, incluida Leonis, la vaca de dos años que hizo de madre de alquiler para la gestación, que parió a Got y que fue la nodriza para el ternero clonado.

Ahora el añojo, que siempre ha estado separado del resto de las reses, permanece en la cuadra, y de vez en cuando el ganadero le suelta por el establo para que se mueva. Quizá porque está solo, o por el comportamiento propio de su edad, el animal se acerca a los barrotes del corral cuando alguien entra, y en particular a su cuidador, al que sigue por el recinto con el hocico pegado a sus piernas y le da pequeñas topetadas y algunas embestidas.

Aunque este establo en el que se ha criado es el lugar más cómodo para el animal y para los profesionales que hacen el seguimiento de su evolución, Got no está en su hábitat natural. O, al menos, en el entorno en que se crían los toros de su raza. De hecho, su estancia aquí tenía carácter provisional, y si los planes para este clon de toro bravo se cumplen, le quedan pocos días en la explotación de Melgar de Yuso.

El becerro, creado a partir de uno de los mejores sementales de lidia de la ganadería de Alfonso Guardiola, está destinado a esa finca gaditana, también como semental. No es un ejemplar que se vaya a dedicar a la lidia, sino a transmitir la casta de su cotizado progenitor, que murió el año pasado de viejo, y del que Got recibió el nombre: significa vaso, en valenciano. El ejemplar del que se tomaron células para la clonación se llamaba vasito. Si las previsiones se cumplen, a finales de este mes o primeros de abril, el toro será trasladado, según ha indicado el responsable del equipo de investigación de la Fundación Fevive, Vicente Torrent. Así se lo ha indicado también al ganadero, que prestó su explotación para el experimento.

Varios aplazamientos

Claro, que a estas alturas, el ganadero ya no tiene en cuenta las fechas, porque han sido varios los plazos de traslado que le han dado y que luego se pospusieron. Javier Azpeleta se muestra conforme con que el becerro esté en su explotación. «A mi me da igual cuidar cien reses que ciento una, y su alimentación me viene a suponer dos euros diarios», comenta. Cree que el que permanezca en Melgar de Yuso se debe a que aquí los veterinarios pueden tenerlo mejor controlado. «En una dehesa sería más difícil cogerlo para sacarle sangre y si se pone enfermo tardarían más en darse cuenta en medio de la manada», argumenta. Aunque el becerro no aporta ningún ingreso a su explotación, ni lo hará en el futuro, el ganadero reconoce que «me molestaría que después de haber estado aquí bien cuidado se muriera de una catarro en la dehesa, o de cualquier cosa que no hubieran detectado a tiempo. Hasta me sentiría responsable si se muriera», subraya.

Javier Azpeleta teme también que surjan problemas de adaptación, puesto que el becerro no ha vivido en una dehesa y puede convertirse en objeto de ataques de los otros sementales y que acabe por convertirse en lo que en el argot taurino se denomina abochornado, lo que le volvería irascible y peligroso.

Pese a que el ganadero no muestra prisa por que se lleven el becerro, sí reconoce que dentro de no mucho tiempo puede causarle problemas. Por su edad y tamaño, todavía es manejable para volver a encerrarlo o apartarlo si embiste, «pero dentro de poco no se va a poder con él», advierte.

Programa de adaptación

El director del equipo de investigación ha corroborado que el becerro se cría «sano» y que tiene un tamaño normal para su edad. Indica que se le da la alimentación estándar, con el pienso adaptado al ganado de lidia, que se aplica al resto de las reses de esta raza.

Vicente Torrent explica que una vez que se traslade a Got a la ganadería gaditana de El Toruño, se seguirá «todo un programa de aclimatación al medio». Para su integración en la manada, según detalla, se le unirá de forma paulatina a otras reses de su edad.

Aunque su futuro es una incógnita, el toro tendrá al menos cuatro meses para aclimatarse antes de que sea utilizado como semental, ya que la edad de madurez sexual de estas reses es a los 16 meses, aproximadamente.
ASUN GARCÍA
PALENCIA.

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