sábado, 26 de junio de 2010

Los Yegüerizos de Almonte entran en la Marisma

Los Yegüerizos de Almonte entran en la Marisma
El silencio ruidoso de la marisma ha sido roto bruscamente por las voces crudas de la última generación de yegüerizos almonteños. Caballos con montura traicionan a su raza ayudando al hombre a domeñar a sus hermanos de estirpe. Desde la tarde de ayer las reuniones con quedas más lejanas, las que deben buscar las yeguas en Marismilla, allá donde se ve al amanecer el brillo mítico del Río Grande con Sanlucar al otro lado, las del Zancalón, las de Veta la Arena, campean por estas tierras de agua mil veces holladas y mil veces vírgenes. Un año más se inicia un rito añejo, enclavado en las más hondas maneras de un pueblo que siempre ha sabido preservar sus tradiciones manteniendo la pureza.


Desde Almonte, por el camino de las parcelas, por los Llanos, por los Tanajales se inicia una procesión vieja y no reglada. El hombre vuelve a una tierra brava que nunca pudo dominar del todo, pero de la que se nutren las capas más profundas del encéfalo, las que nos hacen despertar instintos de nómada cazador, de recolector irreverente. Los almonteños entran en el jardín de su casa, son gentes de ley, hombres recios que durante la tarde de ayer y hasta la mañana de hoy irán entrando en Doñana en grupos de entre quince o veinte para recoger yeguas y dormir en la Casa del Lobo, en la Casa de los Guardas, en Hato Villa y Hato Barrera, en San Lorenzo, o en el Rincón del Pescador, nombres que son sitios, si, pero también emociones y recuerdos tribales y raíces de linajes viejos.
Se va entrado despaciosamente, que el calor aprieta y la senda es larga, por el Malecorro y por la Cancela de Matasgordas, las reuniones buscan, pacientes, los lugares de sesteo adjudicados, siempre cerca de los zancallones, llenos en ese año de lluvias largas y de lucios plenos, de más aguas que herruños resquebrajados y secos. La marisma es un esplendor de vida, el gamo el jabalí, los flamencos, la tortuga y los ánades se esconden tras el pasto alto, tramposo, los caballos se hunden hasta la cincha. Brotan de la tierra los ojos de agua efervescente y cálida que sorprenden en su magia vieja y la naturaleza conquista nuestro alma.
Los pertrechos de la expedición son sencillos. A caballo, la chivata delatora de la condición de yegüerizo. la manta estribera anudada en la perilla de la montura, una jáquima reliada en los pechos para la suelta y una alforja con los avios del momento. En los mulos, serones de paja castizos o modernos de caucho, con viandas para el camino y tragos para que pasen. El tractor va cargado con el ajuar de los mozos, la comida y la impedimenta para la noche. Sombreros y pañuelos de hierbas son el uniforme.
Nadie me aclara desde cuando se viene entrando en la Marsima a buscar las yeguas, hay documentos tardomedievales que lo acreditan, pero esta gentes que me acompañan saben que ”desde siempre”, el día 26 de Junio, los ganaderos de Almonte, sus padres y los padres de sus padres, recogen las yeguas y los potros que han vivido asilvestrados todo el año en los profundos y misteriosos enclaves marismeños. El Parque Nacional de Doñana, que gestiona ahora este tesoro conservado por los almonteños durante siglos, tiene su voz, pero el mando lo tienen los 300 ganaderos a través de su asociación nacional de ganado marismeño.
Establecido el campamento, la tarea cooperativa establece medios y funciones, todos a una incluido el jefe de tropa, cargo rotativo, familiar, electivo, más representativo que jerárquico, gremial e ininteligible para quien no sea yegüerizo del Almonte.
Unos montan el campamento, prohibidas las candelas, otros avían los caballos, alguno más revoltoso aprovecha para un ritual bautizo cuartelario en las aguas del zancallón y un chapuzón, más fangoterápico que refrescante. Los más cabales, los hombres de peso, los verdaderos yegüerizos empiezan a señalar las yeguas, “tu potra perla anda por el Chujarro”, “la alazana de Ramos anda con la mosca por El Cornejo”. “La maldita, (dicen otro apelativo menos transcribible) zarca estará con las yeguas de La Retuerta”. La Retuerta, sitio mítico de fatal referencia, donde habitan las más bravas y esquivas matronas de las equinas marismeñas. Una raza ya diversa dentro de la especial consideración que tiene este ganado, que llenó de raza y fuerza el continente americano, yendo con Colón en sus cuatro viajes y aún dicen que fueron caballos marismeños los que permitieron a Cortés conquistar la cenagosa capital de Méjico, (Méjico en una laguna) donde los jacos se desenvolvían con naturalidad gracias a sus anchos cascos y fuertes y largas patas, y su recio corazón y sangre brava.
Hoy es el primer día del último eslabón de una cadena que se hunde en los ancestros de un pueblo. Formar parte de una tradición es asunto reservado a los privilegiados que han sabido mantenerla. Almonte goza de esa prerrogativa por derecho propio.

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