Espartaco regala otra noche CUMBRE en Huelva, Su casa.
Ciclo Los toros de Cajasol.
Bajo la batuta sabia de Carlos Crivell, Espartaco protagoniza una emotiva tarde de toros.
Si los de Bilbao disfrutan del muy antiguo fuero de nacer donde les viene en gana, los de Huelva gozamos desde tiempo inmemorial de la patente de corso que nos permite prohijar a quien se deja querer por esta tierra de avalancha y acogida. Si alguien cuyo padre tomó la alternativa en la vieja plaza de Huelva, él mismo es doctorado, casi por designio divino, en la Monumental y otorga a su hermano menor el grado de matador de toros en la Merced, tuviere que buscar ocho apellidos choqueros de pedigrí para declarase onubense, mala cosa sería.
Juan Antonio Ruiz Román, Espartaco, es un torero de Huelva, más de la Huelva torera que de ningún sitio, su corazón así lo acredita, su infancia soñando con la plaza de Huelva, la foto de su padre, Antonio, en el salón de su casa, tomando la alternativa en Huelva con Álvaro Domecq, Emilio Oliva y Efraín Girón en el cartel, su forma de sentirse torero y hombre de la tierra nos hacen apreciarlo, muchas tardes vestido de luces en la Merced, triunfador sempiterno de Colombinas, rival del último Litri cuando el onubense empezaba y Juan Antonio ya se iba entre el fútbol y la pancreatitis, apasionado de una tierra torera hacía donde veía pasar los coches cuadrillas por la "general" que unía Huelva con Sevilla, o Sevilla con Huelva en su natal Espartinas.
Se le notaba anoche en la sala Plus Ultra el cariño que siente por la vieja onuba, casi no podía ocultar que este año va a torear en nuestra feria, treinta años después, ahí es nada. Se ganó al concurrido auditorio como hace tres décadas, las mismas armas, la misma sonrisa, las mismas maneras, puso la plaza boca abajo a base de arrimarse, de seriedad, de expresiones cariñosas que sonaban sinceras en boca del que fue mandón del toreo desde que un toro onubense, Facultades de Manolo González, le quitó de la cabeza la idea de coger los palos.
Ahora desde el olimpo de los triunfadores, viene a Huelva favor de querencia, a favor de querer volver, en un cartel soñado, Espartaco Litri y Ponce, los tres ídolos de la vieja plaza remozada en sus veinticinco años de nueva singladura.
Y la mente se va al cartel de alternativa año 79, el Cordobés, que seguía llenando, seguía en figura y ese torero de Gines, de prestancia regia y maneras versallescas, capaz de poderle a los Miura, capaz de enloquecer una plaza y una ciudad, Manolo Cortés. Todo tras una tarde frustrada en Jerez, de levante tremendo, ¡que fuerza tiene el destino, amigo Juan!
La noche culmina plena de gracia, la sabia mano de Crivell, apenas enseñarle el toro y surgía el torero íntimo, la anécdota precisa. La sala un clamor silencioso de admiración.
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