domingo, 14 de abril de 2013
Los dioses del rejoneo ampararon a Ventura con Pegaso
La tarde no pesaba, la tarde no era un fracaso, la tarde era una buena tarde de rejones ante un público que había casi llenado la plaza y llenado el sol. La tarde llegó al sexto después de dos orejas a tercero y cuarto y de que el presidente negase la oreja del quinto pedida mayoritariamente por Sevilla. Pero era una tarde de humanos, de buen rejoneo, de toros sin fondo, de ortodoxia a caballo con las leves excepciones de sacar a los dos sobresalientes del festejo a banderillear al quinto y de poner a Padilla, un precioso ejemplar, a andar de rodillas en un arte más cirquense que torero, y que no toda la plaza reconoció.
Entonces salió el toro de Bohórquez, el sexto, el mejor conformado de la tarde, con más clase y fondo que sus hermanos. Lo paró con poder con “Buena Vibra” y entonces salió Pegaso el caballo alado de los dioses del rejoneo. Llenó el albero del Baratillo de poder, de entrega de expresión y cercanía. A lomos del mítico equino logró el éxito que redondeaba una tarde, citaba con la mirada heroica Pegaso al toro, le andaba hacía atrás con todas la ventajas al burel, y cuando pensaba el morlaco que podría hacer presa, el mito tiraba de magia y quebraba, yo no le veía las prodigiosas alas, pero las leyes de la física son inviolables y donde no hay espacio, sólo un mito puede salir con bien del encuentro con los pitones del toro.
Ya metidos en asuntos de dioses, salió caballero Ventura sobre Milagro y realizo dos quiebros que enardecieron al tendido, clavando en el boto y dejando los arpones muy reunidos Remató la faena con Colorao. Un caballo del hierro de Palha que desconocíamos y que estuvo toda la tarde muy valiente. El mejor rejonazo de la tarde remató la mejor faena de las seis de la encerrona y llegó en el momento oportuno y valió por dos orejas, cosas de dioses.
Antes había cortado dos orejas el caballero afincado en La Puebla del Río, al tercero y al cuarto, y el presidente había negado otra al quinto. En las tres ocasiones tras pichar previamente a los toros. Quizá esa oreja negada impelió a Ventura al triunfo definitivo del sexto. Momentos de mucha verdad con Nazarí, a lomos de remate y del tordo Cheke. Con Buena Vibra se metió hasta la misma puerta de los chiqueros, sin exageraciones, has ta dentro y de allí salió con la garrocha delante del toro con muchos píes. Luego con los dos sobresalientes, Sergio Domínguez y sobre todo Andrés Romero, en el quinto y en un intenso y emotivo tercio de banderillas consiguió calentar los tendidos.
Tarde de entrega, de rejoneo puro, de pocas novedades pero de mucha verdad culminada con el éxito que estas ocasiones requieren gracias a que Diego Ventura nunca perdió el norte, ni su concepto, ni su sueño. Puerta de Príncipe a ley, los dioses del toro y el caballo no podían dejar sin premio la gesta
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