No salió la corrida de los seis toros de José María Manzanares
como el torero quería, una tarde de despropósitos, empezando por el ganado, ¿Quien
ha elegido los toros para tan importante gesta, por Dios? Excepto el Victorino
y el Juan Pedro que cerró plaza, el resto no merecieron por tipo estar en esta
presunta fiesta. Luego el comportamiento suele ser parejo las hechuras.
Empecemos por el final la tarde pesaba, dolía ni el ganado
había dado opciones ni el torero había ofrecido alternativas que resolvieran el
asunto. Sevilla recordó las tardes del éxito, y toco palmas como Sevilla sólo
tocarlas a su gente y en su momento. El torero que se debatía en un océano de
dudas se fue a la puerta de los miedos y no sólo se fue, sino que se quedó y le
enjaretó al último cartucho de la tarde tres largas cambiadas de verdad y
gusto, rematadas con verónicas y una media de toros de frescura, decisión y
rabia. Un quite por tijerillas redondeó el torero de capa. Después del espectáculo de una lidia de
capotazos suaves y para ayudar de Trujillo y los pares de Javier y Blazquez, el
torero brindo a Sevilla en los medios y desde allí citó a la bravura obediente
del burel que acometió con clase, con fuerza, con tdo y con la cara besando el
albero de Sevilla. Faena intensa, a derechas excepto una excepcional serie con
la mano de torear. Un cambio de mano eterno y mágico y un pase del desprecio puro y
hondo. Liego la estocada recibiendo mató al toro despacio y Sevilla le dio las
dos orejas
Antes nada, pero nada de nada, un rosario de toros de feas
hechuras, de justas fuerzas y de malas maneras. Enfrente un torero sin ideas,
sin frescura, sin ambición y sin recursos y además sin muerte en su espada.
Hablemos del toro de Victorino que se impuso, en la capa
manzanares quiso lidiarlo sobre los pies cuando no pudo ala verónica y la plaza
se dividió entre buenos aficionados y quien los protestó. Con la tela roja el
toro se tragó dos series, a la tercera un desarme y las dudas del dinástico impidieron
que la faena siguiese por los cauces normales, Intentó Manzanares entonces
doblarse y obligar al toro a la antigua usanza y Sevilla no lo aceptó, La forma
de matar un claco de la de toda la tarde hasta la magia del sexto.
Tarde mala, de pensar muchas cosas. Tarde que sólo la clase
encastada de Guasón y el cariño de Sevilla hicieron que saliese a torear el
mejor Manzanares
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