miércoles, 13 de abril de 2011

Otra vez la afición onubense pierde la memoria

                                                                                                
                                                                           
    Don Verduguillo

La Huelva taurina sigue haciendo gala de su fariseísmo, gastando mucha silaba en conversaciones intrascendentes mientras se dejan escapar las ocasiones de poner de manifiesto la afición que presumimos tener, aunque, en la práctica – a la hora de ocupar un espacio en un tendido – no se haga efectiva mientras buscamos mil y una excusas para justificar nuestra ausencia.
Estamos en los albores de una temporada que debería ser histórica. Pero de ello no se han enterado mucho que dicen estar al loro del planeta taurino. Y los primeros frutos de ese desconocimiento ya se han producido mientras que se atisban que, a lo largo de la campaña y en toda la provincia, seguirá presidiendo el taurinismo onubense.
Este año se cumplen los veinticinco – es decir, las bodas de plata – de la alternativa de un torero choquero, que siempre, dicen, ha sido el ojito derecho de los aficionados onubenses, aunque no siempre haya contado con el apoyo y el fervor de sus paisanos que en más ocasiones le han negado el pan y la sal que le han apoyado para que su nombre estuviera en los carteles.
Parece que nadie quiere acordarse de la fecha del 2 de agosto de 1.986, cuando José María Manzanares, padre,  en presencia de Paco Ojeda, investía como matador de toros a Emilio Silvera. Veinticinco años ya y, para la mayoría de los que presumen de la amistad del torero y de darle fuertes abrazos, la fecha estaba totalmente olvidada.
En cualquier otra parte, esta conmemoración vendría acompañada de diversos actos, fundamentalmente con actuaciones del protagonista en las diversas localidades de su entorno geográfico. Aquí, en esta Huelva tan silverista, no ocurre así, sino todo lo contrario, ignorando al torero y a su dilatada carrera. Ahí están los ejemplos y los que, por desgracia, se sucederán a lo largo del año, salvo que las circunstancias varíen considerablemente.
Ya se han celebrado dos festejos en cosos donde Emilio Silvera había dejado estela. Valverde del Camino e Higuera de la Sierra fueron los escenarios y en ninguna de las dos ocasiones hubo un hueco para el torero onubense. Y, en las paredes, cuelgan ya los carteles anunciadores de la corrida de las fiestas palermas, donde tantas veces toreó el diestro onubense cuando aún no existía el coso y se montaba una plaza portátil. Tampoco ha habido sitio para él.
En la capital, si no viene José Tomás, como parece probable por cuanto su reaparición parece que será más tardía de lo esperado, tampoco habrá oportunidad para que la efeméride pueda celebrarse como se merece un torero que ha salvado muchas tardes en esta plaza al mismo tiempo que ha tenido que tragarse las lágrimas con bofetadas sin manos recibidas.
Si por su calidad taurina, Emilio Silvera se merece estar un año más en los carteles colombinos, en esta ocasión, por su dilatado historial y por la conmemoración, su nombre debería figurar en los mismos para que la afición  pueda homenajearle por sus veinticinco años como matador de toros. No dejemos que, una vez más, se nos pase una ocasión de estar al lado de uno de los nuestros, junto a quien en tantas ocasiones nos hizo disfrutar con su toreo, con su sentimiento, con su personalidad y con tantas otras cosas.
Maestro, feliz conmemoración y, ojalá, le lleguen, en forma de actuaciones, muchos regalos en este cumpleaños.

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