Plaza de toros de Utrera. Más de media plaza en tarde agradable aunque molestó el viento. Se lidió un astado de Murube para rejones y cuatro de Juan Pedro Domecq.
. Josele Cañaveral: Saludos desde el tercio.
. Pepe Luis Vázquez: Silencio y una oreja.
. Morante de la Puebla: Silencio y dos orejas.
La tarde apetecía, el calor había
amainado y todo presagiaba una tarde en Utrera, la cuna del toro bravo, llena
de inspiración y duende porque Pepe Luis Vázquez, un torero de San Bernardo, se
cortaba la coleta definitivamente. No hubo acto de ello, pero sí torería, arte,
duende y pellizco por parte de ambos porque Morante no se quedó atrás en una
tarde que fue de menos a más y accidentada por la boca de riego, ya que los
areneros no se aclaraban y al final fueron pasados por agua. Eso sí, se echó de
menos detalles típicos de un mano a mano de pinturería, como algún quite
curioso que se quedó en el esportón.
El hijo del Sócrates de San
Bernado lanceó con gusto al primero de su lote, un primer astado de Juan Pedro
que no fue claro en sus embestidas y que se vencía por el izquierdo, así que
Pepe Luis abrevió con la muleta y tras probaturas se fue a por la espada, pero
con el cuarto vino el arte y con él la suavidad extrema y hasta la caricia del
toreo. El torero de dinastía, ante un animal que se dejó y al que castigó en el
caballo, dijo su adiós entre naturales de calidad, cambios de mano pintureros,
sintiéndose a pies juntos y rememorando tardes importantes en su carrera. Paseó
una oreja que pudieron ser dos, tras fallar en un primer intento con la espada,
no obstante, aunque se negó, salió a hombros de la plaza.
Morante también derrochó arte y
sabor añejo en la despedida de Pepe Luis. El torero de la Puebla dejó en la
retina verónicas importantes ante el primero de su lote, al que cuidó en el
peto, no obstante llegó a la muleta sin transmisión y con poco motor. Morante
aprovechó sus cortas embestidas y llegó a tocar pelo en el inicio de la faena
con ayudados por alto y con dos tandas por el derecho, pero todo se difuminó
con el mal uso de la espada.
Pero como decía la tarde ha ido
de menos a más y Morante ante el último Juan Pedro, sosito de condición pero
noble, se descalza y realiza una faena importante. De esperas, de silencios, de
poder, de contagio entre toro y torero, y de detalles, muchos detalles, que
convencieron al respetable, como un molinete arrebatado que solo sabe plasmar
él y derechazos con poder, dignos de cualquier pintura taurina. Tras una buena
estocada paseó dos apéndices.
Por su parte, José Luis Cañaveral
se topó con un astado de Murube que salio suelto de salida y mirando mucho al
tendido. El rejoneador sevillano lo enceló con la grupa y tiró de él con un
gran repertorio de banderillas muy encima de su oponente, muy parado, incluso a
dos manos, pero el toro siempre buscaba las tablas. Con el rejón de muerte le
costó porque el Murube era un marmolillo y se fue bajo.
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