RECORDANDO A PABLO GÓMEZ “TERRÓN” en el día de su cuarenta alternativa
Nuestro repaso histórico de esta ocasión va a estar dedicado a un torero onubense que, a mediados de la década de los sesenta, fue capaz de arrastrar a multitud de seguidores en cuantas actuaciones llevó a cabo, cientos de admiradores de su manera de concebir el toreo en la que mezclaban el arte y el valor; un torero que estuvo acompañado siempre por la mala fortuna, en forma de cogidas en malos momentos y de mucha gravedad, que le cortaron su trayectoria profesional y, finalmente, le acompañó a la hora de morir trágicamente.
Vamos a recordar a Pablo Gómez Terrón, el torero nacido en Trigueros, de cuya alternativa se van a cumplir cuarenta años, por cuanto se produjo el día 1 de agosto de 1.968, en la plaza Monumental de Barcelona y de la que nos ocuparemos en este recuerdo.
Pablo Gómez Terrón nació en Trigueros el 25 de mayo de 1.943, en el seno de una humilde familia. Su proximidad al campo y, de manera especial, a las fincas en la que pastaban las reses de Gerardo Ortega, le hicieron aficionarse y empezar a soñar con ser torero. Precisamente, el ganadero triguereño sería, junto con su familia y otros amigos de la localidad, una de las personas que más le ayudarían en sus primeros pasos por esta difícil profesión.
Después de un período de tiempo de aprendizaje en el campo y algunas actuaciones de escaso fuste, Pablo Gómez se enfundó su primer traje de luces en la cercana localidad de Valverde del Camino, en la tarde del 23 de abril de 1.961. Y, hasta la población andevaleña se acercaron muchos paisanos que, al regresar a Trigueros hablaron maravillas de Pablo Terrón, de su arrojo y valentía y de su peculiar toreo.
En aquella ocasión hizo el paseíllo junto a Antonio Muñoz “El Choquero”, que reaparecía tras un reciente éxito en el mismo coso, y que aquella tarde iba a lidiar nos novillos así como el portugués Antonio Oliveira, en la lidia de novillos de Gerardo Ortega Sánchez.
Por cierto, aquel festejo resultó algo accidentado. Antonio Oliveira cortó una oreja en el que abrió plaza; El Choquero fue ovacionado fue aplaudido al finalizar con su primero y, cuando se encontraba muluteando al cuarto de la tarde, sufrió un palotazo en el vientre, pasando a la enfermería. Lógicamente, le correspondía al lusitano Oliveira acabar con el astado, pero también fue alcanzado por lo que ingresó en la enfermería. Entonces, el exnovillero Curro Puya, que se encontraba como espectador en el tendido, fue autorizado para finiquitar con el novillo.
Por lo que respecta a Pablo Gómez Terrón hay que decir que se mostró toda la tarde muy valiente. Aunque demostró, lógicamente, su falta de destreza, el triguereño no se amilanó por los innumerables revolcones padecidos, consiguiendo cuajar con muy buenos pases al novillo , recibiendo muchos aplausos del tendido y, al matar de estocada contraria, fue obligado a dar la vuelta al ruedo.
Comenzaba su carrera taurina que se fue desarrollando por diferentes plazas de la provincia onubense hasta que al año siguiente, 1.962, se presentó en la capital en un festejo de noveles.
Pablo Gómez Terrón estaba ya suficientemente curtido para dar un paso más en su carrera, por lo que el 23 de septiembre debutó con caballos en nuestra capital, en un festejo en que se lidiaron novillos de Eugenio Marín, y en el que actuaron Carlos Corbacho, que se despedía del escalafón, y el mejicano Mauro Liceaga, quien, además de cortar tres orejas, sufrió una herida de cuatro centímetros en su pierna derecha.
Por lo que respecta a Terrón hay que decir que estuvo acompañado por muchos paisanos, que disfrutaron con su actuación. Recibió a su primero, un gran novillo, con cuatro verónicas y media, que calentaron los tendidos, que reventaron con el quite por gaoneras. Con la muleta, tras brindar a su protector Gerardo Ortega, se enroscó el novillo a su cintura dando muestras de su indomable valor en dos series de naturales, mejor la segunda por su serenidad y su buen trazo. Tras dos pinchazos, dejó una estocada y, ante la insistente petición, la presidencia le concedió un trofeo.
No se acopló al capotear al sexto, aparatosamente armado, pero Gómez Terrón no se amedrantó y embarcó al novillo en un trasteo inteligente, cuajando una buena serie de redondos, no llegando a lucirse en los naturales, pero dejó estela de su valor. Pinchazo, estocada y dos descabellos y otra oreja al esportón para abrir la puerta grande del coso.
Comenzó muy bien la campaña de 1.963, sucediéndose los éxitos hasta que llegó la tarde del 2 de junio en Córdoba, donde se lidiaron cuatro novillos de Fermín Díaz Tresgallos y tres de Juan Belmonte. Aquella tarde, el rejoneador Manuel Baena cortó una oreja; y, en lidia ordinaria, Curro Martínez “Botines” fue ovacionado y Juanito Méndez cortó las orejas a su primero. Por lo que respecta a Pablo Gómez Terrón, tras ser ovacionado en su primero, resultó cogido por el quinto, sufriendo herida en el pliegue glúteo derecho, con dirección oblicua, que afectó a todos los músculos de la región, en los que produjo dislaceraciones y terminó en la región iquiálica de igual lado. También le produjo conmoción cerebral. Aquella cornada le hizo perder varios festejos que tenía contratados en diversas plazas.
Tras su reaparición, una de sus primeras actuaciones fue en las Fiestas Colombinas, toreando en la novillada celebrada el día 4 de agosto, donde alternó con José María Sussoni y el portugués Fernando dos Santos para lidiar reses de José de la Cova.
El triguereño se entretuvo en triunfar con el primero de su lote, un animal que presentó algunas dificultades, pero al que Terrón, en una prueba más de su inmenso valor como puso de manifiesto en pisar un terreno inverosímil y acariciándole los pitones, lo trasteó con unos redondos temerarios. Después, se dejó encunar para echar las banderillas a un lado y se recostó sobre las afiladas puntas, sobrecogiendo a la multitud que le gritaba “basta ya, basta ya” por el miedo que estaba pasando. Dos estocadas y el justo premio de las dos orejas, con fuerte petición de rabo. En el otro, el de Trigueros estuvo dominador e inteligente y sin sufrir el público los agobios del novillo anterior. Buena faena basada en el toreo de natural para acabar de pinchazo y estocada, ganando otra oreja.
Repetió Pablo Gómez Terrón el día de la Cinta de 1.963, fecha en la que debutó con caballos otro torero onubense, Antonio Muñoz “Batalla”. Aquella tarde, el de Trigueros totalizó una tarde triunfal por cuanto acaparó cuatro orejas y un rabo, logrando salir a hombros por la puerta grande y, al coincidir con el paso de nuestra Patrona, a la que Pablo había visitado por la mañana, le depositó los trofeos conquistados.
Hay otra anécdota de este festejo. Su entonces apoderado, José Luís Martín Berrocal, le hizo entrega de un precioso pergamino, obra del artista local Domingo Franco, en el que se hacía referencia que Terrón acababa con los autocares de la empresa Damas cuando toreaba por la enorme cantidad de partidarios que le acompañaban.
Poco después, el día 22 de septiembre, actuó mano a mano con José Luís Caetano en la plaza de Valverde del Camino, en una novillada que, desgraciadamente, ha pasado a la historia de aquel casi bicentenario coso, por cuanto, durante el manifiesto de las reses de Francisco Rincón Cañizares, el llamado “Carmelito” hirió gravísimamente al operario José Martín Díaz “Caballito”, que fallecería momentos después.
Aquella temporada, la de 1.963, Pablo Gómez Terrón la concluyó con catorce novilladas, cifra que debió ser mucho mayor pero que las cornadas se encargaron de disminuir.
Al comenzar la campaña de 1.964, Pablo Gómez Terrón sufrió una gravísima cornada en la plaza de Huelva. Fue el día 19 de marzo, cuando alternó con José María Sussoni y José Luís Caetano para lidiar astados de Diego Puerta. El novillero triguereño, lidiaba el segundo de la tarde, marcado con el número 84, 290 kgs. de peso y de nombre “Molinero”, al que había parado con tres lances primorosos, seguidos de unos adornos con arte y pinturería. Tras brindar al público, se dobló con soltura y dominio, demostrando ser el dueño del terreno que pisaba hasta que, desde el tendido, salió una voz que le reprochó la escasa presencia de su oponente, al decir: “a una cabra, miedo”. Pablo miró al tendido, se encerró en tablas y logró un muletazo de asombro para después, por las afueras, meterse materialmente entre la media luna astada de la feria, citando de costadillo, con medio cuerpo vuelto. Ni cabía más arrogancia ni más valor, pero el novillo alargó el cuello y le suspendió, durante unos segundos en el aire, dejando herido y siendo trasladado a la enfermería.
El doctor Ruiz López le atendió de una herida en la región perirectal izquierda, que penetra en la fosa isquiorectal, produciendo a su paso desgarro de la musculatura efinteriana y disecando el recto sin perforarlo hasta la altura de ampolla rectal en su límite inferior, schok traumático y hemorragia en grado mediano. Pronóstico grave.
Sin embargo, los médicos no apreciaron otra herida que sufrió el novillero, por la que se producía una fuerte hemorragia y un empeoramiento de su estado, por lo que, a instancias de su apoderado José Flores “Camará” fue trasladado al Sanatorio de Toreros, donde fue nuevamente intervenido y pudo recuperarse de la muy grave herida padecida.
Esa misma temporada, concretamente el 18 de julio, fue nuevamente herido en nuestra ciudad. Alternaba aquella tarde con José Luís Caetano y Sebastián Borrero “Chamaco II”, que se presentaba en Huelva, lidiándose novillos de Antonio Pérez Angoso. Aquella tarde, tras despachar con brevedad a su primero debido a las escasas fuerzas y, tras el triunfo de Chamaco II, Gómez Terrón hilvanó una escalofriante faena al quinto entre las ovaciones de los espectadores pero, al dejar un pinchazo, fue cogido por la ingle y, pese a la herida, pudo dejar media estocada, que le valdría las dos orejas y el reconocimiento de todos.
Fue curado de una herida en la región inguinal derecha, a nivel del Triángulo de Scarpa, con dos trayectorias, una hacia arriba y afuera de unos 15 cms. de extensión que secciona el músculo sartorio y otra hacia debajo de unos 10 cms. que contusiona el paquete vascular.
En las Colombinas de ese mismo año toreó, al igual que Chano Chamaco, dos tardes. En la primera, junto a Copano y Terrón, en su primero, se resintió de la cogida anterior; pero sacó sy casta en el otro, al que le cortaría las dos orejas. Por cierto, esa tarde, la del 2 de agosto, debutaron en la plaza onubense, los alguacilillos. En el segundo festejo, Pablo Gómez volvió a ser el Terrón de siempre, al salir con muchas fuerzas y deseos y, en su deseo de querer hacer lo imposible, sólo le faltó meterse dentro del toro cuando tomó la muleta. Pero no estuvo acertado con los aceros y perdió los triunfos, aunque siguió ganándose el aprecio de los aficionados que habían acudido en masa a presenciar los festejos.
Debido a esos percances sufridos, en esta campaña tan sólo pudo actuar en once festejos. Sin embargo, en la campaña siguiente no llegaron los contratos en la medida esperada y actuó en nueve novilladas, destacando el triunfo alcanzado en Valverde del Camino en un mano a mano con Riverita.
Va bajando el número de actuaciones y el 19 de marzo de 1.966 se presentó en Las Ventas, actuando junto a José Luís de la Cava y Pablo Sánchez “Barajitas” para lidiar un novillo de Pilar Fernández de Cobaleda y otro de González San Román. Pablo recibió a su primero con una larga cambiada en chiqueros para estirarse en unas verónicas que se jalearon; buena faena de muleta con magníficos redondos y naturales ligados con el de pecho que se corearon con olés, pero, en su primero, necesitó de un pinchazo, media estocada y cinco descabellos por lo que fue avisado, recibiendo una gran ovación por la faena. En el que cerró plaza, manso y peligroso, no logró lucirse pese a su voluntad y mató de tres pinchazos y estocada corta, siendo aplaudido.
La carrera taurina de Pablo Gómez Terrón había entrado en declive y, así, en 1.967, tan sólo se vistió en una ocasión, fue en la plaza de Barcelona. Y nuestro hombre, hastiado de su situación, va alejándose de la profesión a la que había dedicado su juventud.
De forma sorprendente, anuncia su alternativa para el día 1 de agosto de 1.968, hace ahora 40 años, en la plaza Monumental de Barcelona. Dámaso Gómez sería el padrino y Gabriel de la Casa el testigo con la actuación, además, de la rejoneadora colombiana Amina Assís, para lidiar astados del Marqués de Domecq.
El animal se llamaba “Ganchillero”, marcado con el número 156 y un peso de 483 kgs., negro. Pablo recibió al de la ceremonia por verónicas y con un quite por chicuelitas. Brindó a una jóven que ocupaba una barrera y, con la muleta, Terrón citó para instrumentarle un estatuario y el animal se lo llevó por delante. Se fue al centro de la plaza y aguantó la acometida de la res, logrando una estupenda tanda de pases con la derecha, abriendo el capítulo de faena brillante, torera, valiente y ligada a la que puso remate de una estupenda estocada. Cortó una oreja al de la alternativa.
Con el otro, un animal difícil, aplomado, que se defendía, lo toreó por el lado izquierdo, el menos malo, y logró algunos naturales espléndidos a los que puso remate con ajustados y largos pases de pecho. Fue cogido y se levantó muy decidido para seguir en la misma línea. Mató de un pinchazo, resintiéndose de una clavícula, y una estocada, logrando otra oreja. En la enfermería fue asistido fractura de la clavícula derecha, que le impidió salir a hombros en tan importante tarde.
Nuestro repaso histórico de esta ocasión va a estar dedicado a un torero onubense que, a mediados de la década de los sesenta, fue capaz de arrastrar a multitud de seguidores en cuantas actuaciones llevó a cabo, cientos de admiradores de su manera de concebir el toreo en la que mezclaban el arte y el valor; un torero que estuvo acompañado siempre por la mala fortuna, en forma de cogidas en malos momentos y de mucha gravedad, que le cortaron su trayectoria profesional y, finalmente, le acompañó a la hora de morir trágicamente.
Vamos a recordar a Pablo Gómez Terrón, el torero nacido en Trigueros, de cuya alternativa se van a cumplir cuarenta años, por cuanto se produjo el día 1 de agosto de 1.968, en la plaza Monumental de Barcelona y de la que nos ocuparemos en este recuerdo.
Pablo Gómez Terrón nació en Trigueros el 25 de mayo de 1.943, en el seno de una humilde familia. Su proximidad al campo y, de manera especial, a las fincas en la que pastaban las reses de Gerardo Ortega, le hicieron aficionarse y empezar a soñar con ser torero. Precisamente, el ganadero triguereño sería, junto con su familia y otros amigos de la localidad, una de las personas que más le ayudarían en sus primeros pasos por esta difícil profesión.
Después de un período de tiempo de aprendizaje en el campo y algunas actuaciones de escaso fuste, Pablo Gómez se enfundó su primer traje de luces en la cercana localidad de Valverde del Camino, en la tarde del 23 de abril de 1.961. Y, hasta la población andevaleña se acercaron muchos paisanos que, al regresar a Trigueros hablaron maravillas de Pablo Terrón, de su arrojo y valentía y de su peculiar toreo.
En aquella ocasión hizo el paseíllo junto a Antonio Muñoz “El Choquero”, que reaparecía tras un reciente éxito en el mismo coso, y que aquella tarde iba a lidiar nos novillos así como el portugués Antonio Oliveira, en la lidia de novillos de Gerardo Ortega Sánchez.
Por cierto, aquel festejo resultó algo accidentado. Antonio Oliveira cortó una oreja en el que abrió plaza; El Choquero fue ovacionado fue aplaudido al finalizar con su primero y, cuando se encontraba muluteando al cuarto de la tarde, sufrió un palotazo en el vientre, pasando a la enfermería. Lógicamente, le correspondía al lusitano Oliveira acabar con el astado, pero también fue alcanzado por lo que ingresó en la enfermería. Entonces, el exnovillero Curro Puya, que se encontraba como espectador en el tendido, fue autorizado para finiquitar con el novillo.
Por lo que respecta a Pablo Gómez Terrón hay que decir que se mostró toda la tarde muy valiente. Aunque demostró, lógicamente, su falta de destreza, el triguereño no se amilanó por los innumerables revolcones padecidos, consiguiendo cuajar con muy buenos pases al novillo , recibiendo muchos aplausos del tendido y, al matar de estocada contraria, fue obligado a dar la vuelta al ruedo.
Comenzaba su carrera taurina que se fue desarrollando por diferentes plazas de la provincia onubense hasta que al año siguiente, 1.962, se presentó en la capital en un festejo de noveles.
Pablo Gómez Terrón estaba ya suficientemente curtido para dar un paso más en su carrera, por lo que el 23 de septiembre debutó con caballos en nuestra capital, en un festejo en que se lidiaron novillos de Eugenio Marín, y en el que actuaron Carlos Corbacho, que se despedía del escalafón, y el mejicano Mauro Liceaga, quien, además de cortar tres orejas, sufrió una herida de cuatro centímetros en su pierna derecha.
Por lo que respecta a Terrón hay que decir que estuvo acompañado por muchos paisanos, que disfrutaron con su actuación. Recibió a su primero, un gran novillo, con cuatro verónicas y media, que calentaron los tendidos, que reventaron con el quite por gaoneras. Con la muleta, tras brindar a su protector Gerardo Ortega, se enroscó el novillo a su cintura dando muestras de su indomable valor en dos series de naturales, mejor la segunda por su serenidad y su buen trazo. Tras dos pinchazos, dejó una estocada y, ante la insistente petición, la presidencia le concedió un trofeo.
No se acopló al capotear al sexto, aparatosamente armado, pero Gómez Terrón no se amedrantó y embarcó al novillo en un trasteo inteligente, cuajando una buena serie de redondos, no llegando a lucirse en los naturales, pero dejó estela de su valor. Pinchazo, estocada y dos descabellos y otra oreja al esportón para abrir la puerta grande del coso.
Comenzó muy bien la campaña de 1.963, sucediéndose los éxitos hasta que llegó la tarde del 2 de junio en Córdoba, donde se lidiaron cuatro novillos de Fermín Díaz Tresgallos y tres de Juan Belmonte. Aquella tarde, el rejoneador Manuel Baena cortó una oreja; y, en lidia ordinaria, Curro Martínez “Botines” fue ovacionado y Juanito Méndez cortó las orejas a su primero. Por lo que respecta a Pablo Gómez Terrón, tras ser ovacionado en su primero, resultó cogido por el quinto, sufriendo herida en el pliegue glúteo derecho, con dirección oblicua, que afectó a todos los músculos de la región, en los que produjo dislaceraciones y terminó en la región iquiálica de igual lado. También le produjo conmoción cerebral. Aquella cornada le hizo perder varios festejos que tenía contratados en diversas plazas.
Tras su reaparición, una de sus primeras actuaciones fue en las Fiestas Colombinas, toreando en la novillada celebrada el día 4 de agosto, donde alternó con José María Sussoni y el portugués Fernando dos Santos para lidiar reses de José de la Cova.
El triguereño se entretuvo en triunfar con el primero de su lote, un animal que presentó algunas dificultades, pero al que Terrón, en una prueba más de su inmenso valor como puso de manifiesto en pisar un terreno inverosímil y acariciándole los pitones, lo trasteó con unos redondos temerarios. Después, se dejó encunar para echar las banderillas a un lado y se recostó sobre las afiladas puntas, sobrecogiendo a la multitud que le gritaba “basta ya, basta ya” por el miedo que estaba pasando. Dos estocadas y el justo premio de las dos orejas, con fuerte petición de rabo. En el otro, el de Trigueros estuvo dominador e inteligente y sin sufrir el público los agobios del novillo anterior. Buena faena basada en el toreo de natural para acabar de pinchazo y estocada, ganando otra oreja.
Repetió Pablo Gómez Terrón el día de la Cinta de 1.963, fecha en la que debutó con caballos otro torero onubense, Antonio Muñoz “Batalla”. Aquella tarde, el de Trigueros totalizó una tarde triunfal por cuanto acaparó cuatro orejas y un rabo, logrando salir a hombros por la puerta grande y, al coincidir con el paso de nuestra Patrona, a la que Pablo había visitado por la mañana, le depositó los trofeos conquistados.
Hay otra anécdota de este festejo. Su entonces apoderado, José Luís Martín Berrocal, le hizo entrega de un precioso pergamino, obra del artista local Domingo Franco, en el que se hacía referencia que Terrón acababa con los autocares de la empresa Damas cuando toreaba por la enorme cantidad de partidarios que le acompañaban.
Poco después, el día 22 de septiembre, actuó mano a mano con José Luís Caetano en la plaza de Valverde del Camino, en una novillada que, desgraciadamente, ha pasado a la historia de aquel casi bicentenario coso, por cuanto, durante el manifiesto de las reses de Francisco Rincón Cañizares, el llamado “Carmelito” hirió gravísimamente al operario José Martín Díaz “Caballito”, que fallecería momentos después.
Aquella temporada, la de 1.963, Pablo Gómez Terrón la concluyó con catorce novilladas, cifra que debió ser mucho mayor pero que las cornadas se encargaron de disminuir.
Al comenzar la campaña de 1.964, Pablo Gómez Terrón sufrió una gravísima cornada en la plaza de Huelva. Fue el día 19 de marzo, cuando alternó con José María Sussoni y José Luís Caetano para lidiar astados de Diego Puerta. El novillero triguereño, lidiaba el segundo de la tarde, marcado con el número 84, 290 kgs. de peso y de nombre “Molinero”, al que había parado con tres lances primorosos, seguidos de unos adornos con arte y pinturería. Tras brindar al público, se dobló con soltura y dominio, demostrando ser el dueño del terreno que pisaba hasta que, desde el tendido, salió una voz que le reprochó la escasa presencia de su oponente, al decir: “a una cabra, miedo”. Pablo miró al tendido, se encerró en tablas y logró un muletazo de asombro para después, por las afueras, meterse materialmente entre la media luna astada de la feria, citando de costadillo, con medio cuerpo vuelto. Ni cabía más arrogancia ni más valor, pero el novillo alargó el cuello y le suspendió, durante unos segundos en el aire, dejando herido y siendo trasladado a la enfermería.
El doctor Ruiz López le atendió de una herida en la región perirectal izquierda, que penetra en la fosa isquiorectal, produciendo a su paso desgarro de la musculatura efinteriana y disecando el recto sin perforarlo hasta la altura de ampolla rectal en su límite inferior, schok traumático y hemorragia en grado mediano. Pronóstico grave.
Sin embargo, los médicos no apreciaron otra herida que sufrió el novillero, por la que se producía una fuerte hemorragia y un empeoramiento de su estado, por lo que, a instancias de su apoderado José Flores “Camará” fue trasladado al Sanatorio de Toreros, donde fue nuevamente intervenido y pudo recuperarse de la muy grave herida padecida.
Esa misma temporada, concretamente el 18 de julio, fue nuevamente herido en nuestra ciudad. Alternaba aquella tarde con José Luís Caetano y Sebastián Borrero “Chamaco II”, que se presentaba en Huelva, lidiándose novillos de Antonio Pérez Angoso. Aquella tarde, tras despachar con brevedad a su primero debido a las escasas fuerzas y, tras el triunfo de Chamaco II, Gómez Terrón hilvanó una escalofriante faena al quinto entre las ovaciones de los espectadores pero, al dejar un pinchazo, fue cogido por la ingle y, pese a la herida, pudo dejar media estocada, que le valdría las dos orejas y el reconocimiento de todos.
Fue curado de una herida en la región inguinal derecha, a nivel del Triángulo de Scarpa, con dos trayectorias, una hacia arriba y afuera de unos 15 cms. de extensión que secciona el músculo sartorio y otra hacia debajo de unos 10 cms. que contusiona el paquete vascular.
En las Colombinas de ese mismo año toreó, al igual que Chano Chamaco, dos tardes. En la primera, junto a Copano y Terrón, en su primero, se resintió de la cogida anterior; pero sacó sy casta en el otro, al que le cortaría las dos orejas. Por cierto, esa tarde, la del 2 de agosto, debutaron en la plaza onubense, los alguacilillos. En el segundo festejo, Pablo Gómez volvió a ser el Terrón de siempre, al salir con muchas fuerzas y deseos y, en su deseo de querer hacer lo imposible, sólo le faltó meterse dentro del toro cuando tomó la muleta. Pero no estuvo acertado con los aceros y perdió los triunfos, aunque siguió ganándose el aprecio de los aficionados que habían acudido en masa a presenciar los festejos.
Debido a esos percances sufridos, en esta campaña tan sólo pudo actuar en once festejos. Sin embargo, en la campaña siguiente no llegaron los contratos en la medida esperada y actuó en nueve novilladas, destacando el triunfo alcanzado en Valverde del Camino en un mano a mano con Riverita.
Va bajando el número de actuaciones y el 19 de marzo de 1.966 se presentó en Las Ventas, actuando junto a José Luís de la Cava y Pablo Sánchez “Barajitas” para lidiar un novillo de Pilar Fernández de Cobaleda y otro de González San Román. Pablo recibió a su primero con una larga cambiada en chiqueros para estirarse en unas verónicas que se jalearon; buena faena de muleta con magníficos redondos y naturales ligados con el de pecho que se corearon con olés, pero, en su primero, necesitó de un pinchazo, media estocada y cinco descabellos por lo que fue avisado, recibiendo una gran ovación por la faena. En el que cerró plaza, manso y peligroso, no logró lucirse pese a su voluntad y mató de tres pinchazos y estocada corta, siendo aplaudido.
La carrera taurina de Pablo Gómez Terrón había entrado en declive y, así, en 1.967, tan sólo se vistió en una ocasión, fue en la plaza de Barcelona. Y nuestro hombre, hastiado de su situación, va alejándose de la profesión a la que había dedicado su juventud.
De forma sorprendente, anuncia su alternativa para el día 1 de agosto de 1.968, hace ahora 40 años, en la plaza Monumental de Barcelona. Dámaso Gómez sería el padrino y Gabriel de la Casa el testigo con la actuación, además, de la rejoneadora colombiana Amina Assís, para lidiar astados del Marqués de Domecq.
El animal se llamaba “Ganchillero”, marcado con el número 156 y un peso de 483 kgs., negro. Pablo recibió al de la ceremonia por verónicas y con un quite por chicuelitas. Brindó a una jóven que ocupaba una barrera y, con la muleta, Terrón citó para instrumentarle un estatuario y el animal se lo llevó por delante. Se fue al centro de la plaza y aguantó la acometida de la res, logrando una estupenda tanda de pases con la derecha, abriendo el capítulo de faena brillante, torera, valiente y ligada a la que puso remate de una estupenda estocada. Cortó una oreja al de la alternativa.
Con el otro, un animal difícil, aplomado, que se defendía, lo toreó por el lado izquierdo, el menos malo, y logró algunos naturales espléndidos a los que puso remate con ajustados y largos pases de pecho. Fue cogido y se levantó muy decidido para seguir en la misma línea. Mató de un pinchazo, resintiéndose de una clavícula, y una estocada, logrando otra oreja. En la enfermería fue asistido fractura de la clavícula derecha, que le impidió salir a hombros en tan importante tarde.
No fue muy amplia la carrera como matador de Pablo Gómez Terrón pues, tras su alternativa, toreó otro festejo más en 1.968 y otra en la temporada siguiente. Se alejó del planeta taurino y, en 1.979, reapareció para actuar en tres ocasiones, siendo la última en un festejo mixto celebrado en Barcelona con la participación de Gregorio Lalanda y el novillero Paco Alcalde.
Alejado totalmente del planeta taurino y con una vida encarrilada por otros derroteros, Pablo Gómez Terrón quiso participar en los festejos de la reinauguración de la plaza de toros de Huelva en el año 1.984. En principio, las promesas eran tan fuertes que, incluso, llegó a encargarse un vestido nuevo; pero, finalmente, las palabras se las llevaron el viento y Pablo se quedó fuera de los carteles, produciéndole un intenso dolor.
Después de muchos avatares, decidió retornar a su tierra natal, donde fijó su residencia hasta que el 22 de julio de 1.999 se produjo la tragedia que acabaría con su vida. Aquel día su cadáver apareció en la piscina que el matador de toros onubense Antonio Borrero “Chamaco” posee en la playa de El Portal. Nadie sabe como se produjo la tragedia, pero lo cierto es que, a los 56 años de edad, Pablo Gómez Terrón dejaba este mundo tras una vida dedicada plenamente al toro.
Podemos decir que Pablo, especialmente en su etapa novilleril, fue un torero que alborotó a la afición onubense y, de manera especial, a la triguereña, que le siguió fielmente por todas las plazas que pisó; que Terrón hizo nacer una ilusión inusitada en todos los aficionados pero que las cornadas truncaron una carrera muy prometedora. La sangre que salió de su cuerpo fueron acabando con sus ilusiones taurinas que se fueron apagando también por el desprecio que sufrió d emuchos de los que se habían enriquecido a su costa.
Su memoria sigue perenne en su Trigueros y, según hemos podido conocer, hay intenciones de homenajearle con la dedicatoria de una calle para que su nombre quede perpetuado en su tierra natal.
Alejado totalmente del planeta taurino y con una vida encarrilada por otros derroteros, Pablo Gómez Terrón quiso participar en los festejos de la reinauguración de la plaza de toros de Huelva en el año 1.984. En principio, las promesas eran tan fuertes que, incluso, llegó a encargarse un vestido nuevo; pero, finalmente, las palabras se las llevaron el viento y Pablo se quedó fuera de los carteles, produciéndole un intenso dolor.
Después de muchos avatares, decidió retornar a su tierra natal, donde fijó su residencia hasta que el 22 de julio de 1.999 se produjo la tragedia que acabaría con su vida. Aquel día su cadáver apareció en la piscina que el matador de toros onubense Antonio Borrero “Chamaco” posee en la playa de El Portal. Nadie sabe como se produjo la tragedia, pero lo cierto es que, a los 56 años de edad, Pablo Gómez Terrón dejaba este mundo tras una vida dedicada plenamente al toro.
Podemos decir que Pablo, especialmente en su etapa novilleril, fue un torero que alborotó a la afición onubense y, de manera especial, a la triguereña, que le siguió fielmente por todas las plazas que pisó; que Terrón hizo nacer una ilusión inusitada en todos los aficionados pero que las cornadas truncaron una carrera muy prometedora. La sangre que salió de su cuerpo fueron acabando con sus ilusiones taurinas que se fueron apagando también por el desprecio que sufrió d emuchos de los que se habían enriquecido a su costa.
Su memoria sigue perenne en su Trigueros y, según hemos podido conocer, hay intenciones de homenajearle con la dedicatoria de una calle para que su nombre quede perpetuado en su tierra natal.
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