sábado, 12 de julio de 2008

Porque me llamo Jamaicano





Por que me llamo Jamaicano
Alguien podría pensar que el nombre de un toro de lidia es cosa baladí, puesto casi al azar, de cualquier manera. Habrán observado, si siguen las corridas de toros y leen con detenimiento las pizarras donde anuncian el peso, la ganadería y el nombre del animal que se va lidiar, que casi todos los animales que se corren en una plaza de toros gozan de largos nombres, trisílabos al menos, sonoros, bucólicos, que transmiten fuerza y bravura, nadie podrá olvidar a Choquero, Ambiciones, Topinero, en nuestra dehesa recordamos con cariño a Gemido o Distinguido entre otros muchos Todos estos toros quedaran para siempre en la mente del buen aficionado que tuvo el placer de disfrutarlos en Sevilla, Madrid, Jabugo y en el altar de los bravos donde cada ganadería rinde culto al dios uro.
Hay otros nombres malditos, aquellos que han herido o incluso han dado muerte a algún torero o banderillero en una plaza. Desde ese momento, ese nombre se elimina de los libros de la ganadería, incluso otros ganaderos que tuvieran algún toro del mismo nombre lo descartan, ya no hay Isleros, ni Avispados, ni Bailaores, ni Pocapenas en el campo bravo, ningún ganadero quiere tragedia y a todos les produce un tremendo dolor que un torero sea cogido por un toro que se ha criado en sus dehesas..
No amigos, no es el nombre cosa fútil ni trivial, más al contrario es cosa trascendental en el desarrollo de cualquier ser vivo. En el caso de un animal de lidia, indica nuestra reata, que es mi familia, la carga genética que corre por mis venas y habla de mis antepasados, su comportamiento, su historia. El nombre siempre ha sido un factor importante para evitar un grave problema de las ganaderías de bravo, la consanguinidad
De los miles de millones de seres animados que poblamos el planeta, apenas una pequeña parte goza del privilegio de tener nombre propio. Un asunto importante este del nombre reservado para el género humano, se hizo extensivo a algunos caballos, perros, alguna vaca mansa, algún loro, unos pocos canarios y algún animal doméstico que se cría en las casas de los humanos. Se de tribus donde no se pone nombre a sus vástagos hasta pasado algún tiempo para conocer virtudes y defectos o algún hecho notorio o inclinaciones del individuo y ponerle así un apelativo que identifique al miembro de la comunidad con su verdadero carácter.
Mi primer contacto con el hombre
En nuestro caso es más inmediato. Apenas podía sostenerme en pie aquella noche después de haber nacido, cuando mamá me empujó tras un montón de leña, La Torre es una dehesa limpia, sin jara ni monte bajo, pero mi madre se acuerda por instinto de las madres de la madre de su abuela, que, en aquella Iberia de bosques y humedales, tenían que esconder sus crías nada más nacer para alejarlas del peligro que suponían leonas, hienas, lobos y otras alimañas bien capaces de acabar con la vida de un becerro recién nacido.
Yo cuando nací era zancudo, todo patas y un pequeño cuerpo desproporcionado, Jamaicana se acercaba cada cierto tiempo son sus tibias ubres pletóricas y turgentes., yo mamaba los primeros calostros con delectación y placer, me gustaba sentirme protegido por esta vaca grande y fuerte, entregada a su labor de madre, la razón última de su vida.
Allí escondido vi venir a medía mañana dos caballos con dos hombres en sus lomos, este fue mi primer contacto con el humano, no sentí miedo, la sensación era extraña y, dice mamá, que no me olvide nunca del hombre y del caballo: serán mis amigos mortales desde hoy. En cuanto los vio, mamá salió corriendo en dirección contraria, a la cama donde yo dormitaba, pretendía despistar a aquellos intrusos, esta treta le sirvió mucho tiempo con los enemigos naturales, incluso con el hombre, pero los vaqueros expertos ya conocen las artimañas de vieja rockera de Jamaicana y pronto me descubrieron.
Uno de los caballos se acercó hacia donde yo estaba. El otro caballo aguardó interpuesto entre nosotros y el lugar hacia donde corrió Jamaicana, amparando la posible reacción de mamá, que miraba con atención la escena y podía en cualquier momento acudir a defenderme.
Puso el ganadero pie a tierra y se acercó. No se porqué, pero de pronto me ví arremetiendo con todas mis pocas fuerzas contra aquel extraño que osaba entrar en mi jechio, mi más honda intimidad se vio ultrajada y me salió toda la bravura mamada durante miles de años y seleccionada por el hombre, me lo hubiera comido, pero mis pocas fuerzas y mi torpeza eran mayores que mi raza y mis ganas de embestir contra quien forzaba mi tranquilidad.
La sonrisa iluminó su rostro al observar complacido la mata de pelillos que en medio de mi vientre advertían de mi sexo
- Un machote, dijo por toda expresión, mientras con pericia se libraba de mi inocente acometida y me cazaba apretando mi cuello entre sus piernas y sacaba del zurrón un aparato metálico que pronto aplicó a mi oreja y tras dos pinchazos quede adornado con un plástico color teja: ya estaba matriculado.
Luego hizo un apunte en una libreta, algún día os contaré todas las cosas que caben en la libreta de campo de un ganadero,
Es una obligación legal esta de imponer un crotal a cada bóvido que nace en una explotación. Ahí, colgando de las orejas tengo un sello identifica que me distingue de todos los terneros y terneras del mundo, mi DNI. Ya no es necesario ahijar, identificar cada madre con su hijo, desde mi fecha de nacimiento, hasta mi reata, todo, viene reflejado en el antiestético plástico de las orejas.
Antiguamente era más fácil, bastaba con el herradero, el hierro a fuego en el anca, pero ahora…., la burocracia obliga a todos estos engorrosos trámites.

Mi nombre: Jamaicano
Pero hoy quería contarles lo de mi nombre. El nombre de un becerro bravo suele ser impuesto en los primeros días de vida, en cada ganadería se realiza el rito de una forma diferente, y lo hace una persona distinta. Hay ganaderías en las que el nombre lo pone el primero que ve al choto recién nacido, suele ser un vaquero o el mayoral. En otras siempre es el mayoral, en alguna es labor reservada al ganadero, se de casas donde es un rito que lleva a cabo un sínodo compuesto por mayoral, ganadero y familia. En nuestra casa es el ganadero quien ejerce esta labor y, mientras volvía al cortijo, decidió el nombre que espero algún día quede escrito con letras de oro en el libro de honor de la ganadería: Jamaicano.
Hay que tener en cuenta que cada año nacemos en una ganadería, como está de Don Guillermo Acosta donde vine al mundo, unos cien becerros, poner cien nombres por año no es fácil, fijaos vosotros los humanos, que traéis al mundo dos o tres hijos en toda la vida, y …!! os formáis un lío muchas veces¡¡
Por lo tanto desde antaño, se suelen establecer normas que ayudan a nombrar a los que vamos naciendo. Hay casas en que las hembras se llaman siempre como su madre, si la madre se llama Pastora, la hija del año 08 será Pastora I,, si nace otra hembra sería pastora II y así continuaría la saga. Esto es un lío y la mayoría de los ganaderos han abandonado esta forma poco práctica de nombrar al ganado. Alguna casa, como la cercana y amiga de Cuadri mantiene la ganadería dividida por familias, la de las profesiones, las flores…; otras lo hacen por familias de letras, de la “F”, de la “P”; otras por regiones de las andaluzas, vascas… y cada vaca que nace, lleva esa referencia inconfundible en su nombre, siempre se trata de no perder el norte en cuanto a los ascendientes de cada vaca.
En esta casa ganadera hace ya muchas generaciones han elegido una forma distinta y curiosa de llamar al ganado. Cada año ganadero, del uno de Julio al 30 de Junio, se dedica a una letra por la cual empezaran todos los nombres de las hembras nacidas ese año, si un año se decide que sea la D, las becerras nacidas esa primavera son Dama, Damisela, Dueña, Duquesa, Dadivosa, Delantera…., el año de la P, Primorosa, Primera, Perla, Preciosa…. Los hijos de esas vacas serán lo Dueños, Dadivosos, Primeros, Preciosos…..
En un año de Jotas, 1994, nació mama, Jamaicana, en su camada jugaban Jilguera, Jarosa, Juguetona, y luego llegué yo, a los hijos machos de las camadas se nos nombra a partir de la raíz semántica de la madre, así es más fácil conocer las reatas, saber de que madre y de que familia somos, los hijos de la Jilguera serán un Jilguero, un Jilguerito, un Jilgueroso… Como hijo de Jamaicana, tuve que ser Jamaicano. Mi padre, Duque, era hijo de una Duquesa, la gentes del campo conocen mi ascendencia, mis antepasados ilustres lidiados en Madrid o en Sevilla, los bravos de época, los de vuelta al ruedo….
Como rareza y anécdota curiosa os contaré que hay veces que coinciden en una misma corrida dos hermanos de padre y madre, con el mismo nombre, de dos años distintos, un cuatreño y un cinqueño, es una cosa rara pero ha sucedido en alguna ocasión.

Ya existo para el resto del mundo, ya no soy un sinpapeles, ya estoy documentado.
Otro día les contaré a ustedes todos los documentos que, desde que nacemos, nos caracterizan legalmente y mediante los cuales se nos identifica.
Pero ya saben por que me llamo Jamaicano, sólo espero ser digno sucesor de mi madre, mi padre y de todos los bravos ancestros que fueron aprobados en tientas de tiempos inmemoriales.

1 comentario:

Conchita de Fátima dijo...

OLE EL ARTE DE TU PLUMA. DESPUES DE LOS DOS COPAZOS QUE ME HE TOMADO CONTIGO EN MI CIUDAD DEL GUADALQUIVIR LLEGO A CASA Y ME ENCUENTRO ESTA HISTORIA PRECIOSA. DESPUES DE VARIOS DIAS SIN PODER ACCEDER SAL BLOG ME ALEGRO ALEGRO ENCONTRARME HISTORIAS DE DEHESAS DE ESAS QUE HACEN AFICION. UNA BONITA MANERA DE CONTAR EL PORQUE A LOS TOROS Y VACS SE LES PONE UN NOMBRE U OTRO.

Haciendo hilo

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