Yo estuve allí
Vuelve José Tomás a Huelva. Una alegría, sin duda. Ilusión para todos, público y aficionados. También, como no, para hosteleros, comerciantes y todo aquel que puede hacer su "agosto", nunca mejor dicho, en una tarde toros de desbordada expectación.
Siete años han pasado de la última tarde del de Galapagar en el coso choquero. Siete años desde aquel 3 de agosto de 2002, tarde en la que también se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, tarde en la que, a diferencia de la que tiene que venir, no se llenó La Merced. Eran otros tiempos, otro marketing, tal vez.
No estaré en Huelva el próximo 3 de agosto, pero si estuve el mismo día hace siete años. Lo que se espera este año, una tarde importante y un toreo grande, también ocurrió aquel día. Salió un toro de Cuvillo, cuarto, Aguaclara, nombre mítico en esta ganadería y el cual han llevado toros importantes. Salió Aguaclara, decía, y ante él llegó ese toreo esperado. Verónicas de seda, el percal hecho sentimiento, derramando cadencia y majestad. Después el cante grande en la muleta, el toreo largo, profundo... eterno, y los remates, ¡ay, los remates!, pellizcos de arte directos al corazón. El toreo que hiere, el toreo que queda. Y vaya si quedó. Recuerdo que Huelva era un manicomio. Ese manicomio cabal y entregado en el que se convierte una plaza de toros cuando lo que se ha visto en el ruedo ha calado en el sentido y ha llevado a los presentes a ese estado de enajenación inexplicable, tan sólo entendible desde la emoción más verdadera, la que provocan naturales, redondos y trincherillas, removiendo sentimientos y marcando las memorias. El de Cuvillo, Aguaclara, casi llego a respirar otra vez el verde de los cercados de "El Grullo", pues La Merced rugía solicitando el indulto, mientras el torero se perfilaba para darle la muerte reglamentaria. Recordé entonces, mientras agitaba mi pañuelo, aquel otro animal que en ese mismo ruedo yo había visto salvar su vida. Culito, de Pereda, apenas dos años antes. No corrió la misma suerte Aguaclara, aunque sí, al menos, tuvo una muerte a la altura de su bravura, la que había permitido a su lidiador tocar la gloria de una faena para el recuerdo. Dos orejas. Monumento cumbre al arte de torear. Aquella faena, aquella vuelta al ruedo, aquel recuerdo, me llenó de felicidad, y aún hoy me sigue alimentando.
Fue hace siete años. La última tarde de José Tomás en Huelva, la que quedó para el recuerdo de una faena grande de Juan Serrano "Finito de Córdoba". Sí, yo estuve allí.
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