Todavía quedan alfajores por las despensas y ya están en la calle calle los carteles taurinos abrileños. Una feria hispalense bien apuntalada con las rutilantes figuras de Vega, Jiménez, “Cien por Cien” y el hermano de Cayetano
En rejones, Bohórquez y Domecq traen un soplo de aire fresco a las dos combinaciones urdidas.
Julito Aparicio se constituye como la gran esperanza del toreo de arte. El Cid, como siempre, se queda solito con la de Victorino. Mientras en la de Palha, un catalán, un azteca y un vasco salvan el tipo –y no es ningún chiste porque son diestros serios los tres-. Del 16 al 21, un collage (como la pintura de Gordillo) de supuestos mandones. ¿Por qué le llamarán rivalidad cuando en realidad no pasa de mera competencia o burocrático intercambio? Y a todo esto se suma que Curro (el faraónico de Camas, no el del flequillo rubio) cumple este año una década desde su adiós algabeño. ¡Curro, vuelve, te añoramos! Por no hablar de los cabales casos de Moreno, Vilches y Valverde, tres espadas para aficionados de verdad que al parecer no son dignos de pisar el dorado albero del Baratillo. Por último, nos tragamos Arenales cuando suspiramos por Comeuñas y aceptamos Fuente Ymbro como ganadería encastada. Molés, vaya poniéndose la brillantina en el bigote que al de Galapagar no le ha gustado cómo han quedado las obras de La Maestranza y no piensa aparecer por aquí ni de gañote.
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