Quinta y última entrega Viene de
1 Conociendo al doctor Jiménez
2 El doctor Jimenez nos gana a todos
3 Jiménez en su salsa
4 Comiendo con lobos
Mediodía de domingo. El día más tranquilo del ciclo y el último. Como son rejones no vamos al sorteo. No hay magazine local en COPE y todo se reduce en llegar al hotel a las 2 para iniciar tertulia a las 3. Ese día nos acompaña el ganadero Javier Molina que lidia por la tarde, lo acompaña un amigo. Junto a Mezquita y Pepe León se sentará Rafael Yñiguez, remontista señero y ganadero que fue de reses bravas.
Empezamos con una cerveza en el Bar Inglés del hotel, cuyo suelo representa estrellas de seis puntas, similares al hierro de Borja Domecq (Jandilla), a la sazón suegro del ganadero de raíces onubenses que lidia por la tarde, y que no sirve de guasa:
- No pises fuerte el hierro de Jandilla que se lo decimos a tu mujer- Le espeta Mezquita
El aperitivo discurre desenfadado y sin tensiones. Entra en el Monteconquero Hermoso de Mendoza con su hermano Andrés que alterna un rato con nosotros, mientras le montan los cubiertos en la mesa de su cuadrilla. Fermín Bohórquez también pasa por la barra y es precisamente en ese momento cuando dan aviso desde recepción a Rafael Mezquita que tiene una llamada de teléfono. Son las dos y media de la tarde.
Seguimos conversando y a la vuelta de atender la llamada, me pregunta Mezquita
- ¿Has visto a Jiménez?
- ¿El médico?- confirmo, como si hubiera otro Jiménez en nuestras vidas- Lo deje anoche en el hospital que había quedado con un compañero para ir a las Colombinas. ¿Tan mal tienes esas almorranas centinela que no puedes pasar un minuto sin tu doctor preferido?- le pregunto con guasa
- No, déjate de bromas. Me llama Juan, el de la Plazuela de Aljaraque, al parecer el Doctor Jimenez había concertado una comida para cuarenta comensales y no da señales de vida.
- ¿Y por que te llaman a ti?
- Al parecer no responde al teléfono móvil que dejó. Y cuando estuvo allí concertando la comida usó mi nombre como referencia.
No dimos más importancia al asunto hasta que llegó la segunda llamada. Rafael Mezquita, que era un hombre de carácter, se levantó airado de la mesa. En esta ocasión quien estaba al otro lado del teléfono era el propietario de La Marismilla, de la Avenida de Cádiz. La causa era la misma que la anterior llamada. Había una reserva para un grupo a nombre de Jiménez y allí no aparecía nadie. Mezquita se desmarca del doctor, dice que no sabe nada y que le pasa con recepción para que le pasen la llamada a la habitación del cordobés.
Ahí es cuando saltan las alarmas. La recepcionista asegura:
- No hay ningún huésped registrado con ese nombre en el hotel.
- No es posible, mirad bien, Jiménez, Rafael Jiménez de Córdoba- Nerviosea Mezquita
- Nada, Don Rafael, que no hay nadie alojado en el hotel con ese nombre. Ya lo he mirado esta mañana que nos han llamado de El Paraiso
- Mira en el registro de ayer. Ayer estaba seguro.
La paciente empleada confirma que nunca estuvo alojado en el establecimiento ningún Jiménez. Ya lo había revisado ayer cuando llamaron del restaurante puntaumbrieño.
- En la última semana no hay nadie con ese nombre. ni las señas que usted me da.
- ¿Y para que lo llamaron de "El Paraiso"
- Nos comentó Gonzalo algo de una reserva para un congreso de médico taurinos y el maitré no tenía claro si el el postre era el mouse o era la crema de Luis Felipe.
Empezaba la emisión en directo de la tertulia cuando se me acerca David de "El Abuelo Manuel"
- ¿Y tu amigo, el médico de Córdoba?
- Ni idea ¿Por qué?
- No que lo estamos esperando. ¿Tu vienes a a comer con ellos?
- Yo ya he comido y el tal Jiménez anda desaparecido
- ¿Quéee? Si nos tiene una reserva para cuarenta y cinco y estamos echando para atrás gente desde las dos de la tarde. ¡Hasta a Pablo Hermoso de Mendoza le hemos dicho que no!
En ese momento vuelve a sonar el teléfono. Preguntan por Jiménez y al explicar que no se hospeda allí, solicitan la presencia de Mezquita que se niega a ponerse. El hall del hotel es un guirigay. Jeromo se presenta a la caza del hombre más buscado del día. Su restaurante no abría nunca el domingo, pero el tal Jiménez le convenció para que preparase una mariscada para 40 médicos taurinos. Tuvo que contratar personal y comprar el género y allí no se había presentado nadie. Ya cerraba por vacaciones su local de la Plaza de la Merced.
Al menos de estos sitios tenemos constancia. Plazuela, Paraiso, Marismilla, Jeromo, Abuelo Manuel. La táctica siempre fue la misma con las improvisaciones y detalles escabrosos que cada sitio exigía.
El presunto doctoro Jimémez se había personado durante esos días de Colombinas en el establecimiento en horas de comida. Se acomodaba en la barra y empezaba a contar sus historia que con con variantes y matices era básicamente.
- Soy médico taurino, o soy médico taurino del equipo de Enrique Ponce. o de la plaza de toros de Córdoba.
Mientras iba pidiendo unas entraditas apetecibles y rumbosas regadas con manzanilla. Un poquito de Jamón de Jabugo, una ortiguillas, unas gambitas blancas, unas coquinas.... Seguía con su estrategia
-"Vienen a comer unos amigos, todos médicos", O "es un congreso "informal" de cirujanos taurinos". O "Enrique Ponce ha juntado a todos los médicos de las plazas de toros donde le hemos tratado"...
Los mejores platos de la carta iban pasando por la mesa de Jiménez que a esas horas ya tenía al dueño del local a sus pies.
- "Y el domingo estamos cerrando sitio para comer" Y seguía "Teníamos pensado El Paraiso, o La Plazuela..."- En cada local nombraba alguno de la competencia- "pero hoy viendo la calidad de los que se sirve aquí, me parece que lo voy a cambiar"...
Este era el momento en que cada chef se lucía y sacaba el plato estrella, los bogavantes o las carrilleras al Pedro Ximenez o los huevos de choco de más enjundia de la cocina. Él, como yo fui testigo en "Abuelo Manué". ponía la muletita planchada constantemente-
- "Que buena pinta tiene ese choco entero", o "lo ideal sería acabar con un poco de carne ibérica, pero algo especial", o "que bien vendía algún pescado en guiso marinero" ...
Nunca forzó nada, nadie se sintió mal, ni obligado. Jiménez bebía manzanilla con mesura. comía con ansias, hablaba con sentido y siempre tenía al hilo la referencia oportuna
- "Es que anoche en la tertulia del hotel el directo me comentó que viniese a veros..". O "es que me ha dicho Rafael Mezquita que pregunte por vosotros..." O "es que Javer me ha convencido que os elija...."O "es que el alcalde me comentó que viniese". O "es que me lo dijeron desde el Huerta Honda en Zafra..."
Se sabía ganar la confianza sin aspavientos. Rechazaba la copa dura o el licor que le ofrecían y, siempre tras confirmar la reserva para la comida del domingo, llegaba el momento álgido: La hora de pedir la factura de su ágape. Nunca la esquivó.
La alternativa era variada.Desde una mayoría de ocasiones en que el mesonero vio el negocio sobrevenido, cuarenta comidas de ese nivel le reportaban cerca del medio millón de las añoradas pesetas (3.000€) y le decía que estaba invitado, a aquel más cercano al suelo que pretendía cobrarle y entonces el presunto doctor esgrimía:
- Para no andar ahora con líos, el día de la comida lo incluyes, que así no le tengo que pasar don notas al mozo de espadas de Enrique (se supone que Ponce, claro)
O el siempre socorrido asunto de la tarjeta de crédito.
- Lo sumas al total de la comida del domingo y así no te cobran dos comisiones, ¡Hay que mirar por el negocio!
Todos quedaban conformes. En ningún sitio levantó la mínima suspicacia. Abrazos saludos y un
- "Hasta el domingo, prontito, si a las dos en punto"
Desde la puerta del local frotándose las manos el propietario ante la perspectiva de facturación segura.
Y el domingo, lo relatado. Nadie se presentaba. Nadie llamaba. Y nadie repondía al teléfono que el buen comensal dejaba "para cualquier cosa que surja" en los sitios de comida por donde dejo su estela.
Ninguno de los afectados presentó denuncia. A todos, hombres y familias que han echado los dientes detrás de un mostrador, les dolía más el fuero que el huevo, menos a Jeromo, que estuvo comiendo langostinos todas las vacaciones a cuenta del cordobés. La habilidad del prenda los había hecho picar de lleno.
- ¿Que denuncio? No tengo nada firmado. Yo lo invite a comer por que quise. O aún así son diez mil pesetas (60€). No quiero líos,,,
Además el interfecto había cuidado mucho el decir a todos sus estafados el nombre el otro establecimiento que iba a dejar tirado con un menú contratado para ese día. El viejo truco del timador timado. Les pagaba a todos con la moneda que sibilinamente había dejado caer en la conversación.
Nunca fue huésped del hotel. El director que le había dado de comer, nunca tuvo la curiosidad de buscar la ficha del simpático viudo.
No existió nunca un doctor Jiménez que practicase la cirugía en el Hospital Reina Sofia de Córdoba.
Mezquita empezó indignado y acabo sonriendo ante la simpática picaresca del cordobés (¿Seguro que era de la tierra de la mezquita?), para acabar otra vez mosqueado cuando le pregunté delante de testigos
- Pero. Rafael, se franco Cuéntanos como fue que te hizo el tacto rectal
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El doctor parecía tragado por la tierra. Acabaron las Colombinas del 2000. Nadie lo volvió a ver ese día.
A los dos días se lo topó andando por una céntrica calle de Huelva una de las amigas que lo conoció en la inauguración de la exposición. Él cambio de acera, bajo la mirada y aceleró el paso.
Algún tiempo después, alguien nos contó sin muchos más datos que en "Andalucía Directo" un programa de la televisión autonómica, "Canal Sur", habían contado una aventura similar en alguna otra provincia y algún tabernero y su familia le habían dado un escarmiento.
La "estafa" del doctor Jiménez no superó las seis comidas y alguna entrada de toros. Se sentó a comer con delegados del gobierno y comisarios de policías.
Rafael Mezquita murió tres años después sin cumplir con su intención de echárselo a la cara en alguna feria taurina del mundo. ¡Ah y sin tacto rectal ninguno!.
Yo moriré con la misma pena, pero repitiendo esta extraña historia cada vez que tengo ocasión. Espero les haya gustado
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