GANADERIA: Seis toros de La Palmosilla, desiguales de presentación, mejor los dos últimos, y de buen juego con distintos matices. Primero soso que se rajó, bueno el segundo, al igual que el cuarto que se apagó y bravo con mucha nobleza el sexto. Este último fue muy aplaudido en el arrastre.
TOREROS: FINITO DE CORDOBA (grana y oro). Cuatro pinchazos y tres descabellos (silencio tras aviso) y estocada trasera (dos orejas sin dar la vuelta al ruedo).
RIVERA ORDOÑEZ (corinto y oro). Estocada trasera y caída (silencio tras petición no atendida) y pinchazo y estocada caída (ovación con saludos).
EL FANDI (barquillo y oro con remates negros). Pinchazo y estocada caída (silencio) y estocada corta caída y atravesada (dos orejas).
INCIDENCIAS: Séptimo festejo de abono de la Feria de Nuestra Señora de la Salud de Córdoba. Más de media entrada en tarde calurosa en la que en ocasiones molestó el viento. Nada destacable entre las cuadrillas. Al final del festejo Finito de Córdoba y El Fandi salieron a hombros por la Puerta de los Califas.
Lleva Córdoba un tiempo censurando a su torero consentido de los últimos tiempos. El mejor torero de Córdoba de los últimos años, lleva un tiempo quejándose de la dureza de su público. Hoy a pesar de salir, una vez más, a hombros por la Puerta de Los Califas ha sido pitado con fuerza. La Córdoba taurina tan condescendiente a la vez que exigente con Juan Serrano, se ha enfadado. El público es soberano. Como en todos los espectáculos el que paga siempre lleva la razón. Por eso al público hay respetarlo siempre. Es él, el que encumbra o el que hunde. Ese mismo público que lleva veinte años tras un torero apoyándole, siguiéndole y exaltándolo, es el mismo que exige, protesta y es en ocasiones es cruel. Pero siempre y a pesar de todo hay que respetar para ser respetado. Andaba Finito a la deriva en la feria. La gente le exige porque sabe de lo que es capaz. Por eso su conformidad de los últimos tiempos le ha sido censurada. En el cuarto tras un bello inicio por bajo, Finito, le presentó guerra con la mano derecha, dándole distancia y con ello verdad. Surgieron los muletazos limpios y soñados por todos. Los remates de pecho fueron largos y señoriales. Subió al tono con el toreó al natural. Cadencia, buen gusto y por encima de todo mucha verdad. Destacó una tanda, quizá la menos estética, con la izquierda en la que cargó la suerte y vació los muletazos detrás de la cadera. Prosiguió el trasteo retomando la mano derecha para ejecutar dos muletazos solemnes rematados con ayudados por bajo de gran plasticidad. Mató rápido y ese público que tanto le exige, le pidió con fuerza el doble trofeo que fue concedido. Luego vino el gesto descortés y poco elegante. El torero no paseo las dos orejas negándose a dar la vuelta al ruedo. La polémica está servida. En su primero la labor fue corta, discontinua y de más a menos por las cualidades del toro. Detalles de buen toreo y una actitud enrabietada lo único positivo.
Rivera Ordoñez anduvo en Córdoba como el agua. Inodoro, insípido e incoloro. Tuvo un buen toro, el segundo, al que le trazó un trasteo, tras banderillear regularmente, en líneas rectas y estético sin más. Un público amable le solicitó un trofeo que la presidencia con buen criterio no concedió. Tras la petición no atendida, lo hecho se había olvidado. No fue siquiera invitado a saludar. Los públicos de hoy son así. En su segundo, tras el ‘follón’ con Finito, el público no le hizo caso. Se aburrió el torero y todo terminó sin color, olor ni sabor.
La tauromaquia de El Fandi es poderosa, pero poco más. Ayer tuvo una ocasión única de haber dado un aldabonazo fuerte en una plaza de primero, pero no pudo. No es que estuviera mal, pero pudo estar mejor. Ante el sexto, de nombre ‘Independiente’ y que puede ser el toro de la feria, estuvo correcto y poco más. Le tenemos anotados algunos muletazos largos y templados, poco más. El toro merecía más. El Fandi no estuvo a la altura a pesar de la Puerta de los Califas. En su primero, cuajó un trasteo insulso y de pocos argumentos.
A la salida del coso, los comentarios eran los mismos. Qué gran toro y que gesto tan poco elegante, precisamente del torero de más elegancia del escalafón.
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