viernes, 17 de enero de 2014

Nacencia. Está naciendo la bravura.

Luis Chamizo
l´abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la luz de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.
Toito lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.


Con sigilo están pariendo las vacas. Como si la naturaleza les hubiera impuesto un ritmo, un orden inalterable, un discreto silencio. Cada madre busca la que sabe su noche, su sitio, su forma. A oscuras, sólo la luna alumbra el nacimiento de la bravura nueva. 
Las preñaron el invierno pasado, a las más fogosas, a las más prontas. A las mas tontas dice el vaquero. A las más bravas, sostiene el mayoral, de menos palabras pero de más verdades. El semental las fue cubriendo sin más cortejo que la fuerza común de lo instintivo. Sin más celos que la necesidad de llenarse de vida en el día que impera la fertilidad.
Se apartó la becerra burraca de la piara en la tarde ayer. El vaquero la vio rumiando tras las escobas y se sonrió. Manda la soledad de la dignidad en el dolor y en el trance que en la naturaleza es ley.
Llueve manso en la noche templada. A la novilla no hay que explicarle nada. Al vaquero nadie tiene que explicarle nada. Nadie tiene que explicar nada en la naturaleza. Paren las vacas solas. Paren entre instintos ancestrales y ordenes implícitas, firmes. Surge a la vida él que hace un instante era nasciturus. Se quita del cordón, respira sin saber, mira, olfatea y lo que nace es tan tierno que nadie creería que llevase el peso de tantas generaciones, tantos sudores, tanta bravura, en un cuerpo al que las patas pronto aprenden a soportar. 
Nadie enseña y nadie puede evitar el rito viejo de quitarle la tela de araña al jato que la mira. La vaca lo mira al relance mientras busca en la negrura sin haber visto antes el estrecho viejo camino por donde atacaba el enemigo lobo y el camino amplio del incierto hombre. Sudor en el húmedo hocico que humea, frió en la genética ardiente de quien ha cumplido su encomienda.
Este invierno de aguas ya han empezado a nacer los del guarismo 4. Cada noche, en cada dehesa, en cada lote, en cada reata. A veces quedan escondidos de los ojos del hombre días, incluso semanas. ¿Como se la ingeniará la vaca para que el becerro no la siga y quede al abrigo de la espesa mancha? 
Luego los chotos barruntaran la civilización, los crotales, los saneamientos, los hierros, las plazas. Pero ahora sólo huelen a olor de madre, a campo, sólo saben paladear el calostro alimenticio y sólo tienen ojos, grandes y abiertos, para su madre, la vaca, y para la gran madre de todos, la pachamama.
Y sigue pasando el invierno y una primavera esplendida llegará y un año será el verano sangriento de muerte y lucha. Y saltará al ruedo un cuatreño que nació anoche. Pero querer contar esto es ilusión...


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