Por Juan
Guadalupe y Jose Morente.
Fotografías: Enrique Luque
El
trabajo callado, serio y constante de los responsables de la Escuela Taurina de
la Diputación Provincial de Málaga (Oscar
Plaza y Fernando Cámara) está dando sus frutos, magníficos frutos, y la mejor
muestra fue la sensacional tarde de toros que pudimos vivir ayer en
Benamocarra.
Y está
bien que así sea para poner un desmentido y un contrapunto a aquellos que
piensan que, en este mundillo del toreo, lo que vale son las componendas de
despacho, el intercambio de cromos y los politiqueos interesados.
Nosotros
queremos pensar que no. Que lo que vale, lo que tendría que valer, en el toro y
en la vida, es lo otro: la profesionalidad, la responsabilidad, el ir por
derecho. En una palabra, la torería.
Y torería
fue lo que se derrochó ayer en el ruedo de ese coso portátil convertido en
permanente por el empeño e interés del Alcalde (D. Absdelam Jesús Aoulad B. S.
Lucena) de este pintoresco y taurino municipio de la Axarquía malagueña.
Derrochando
torería, abrió plaza Fernando Cámara
que sentó cátedra con su toreo. No es fácil, ni es este el sitio, describir uno
por uno los infinitos pormenores y matices de la actuación del maestro,
actuación que fue seguida con máximo interés por sus alumnos, por los
aficionados y por todo el público invitado al evento y que llenaba el coso. Su
lección lidiadora, magistral, justa y precisa ha quedado grabada en nuestra
memoria para siempre.
Adolfo Ramos, el
novillero con mayor enjundia del actual escalafón de novilleros con picadores
(y que me perdone el resto del escalafón), demostró que es cierto aquel aserto
de Rafael el Gallo quien decía que “Torear es acariciar suavemente”. Adolfo
toreó acariciando a su novillo con suavidad rayana en lo increíble. Fue el suyo
un toreo de guante blanco que, por lo desusado y escaso, encierra un valor
incalculable. Rara avis en el toreo actual. Es menester que este novillero no
se nos pierda para el toreo.
La
importancia de un maestro, lo que diferencia al maestro del que no lo es, no
está en sus conocimientos sino en su capacidad de transmitir esos conocimientos
a sus alumnos. Y, visto lo visto ayer con la actuación de sus alumnos, la capacidad
de magisterio de Fernando es inmensa y el título de maestro más que justo y
merecido.
Joaquín Galdós, demostró
poderío, variedad y solvencia con el novillo más encastado de la tarde al que
acabó sometiendo y toreando con relajo en la muleta. Antes lo había cuajado,
exquisito, con el capote. José Antonio Lavado midió los tiempos de la
faena con la solvencia del novillero brillante y avezado. Toreó (y muy bien)
cuando había que torear y se entregó (entusiasmando a sus paisanos) cuando
había que entregarse. A su habitual arrojo unió unas dosis de inteligencia nada
desdeñables. José Antonio “El Lauri”
cerró con broche de brillantes la jornada. El toreo caro, de muchos quilates, de
ese jovencísimo torero y la rabia novilleril forman una combinación explosiva
que encandiló a los que tuvimos la suerte de verlo.
Además,
los tres, junto con el resto de compañeros de Escuela que actuaron de
banderilleros y peones, pusieron el mejor desmentido a aquellos que sostienen
que las escuelas enseñan oficio pero restan personalidad. Una afirmación
totalmente errónea en el caso de la Escuela
de Málaga pues sus alumnos derrocharon oficio, variedad infinita en los
repertorios, rigor y precisión en el manejo de los engaños y conocimiento de
las reses pero, todo eso, manteniendo cada uno su propia, exclusiva, diferenciada
e intransferible personalidad.
Sólo por
eso, aunque hay muchos más motivos, la Escuela de Málaga tiene, hoy por hoy y
que sea por mucho tiempo, categoría máxima de Universidad del toreo.
Ficha del festejo:
Plaza de
toros de Benamocarra. Sábado 19 de
octubre. Clase práctica de la Escuela Taurina Diputación Provincial de Málaga
que se celebra con gran ambiente y lleno hasta la bandera.
5 erales
de Antonio Macandro, bien
presentados, bravos y con clase, aunque alguno justo de fuerzas.
Fernando Cámara (2
orejas). Adolfo Ramos (2 orejas). Joaquín Galdós (2 orejas). José Antonio Lavado (2 orejas) y José Antonio “El Lauri” (2 orejas).
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