miércoles, 3 de diciembre de 2014

La curiosa historia del doctor Jimenez. (...2.- El Doctor Jiménez nos gana a todos)


2.- El Doctor Jiménez nos gana a todos
El calor no había desaparecido a las nueve de la noche, los invitados llegaban lentamente a los salones del hotel. No es tierra de corbatas Huelva en época de fiestas mayores, pero se veía el caché de los invitados por la emisora. El director había elegido con tino a medio centenar de miembros de la sociedad civil y militar onubense encabezadas por el alcalde Pedro Rodríguez. El homenajeado era Miguel Báez Spuny, “Litri” con cuyos vestidos de torear, retratos, esportón, recuerdos y resto de avíos que se recogieron de su domicilio en la calle Rico, se había montado una pequeña exposición. 
Se presentó el afamado matador de toros a la inauguración acompañado de su esposa, Conchita, su hija menor, Miriam, y el entonces novio de esta, el matador de toros cordobés, Rafael González “Chiquilín”. Además de su alter ego y artífice de la exposición, Pedro Macias.
El acto fue sencillo y corto en su parte formal, apenas unas palabras de agradecimiento y alabanzas del más grande torero que dio esta tierra por parte de Mezquita, el discurso onubensemente torero y “litrista” del alcalde, un guiño entrañable a su barrio y a su gente del torero y en seguida empezaron a servir los aperitivos.
Casi al mismo tiempo que apareció el Dr. Jiménez. Con la misma sonrisa, la misma ropa que a mediodía, y las mismas ganas de ligar hebra. Se acercó en primer lugar a “Chiqulín”, saludándolo con seguridad y desde antes de llegar.

-         Hombre Rafael. ¡Cuanto tiempo!-Le espetó el galeno al otrora esperanza del torero cordobés y pretendido rival de Finito, mientras esbozaba un abrazo.
-         Me alegro de verte- Respondió el torero con corrección al efusivo doctor
-         No te hacía por aquí, matador, ¿De veraneo?
-         Si en casa del maestro Litri, en Punta Umbría.

Mezquita se encargó de presentarnos a todos los presentes a “su nuevo médico de cabecera”, Estábamos juntos Rafael Carrasco, Rafael Chaves y yo mismo con nuestras legítimas. El simpático médico no pudo menos que exclamar
-         ¡Vaya! Si estamos como en Córdoba. Con tanta mujer guapa y tanto Rafael, cinco nos hemos juntado en un momento.
    La conversación se hizo amena, el de la tierra de los califas se hizo el mantenedor, desde alguna atinada evocación del inventor del “litrazo”, al comentario social “¿Quien es esa estantigua vestida de marciana? Y hasta al cotilleo taurino
-         Este Chiquilín. ¡Que buen corte de torero tenía! -Bajando la voz.- Pero se equivocó, se enamoriscó de quien no debía y se le cerraron las puertas de la plaza de Córdoba. Yo lo conocía mucho a través de la familia de mi difunta esposa.
-         ¿Es usted viudo?-pregunta alguien ante la muleta planchada que pone Jiménez. Y este se lanza a contar su historia.

Relato bien construido, con dicción correcta, con teatralidad y dramatismo en los momentos oportunos, mientras degustaba canapés regados con manzanilla.
Soy médico, jefe de cirugía en el hospital Reina Sofia de Córdoba. Mi mujer era la jefa de enfermería del mismo hospital. Precisamente era la jefa de la madre de Gema Ruiz, la chica que anda en relaciones con el vicepresidente del gobierno, Álvarez Cascos.
El auditorio, tres parejas, asentimos con suficiencia, eran sobradamente conocidos los amorios del secretario general del partido y la joven abogada cordobesa.
Como buen narrador el médico no dejaba que las ramas accesorias le alejasen del tronco de su historia, pero sabía usar los detalles para renovar el interés en su narración.
Mi esposa era una señora, de una familia de olivareros de Baena. Nunca tuvimos hijos, esa era nuestra única pena. Nos dedicamos mucho el uno al otro, A nuestros amigos. A nuestras aficiones, conocer mundo, los toros, la música, la medicina, el buen yantar…. Viajábamos mucho, un congreso, una capital europea, una corrida de toros, seguimos al Fino en sus principios por toda España, Un buen festejo, un concierto apetecible,  un restaurante recomendado por un conocido. Cuadrábamos las guardias y los días libres nos dedicábamos todo el tiempo el uno al otro
Aquella noche teníamos invitados en casa y a la hora de hacer la guarnición de unas cocochas, nos faltaba el risotto. Aunque tenemos nuestra casa en el Brillante, siempre mantuvimos un pequeño ático de mi época de soltero en  la Ronda de los Tejares, donde estaba la vieja plaza de toros de Córdoba, en pleno centro. Allí habíamos invitado a nuestros huéspedes a cenar. Mientras yo acababa de poner la mesa, Gloria bajo a comprar el arroz. Media hora después llamaba a casa un taxista que nos conocía. Me dio la noticia el portero cuando baje.
Luego todo fue muy rápido, un coche con dos borrachos  había invadido la acera y la muerte fue instantánea. Me quede destrozado Mi vida cambió, era mi mujer, estaba enamorado, era mi compañera de 30 años, Siempre juntos Y ahora ando como alma en pena sin ubicarme…, Me quede sin interés por nada, sin alicientes laborales, sin hijos en quien ampararme y a quien dedicar mi tiempo ni nietos queme alegrasen. Sin problemas de dinero, me dieron además una indemnización tremenda. Anduve algo deprimido y  poco a poco voy saliendo del pozo, pero el recuerdo duele. Siento mucho amargaros la noche, pero soy monotemático…, discúlpenme, sólo ha pasado un año y medio. Fue hace año y medio, antes de Navidades

La historia impactaba, sobre todo en el público femenino. Ese amor pleno de fidelidad y cariño después de un año de perder al ser querido, esa pena en los gestos, esa dependencia emocional, el sentimiento y el detalle en todo lo que contó hizo que el cordobés fuera acogido con afecto y gran consideración por todo el círculo.


El doctor atacaba con profusión los aperitivos, haciendo fiesta de cada bandeja que le ofrecían y cantando lo magnífico de las viandas. Tras contar su triste peripecia vital era un conversador ameno, conocía entresijos del toreo, sabía de todos los detalles de los mejores restaurantes de España.
Si hablabas de “El Caballo Rojo” de Córdoba “hombre Pepe es un fenómeno y un visionario, lo supo hacer desde abajo”.
Si de Pepe de la Judería, “El palacio del foie que hace Carmen” sus conocimientos sobre la vida y milagros de los propietarios, los detalles  era exhaustivo
Si era de El Faro en Cádiz “El pate de cabracho de Ángel hay que probarlo”.
Si alguien sacaba el nombre de El Espigón de Sevilla, sabía hasta en que lonja compraba el pescado “todas las mañanas a Isla Cristina”
Si era Jaén, era un habitual de Vicente y compadre del dueño…
Aún tuvo ocasión de interesarse discretamente por el secreto que compartía y traía a mal traer a Mezquita y reconvenirle.
-         Un rioja, no más, Rafael, que mañana vendrán los ardores.
-         Si Doctor lo que usted mande- respondió obediente el confidente

En los temas del corazón de plena actualidad estaba muy puesto. Para Jiménez “Paco Cascos” era Alvarez Cascos, Jesús era Jesulín, Enrique y Palomita eran Enrique Ponce y su esposa. Juan y Anita era el Fino y Ana Obregón. Sabía de sus cuitas y sus fincas, de sus enfermedades, de sus amoríos, romances y desventuras. Pos uspuesto conocía todos los detalles del aboda en que había estado presente "junto a la pobre Gloria, que nunca fue muy amiga de estos actos sociales pero se vio obligada"
La noche discurrió sin estridencias, la fluida conversación, la agradable compañía, el frescor de la novedad del viajero, las aficiones comunes eran buenos ingredientes. Cerca de las doce nos despedimos, a las puertas del hotel salió a despedirnos el doctor.

Caminando por Pablo Rada buscando un sitio para tomar un gintonic, le mujer de Rafael Chaves no pudo  menos que afirmar ante el impacto del persoanje.
-         ¡Que persona! Es un persona de quien te podrías fiar

-        Se le ve tan solo, y tan mal vestido. Un viudo no sabe desenvolverse como una mujer- Sentenció mi santa

Continuará
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