lunes, 16 de junio de 2014

Novillada de Sevilla. El hambre con las ganas de comer

Plaza de Toros de La Maestranza de Sevilla. 18º festejo de abono. Casi media plaza. Novillos de Javier Molina, bien presentados y de distinto juego. Los mejores, primero y segundo.

Mario Diéguez: ovación en ambos
Tomás Campos: silencio tras aviso y ovación
Juan Pablo Llaguno: silencio tras aviso y ovación
Incidencias: Sobresalió en la lidia Manuel Larios.

Tras la tempestad suele llegar la calma y este domingo en la Maestranza se ha hecho patente con la novillada de Javier Molina tras el tornado que pasó hace dos semanas por el albero maestrante con la Puerta del Príncipe abierta de par en par, pero si seguimos tirando del refranero español se puede decir que en esta tarde, ya veraniega, se ha juntado el hambre con las ganas de comer. Bostezos casi toda la tarde y más pendientes de que pasara el de la Coca-Cola que de otra cosa.

Mario Diéguez, que se presentaba en Sevilla, recibió al primero de la tarde en unos terrenos poco frecuentes, cerca de chiqueros, donde lanceó con gusto a un ejemplar que puso en aprietos al picador. Con la franela aprovechó el buen pitón derecho del noble ejemplar, dejando en la retina bellos muletazos, sobre todo derechazos, pero la cosa no llegó a conectar con los tendidos poblados casi a la mitad y que aplaudieron al de Javier Molina en el arrastre. Con su segundo, el de Coria del Río estuvo algo acelerado con la capa y tras agarrarse el astado al albero maestrante como una lapa, poco pudo hacer.

El primero de Tomás Campos, que se despedía como novillero ante su inminente alternativa la próxima feria de Badajoz, fue muy castigado en el peto tras salir de cada lance con la cara alta y suelto. Brindó su tarde a Diego Urdiales, un ejemplo a seguir, y, quedándose muy quieto, ejecutó una faena algo intermitente ante un novillo mansito, que se movió y desplazó en las telas. Tiró del verduguillo y fue silenciado y avisado. El quinto fue quizás el de más transmisión en las dos primeras tandas con un puntito de genio pero el que más claramente cantó la gallina en la muleta, tras una buena lidia por parte de Manuel Larios. En los primeros compases, en los que el de Llerena, con buen aire, consiguió ajustarse más, se le enganchó la ayuda en el rabo entrañando cierto peligro y la faena fue de más a menos hasta que acabó en tablas.  Lo mató de una estocada hasta los gavilanes y fue ovacionado.

Juan Pablo Llaguno, emparentado con Manolo y Juan José González y que también se presentaba en Sevilla, lanceó con mucho gusto al tercero con la capa rematando con una media de cartel, muy bien ejecutada. Tras recibir dos buenos puyazos de Carbonell, el mejicano dio naturales y derechazos sueltos con buena estética y buenas formas ante un soso ejemplar con giraldillas como colofón. El sexto desarrolló más sentido aunque también nobleza en la franela y Llaguno, después de brindar su muerte al ganadero Antonio Muñoz, apostó por las cercanías sin consecuencias gracias a Dios pues pudo ser volteado en más de una ocasión.




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