Castella y Adame merecen un rapapolvos: ¡Gústense...! Y Perera, ánimo para volver a ser el que fue.
El toreo no consiste solo en dar buenos pases. Hay que saber moverse, situarse, gustarse; hay que predisponer al público, ganárselo, y hacerlo todo despacio, con suavidad, con altanería, suficiencia, humildad, orgullo... El triunfo no solo hay que buscarlo y trabajarlo; hay que merecerlo. El toreo no es un trabajo; es un don y hay que sentirlo.
Alcurucén/Castella, Perera, Adame
Toros de Alcurrucén, bien presentados, mansos, sosos y nobles; muy encastado el segundo, y noble el quinto.
Sebastián Castella: _aviso_ estocada (oreja); _aviso_ pinchazo, estocada y un descabello (silencio).
Miguel Ángel Perera: bajonazo descarado y tres descabellos (silencio); media traserísima (pitos).
Joselito Adame, que confirmó la alternativa: estocada atravesada y trasera y un descabello (ovación); media atravesada (ovación).
Plaza de las Ventas. 25 de mayo. Corrida de la Asociación de la Prensa. Asistió el Rey Don Juan Carlos desde una barrera del tendido 1. Lleno.
En ello, quizá, radica la grandeza de la fiesta: esa cosa inexplicable que te cala hasta el alma cuando se unen el cielo y la tierra, y brota esa felicidad inmensa que aparece cuando un toro y un torero se funden e interpretan un misterio.
Sebastián Castella se encontró con toro para ascender a las alturas, un manso encastado hasta la médula que embistió con los riñones, con su cuerpo entero, incansable, codicioso, repetidor, con fijeza y largura. Como una bala acudió a la muleta cuando vio a lo lejos al torero, y éste se dobló por bajo con mando y elegancia, ganando terreno, y cerrando con un recorte precioso y un inmenso pase de pecho. Y allí estaba otra vez el toro, engallado, pidiendo guerra, y Castella afronta el reto con la gallardía de los grandes, bien colocado, seguro y con oficio, y traza dos tandas de derechazos en un palmo de terreno, dominador y con aquilatada maestría, con un estilo emocionado y cálido, y la plaza estalla de emoción. Toma la izquierda, y vuelve a embestir el toro en otras dos tandas con la misma movilidad, aunque los naturales no surgen con la hondura deseada. Y otra tanda más, en la que, por un momento, luce más el toro que el torero. Y otra más; y un circular. Y solo entonces dejó a su oponente en el centro del ruedo y se marchó despacioso a por el estoque de verdad.
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