jueves, 17 de diciembre de 2009

Torero de Madrid, sevillano de nacimineto, onubense de corazón.


Juan Posada un torero de Huelva


El matador y periodista fue sevillano de nacimiento, onubense de corazón y Torero de Madrid.

Que cuando Juan Barranco Posada fallecía, hace apenas dos meses, el día 15 de Octubre de este mismo año, hubiera gentes del toro que no supieran su importante vinculación a Huelva sirve como piedra de toque para explicar las vicisitudes vitales de un hombre de poderosa, personalidad, de fuerte criterio y de cierta desencuentro afectivo con la Huelva que lo vio crecer. Nacido en Sevilla, el 24 de septiembre de 1931, tierra de su familia materna, los famosos Posadas, Faustino, muerto por asta de toro, Antonio y Francisco, en especial el primero torero de cierta importancia en la España de entreguerras. La dinastía se alarga hasta un bisabuelo rejoneador, lo que la hace la más larga con miembros en activo, el extremeño Santiago Ambel Posada.

Su infancia en Huelva fue la de un regular alumno del colegio francés, institución por la que han pasado miles de onubenses y que ha marcado indeleblemente con un cierto cristianismo civil y una forma peculiar de entender la vida. Sus amigos de entonces, los Saavedra, Franco, Rebollo aún recuerdan y no paran anécdotas de una infancia y juventud taurinas y choqueras.

En una Huelva con formas de pueblón grande y en la que los toros eran el primer espectáculo y la fijación de una juventud y una pubertad casi rural, su enfrentamiento con el Litri, acabó casi antes de empezar pero dejo dividida a Huelva en dos banderías de difícil conciliación.

Valverde en el año 47 fue escenario del primer hito de esa rivalidad ante ganado de Gerardo Ortega y con Costillares como convidado de piedra, que se prolongó por los pueblos de la provincia. La pena de los posadistas, el primero el mismo Juan, fue que nunca pudo hacer el paseíllo como matador de toros vestido de luces en la plaza de toros de Huelva.

Posada, torero de corte clasicista y pureza de concepto, obtuvo sus mayores triunfos en Madrid donde cortó dos orejas a un novillo de Buendía sin matar a novillo por cogida, en esa plaza en el 52 tomo la alternativa con un Litri en el cartel, triunfador de San Isidro y contratado para la Beneficiencia. Se retiró para no volver de luces en el 56, muy castigado por los toros, en especial un cornalón de un Veragua en la maestranza de Sevilla tres años antes.

Después de una larga temporada alejado del mundo del toro, quiso ser escribidor y empezó estudiando, acabando estudios de bachiller y luego se licenció en periodismo. Siempre quiso ser diferente, decir como había que hacer las cosas, como las habría hecho él, y su profundo conocimiento del toro se lo permitía. Crítico temido, odiado y respetado a partes iguales. Firme en sus criterios y de sobria pluma. No escatimó críticas ni a su hijo Antonio Posada ni a su nieto Santiago Ambel Posada.

Figura señera del periodismo taurino, era admirado por su independencia y marco territorio. Capitán con mando en plaza por ejemplo en el Hotel Ercilla de Bilbao durante la aste nagusia taurina.

Como escritor de temas taurinos también alcanzó importantes cotas con algún texto de referencia como Belmonte, el sueño de Joselito.

El bicho se lo llevó hace dos meses, pero si nadie muere mientras perduré su recuerdo Juan Barranco Posada permanecerá vivo mucho tiempo, mientras sus coetáneos y la afición al toro onubense no lo olviden.

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