lunes, 8 de diciembre de 2008
Camaron de la Isla, la Chispa y los Toros
-«Chispa», ¿qué es ser viuda de un mito?
-Vivir con el recuerdo a todas horas. A mi marido no lo tengo, pero Camarón siempre está ahí. Tenía 32 años cuando en tres meses se lo llevó Dios. Tú sabes que los gitanos nos casamos y vivimos para nuestros maridos, nuestra casa y nuestros hijos, y yo me quedé ahí, siendo su viuda, viviendo para él y para mis hijos. Y cuesta mucho dar ese ejemplo para que te respeten y estar en tu sitio. Donde voy me lo recuerdan, donde entro veo su foto y por la calle le oigo cantar, y si estoy viendo la tele, sale. La herida no se cierra. Mi destino era ser su viuda; también, mi orgullo.
-¿Nunca pensó en rehacer su vida?
-A mí se me murió mi marido, que para los gitanos es el rey del cante, y para mí se acabaron los hombres.
-Pues está usted estupenda.
-No porque me cuide, es genética: mi madre murió con 77 años y sin una arruga.
-¿Hubiera preferido que aquel gitano rubio y guapo hubiera sido un tipo «normal»?
-A veces, sí. Le gustaban mucho los toros y la guitarra, pero tenía el don de cantar y fue por ahí por donde lo tuvo más fácil para ganar dinero y triunfar. No paraba de estudiar música, porque eso es como la informática, que nunca se acaba. Yo ahora podría tener dos casas, ¿y para qué? ¡Ojalá tuviera a mi marido!
-Todas las noches besa la foto del hombre con quien se casó. ¿Cómo era?
-Un hombre bueno; sencillo y muy difícil a la vez, porque los genios son así. Su música, sus hijos y yo éramos todo para él.
-Camarón le robó a José. ¿Se sintió sola?
-Nunca. El artista tiene una vida muy sacrificada, de mucha carretera, pero él no era de trabajar todas las noches en un tablao. Trabajaba un sábado en París y yo lo organizaba para irme con él y a las ocho de la mañana, sin dormir, volvíamos para recoger a los niños y que fueran el lunes al colegio. Así era.
-Pero la noche lo enganchó. ¿Tuvo miedo?
-Me casé con 16 años y quería ser madre pronto porque para mí un niño era como un muñeco. A Luis no lo tuve hasta dos años después. Luego nació Gema, y fue cuando me di cuenta de la responsabilidad de estar casada y tener hijos, en lo que no había pensado antes por la vida tan precipitada que llevábamos. Entonces tuve miedo, pero me encontraba amparada por mi padre, por mi familia.
-Es una mujer valiente. Cuando la avisan del problema de Camarón con las drogas va a por el psiquiatra Marcelo Camus, que trataba a otros famosos, y lo lleva a su casa.
-Mi marido se sintió mal antes de un concierto y llamé a Marcelo. Vino a verlo y me dijo: «Estate tranquila porque este hombre puede entrar y salir cuando quiera de ese problema; lo que no voy a poder curarle es su adicción al tabaco».
-Se quedó con cuatro niños pequeñitos...
-Habían vendido muchos discos y me lo gasté todo en llevármelo a América; pasó como con Rocío Jurado, pobrecita. No me duele haberlo hecho, tengo la conciencia muy tranquila. Pero me decían los médicos: «Que este hombre haga testamento, que se va»; y yo, que no, que si hay vida, hay esperanza. Luego estuve cuatro años gastando dinero en notarios y abogados para poner las cosas en regla. Mi marido no figuraba ni como autónomo ni como que hubiera trabajado nunca. Imagínese. Me dieron un homenaje los toreros (Romero, Antoñete y Manzanares); su manager, otro en Madrid, y otros gitanitos de Barcelona me ayudaron sin yo pedirlo.
-Ahora es empresaria.
-Bueno, tengo una lencería.Vendo cositas buenas españolas, francesas... de calidad, porque yo no entro en lo de un euro.
-Sería rica desnudando su vida en platós...
-No puedo, no me gusta. Han tardado dos años en convencerme para el libro. Y, sin embargo, mire cuántos hicieron y hacen negocio con el mito. A mí me ofrecen cintas de él por dineros que no tengo. Y en San Fernando, su pueblo, donde no tiene una calle, han hecho una ruta con su nombre, sin consultarnos. Pues ya va siendo hora de que sepan todos que Camarón tiene una viuda y unos hijos.
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