Pedro Toledano firma "Orejas en tarde de fiesta mayor" en el Diario LEVANTE.
El Cordobés, Rivera Ordóñez y César Jiménez cortan una oreja por coleta.
Está claro que el personal que cada tarde llena la plaza tiene como principal objetivo rentabilizar la inversión que hace a la hora de comprar la entrada. Y con ese ánimo toma acomodo y se dispone a llevar de la mejor manera posible todo lo que toros y toreros dan de sí. En la tarde de ayer los astados de la familia González, no respondieron en plenitud a lo que cabía esperar para que el festejo hubiera tomado vuelos triunfales. Hubo uno, el cuarto, que embistió con nobleza y recorrido pero sin transmisión, y otro, el quinto, que tuvo alegría en los dos primeros tercios, pero que muy pronto buscó los terrenos de adentro. Los cuatro restantes, muy blando el primero. Berreón y sin clase el segundo. Con movilidad y sin clase, tercero y sexto. Por su parte, los toreros, con tan escaso material para el lucimiento al uso, tuvieron que esforzase y sacar a relucir ese otro repertorio que se aleja del toreo fundamental pero que es tan válido como legítimo.
Sorprendió que El Cordobés se saliera de esa su línea de torero alegre y festivo, para cambiarla por esa otra de diestro más trascendente para el que si está dotado. No era la tarde de ayer en la que tenía que intentar demostrarlo. Los derroteros por los que transcurría el festejo no eran precisamente los más idóneos para que se pudieran tomar en consideración planteamientos fundamentales. En las pocas ocasiones que brindó a sus fieles sus guiños de torero espectáculo, la reacción fue positiva. Si fue así, para qué cambiar el guión. Díaz tuvo mérito al mantener de pie a su primero, y además hacerlo aplicando la buena técnica que ya posee. Pero una vez logrado, su público esperaba lo otro. La diversión. Con el potable cuarto, quizás valorando el peso de la plaza, se esforzó por ofrecer su mejor cara de torero con oficio. Sólo ofreció a sus fieles leves gotas de su peculiar personalidad. Lo suficiente como para que pidieran con calor y ardor la oreja que paseó cuando lo despenó de una eficaz estocada.
Francisco Rivera Ordóñez afrontó la tarde con la tranquilidad que le da la madurez del oficio. Cuando su primero, deslucido y con muy poca dosis de bravura, no le dio oportunidad de triunfar, se justificó sin más alardes que el de recetar una estocada entrando por derecho. Cuando salió el cuarto, el único ejemplar que lucia la divisa de Jarralta, burraco, de bonita lámina y alegre embestida, lo recibió con dos limpias largas cambiadas que el personal agradeció con rotundos olés, para a continuación torear a la verónica lucidamente. El ambiente subió de tono cuando Rivera se dispuso a banderillear. Logró dejar dos pares de mérito y cerrar el tercio con el efectista par del violín. Todo parecía encarrilado para un trasteo de más contenido, pero la embestida del toro se quedó a medio camino, por lo que Rivera tuvo que echar mano de los recursos para lograr sacar el máximo partido de un toro noble pero que al final no fue lo que parecía. Con todo, le permitió inventarse una faena en terrenos de tablas que llegó mucho a los tendidos. Como estuvo firmada por otra magnífica estocada, el palco le concedió una oreja de las dos que pedía el público.
Cerraba terna el madrileño Jiménez, que tuvo una actuación un tanto desabrida. Se esforzó pero no acabó de encontrar el camino para recordar el Jiménez que esta plaza siempre aupó. Afectado y envarado, salvó su tarde con más voluntad que recursos toreros. Al final también logró tocar pelo.
2 comentarios:
Este es el "artista" que escribio sobre la concesion de la medalla haciendo una enfervorecida defensa de Rivera y su galardon.
Sin palabras.
yo vi la corrida y la verdad que nos lo pasamos muy bien, y mi señora y sus amigas pidieron las orejas sera por algo, creo que se tiene que respetar al publico al que sabe y al que no, la verdad mayor es que la plaza se lleno y eso en esta epoca de crisis es un EXITO.
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