lunes, 19 de septiembre de 2011

Tiovivo, la tauromaquia del año 11

Entre los vicios inconfesables de los que disfruto y que se pueden confesar en vida, junto a las rancheras, las canciones en francés, las novelas de Estefania, los bocadillos de chorizo, los carruseles futboleros de los domingos, el rioja cosechero, los aguardos nocturnos al jabalí y la pasión por Curro Romero, os confieso que soy un extraño cinéfilo, que se recrea en el séptimo arte a través de la fortuna que depara la caja tonta
Mi vagancia emocional me impide alquilar con habitualidad arte enlatado en forma de DVDs, mi desconocimiento profundo de los artes del emule y cualquiera de las mañas del hacker me imposibiltan bajar las películas de la red. Por otra parte, y bien que lo siento por los productores, mi concepto rural de salir de casa no incluye visitas a las pequeñas y modernas salas de los absurdos multicines que se han impuesto en artificiosos centros comercsiales que desprecio por concepto.
Por tanto, deserté de los cines desde los miércoles del espectador de mi lejana época de estudiante en Cáceres o la época intencionadamente trasngesora del cineclub, donde había una rubia platino que me encantaba y acabó de consejera de cultura, con coche oficial, claro, de noseque autonomía y en el que los viernes noche me tragaba perennes e infumables películas suecas antes de beber más cerveza de la que cabía en mis capacidades hablando con la rubia del metalenguaje expresivo del montaje, cinemaográfico claro
La madrugada del pasado sábado, después de una intensa noche de berrea con luna en cuarto menguante, de forma accidental  conecte la vieja tele que tengo en el campo, deshecho de cercado en tiempos de TDT, expropiedad de algún pariente con generosidad alternativa a la basura.
Y entonces se anuncia para dentro de breves momentos "Tiovivo C. años 50".  Me sirvo un gintonic y a disfrutar de este Garci que es hombre al que admiro, me gusta su cine atemporal, culto, acomplejado, de permanentes referencias y técnicamente impecable en su exasperante lentitud llena de diálogos tertulianos, de formas americanas y profundamente español con guiños continuos a lo propio.
Se me aparece otra evidente película magistral, por donde pasan los interpretes clásicos del cine español, Fernán Gómez, Landa, Aurora Bautista, Maria Asquerino, Pajares, Agustín González, y muchos de los nuevos y más televisivos, María Adamez, la Pataki, Benito el del lipopu.... Sin alharacas, con guiños al sepia y al blanco y negro, coral dicen los críticos (como un festival de seis para seis de distintas ganaderías), como una continuación de aquella magnífica de Camus basada en "La Colmena", de cuando Cela escribía para merecer un Nobel y no divagaba como acabó haciendo en las últimas décadas.
Y el rollo de este mongolito ¿Porqué? No, no me ha dado por mezclar pastillas. En este rincón para hablar de toros viene el cuento por que en esta película sin planteamiento, nudo y desenlace, o mejor con muchos planteamientos y nudos ligados con arte y ningún desenlace, se toca de manera tan absurda y definitoria el mundo del toro que me ha dado que pensar.
En una de las múltiples historias afluentes que componen el guión, se presenta una extraña corrida de toros en Madrid. El miedo del torero, la habitación del hotel del matador, la postura del banderillero que viene del sorteo y endulza el lote, la miseria de aquellos cincuenta, el impecable terno blanco y plata, todo compone un cuadro de realismo extraordinario.
Dos cosas no encajan en el magnífico entramado tejido por los decorados de Gil Parrondo, donde se desarrolla la lidia de un toro magnífico, extraordinario para el toreo moderno, dulce, humillando, repitiendo, yéndose largo, bravo y noble. El torero se muestra cumbre, algún lance desubicado como los ayudados por alto, pero firme, cercano, quieto, lo mata por arriba y el gentío es un clamor.
Más allá de que "el festejo" se celebrase en plaza cubierta, una sala de fiestas, dos motivos, decía, plantean como absurdo el episodio. El toro se trataba en realidad de un  carretón de embestir manejado con pericia por un "propio" vestido de negro. El segundo argumento para el despropósito es que el torero llega cubierto por un abrigo y en taxi.
Metáfora esta trama de dos de los males fundamentales de la fiesta en 2011, la poca importancia que mantiene el toro en la actual composición de fuerzas de la fiesta brava, donde el desequilibrio absoluto hacia el torero deja al toro, necesariamente uniforme en su comportamiento, justo de casta y movilidad, en un destacado pero secundario lugar. La otra de las lacras que descubre la cinta de Garci es la actual falta de solemnidad  en el rito, las formas y el verdadero espíritu de la tauromaquia.
Tan paradigmático como el momento actual  en que se considera máxima e indiscutible figura del toreo, yo el primero, a un torero que apenas torea en una docena de plazas, eligiendo por eliminación y por abajo, camadas, fechas, ternas y demás asuntos menores (como los dineros), rehuyendo las plazas y ganaderías de máxima responsabilidad.
Pues eso, esto es un Tiovivo, vueltas y vueltas sin rumbo, música, alegría infantil y sin sentido.
A lo mejor era el momento de hacer caso al oscarizado genio asturiano y "Volver a empezar", poniendo cimientos nuevos, hasta entonces el toro seguirá con "Una asignatura pendiente"

Tiovivo C. 1950 (CineClubClasico) por Drakul75

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