"Los toros se convertirán en algo parecido a los espectáculos de Távora"
Culto, vitalista, cosmopolita y experto en tauromaquia y literatura española del XVIII y XIX. Pertenece a la Fundación de Estudios Taurinos
-La fiesta de los toros es uno de sus grandes temas de investigación. ¿Cómo se hizo aficionado?
-Por herencia, por tradición familiar. Eran momentos muy buenos en los que estaban en los ruedos figuras como Antonio Ordóñez, Paco Camino, Julio Aparicio, Rafael Ortega... Toreros de los que hacen afición.
-¿Cree que se está perdiendo la Fiesta como espectáculo popular de masas?
-Absolutamente. Es algo que debemos ir aceptando. Los toros exigen una sensibilidad muy distinta a la contemporánea. En la actualidad, la gente ve en el toro una prolongación del perro y el gato, de los animales de compañía y claro... Los toros son propios de una sociedad agraria, campesina; cuando se van urbanizando la cosa empieza a chirriar. Demasiado han durado.
-Le veo pesimista. ¿Piensa que los toros están históricamente abocados a desaparecer?
-Sí, creo que sí. Aún pueden durar quince, veinte, veinticinco años... Yo he dado clases en la Universidad de Sevilla diez años en aulas con unos cien alumnos y en todo este tiempo no he visto a ningún estudiante interesado por la tauromaquia... En Sevilla. Puede que los toros no desaparezcan, pero se convertirán en un espectáculo que nada tiene que ver con la Fiesta, como los de Távora en la Feria del Toro, la Morente cantando, el Conde haciendo toreo de salón... Ya hay aficionados que aceptan la corrida sin muerte, a la portuguesa.
-¿Hay responsables?
-Responsables no sé, pero tampoco los taurinos están colaborando demasiado. Lo de Cataluña ha puesto en evidencia la falta de entusiasmo que viven los aficionados. Lo que se está ofreciendo en las plazas no puede producir ningún entusiasmo. Hay toreros que están haciendo las cosas bien, pero el toro ha desaparecido.
-¿La culpa es de los ganaderos?
-No, la culpa es de los toreros que han impuesto el toro que les interesa, el que no les supone ningún peligro. Se ha buscado la facilidad, porque el público ha dejado de exigir y entender. El ganadero no tiene poder para, como antes, imponer el toro que él quiere.
-¿No hay ninguna figura del toreo que le interese en la actualidad?
-No. Los grandes toreros ya desaparecieron. La Fiesta es hoy en día un aburrimiento y un sufrimiento.
-¿Y no hay ninguna posibilidad de que remonte?
-La Fiesta necesitaría otro tipos de ayudas. En el sur de Francia hay una auténtica apuesta intelectual a favor de la tauromaquia. Los escaparates llenos de libros sobre la materia, la gente joven abarrotando en Nimes el bar Napoleón, el lugar al que se acude después de las corridas... Aquí eso no se ha sabido hacer.
-Sin embargo, usted pertenece a la Fundación de Estudios Taurinos, una iniciativa que aglutina a destacados personajes de la cultura sevillana: Jacobo Cortines, Perico Romero de Solís, el ya fallecido Antonio García-Baquero, Rogelio Reyes...
-Sí, pero es una labor callada de recuperación de textos y estudio que debería complementarse con otras iniciativas que puedan dar otra imagen de la Fiesta, algo para explicar al público que una corrida no se queda en el efecto inmediato de la sangre corriendo por el cuerpo del toro.
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-Por herencia, por tradición familiar. Eran momentos muy buenos en los que estaban en los ruedos figuras como Antonio Ordóñez, Paco Camino, Julio Aparicio, Rafael Ortega... Toreros de los que hacen afición.
-¿Cree que se está perdiendo la Fiesta como espectáculo popular de masas?
-Absolutamente. Es algo que debemos ir aceptando. Los toros exigen una sensibilidad muy distinta a la contemporánea. En la actualidad, la gente ve en el toro una prolongación del perro y el gato, de los animales de compañía y claro... Los toros son propios de una sociedad agraria, campesina; cuando se van urbanizando la cosa empieza a chirriar. Demasiado han durado.
-Le veo pesimista. ¿Piensa que los toros están históricamente abocados a desaparecer?
-Sí, creo que sí. Aún pueden durar quince, veinte, veinticinco años... Yo he dado clases en la Universidad de Sevilla diez años en aulas con unos cien alumnos y en todo este tiempo no he visto a ningún estudiante interesado por la tauromaquia... En Sevilla. Puede que los toros no desaparezcan, pero se convertirán en un espectáculo que nada tiene que ver con la Fiesta, como los de Távora en la Feria del Toro, la Morente cantando, el Conde haciendo toreo de salón... Ya hay aficionados que aceptan la corrida sin muerte, a la portuguesa.
-¿Hay responsables?
-Responsables no sé, pero tampoco los taurinos están colaborando demasiado. Lo de Cataluña ha puesto en evidencia la falta de entusiasmo que viven los aficionados. Lo que se está ofreciendo en las plazas no puede producir ningún entusiasmo. Hay toreros que están haciendo las cosas bien, pero el toro ha desaparecido.
-¿La culpa es de los ganaderos?
-No, la culpa es de los toreros que han impuesto el toro que les interesa, el que no les supone ningún peligro. Se ha buscado la facilidad, porque el público ha dejado de exigir y entender. El ganadero no tiene poder para, como antes, imponer el toro que él quiere.
-¿No hay ninguna figura del toreo que le interese en la actualidad?
-No. Los grandes toreros ya desaparecieron. La Fiesta es hoy en día un aburrimiento y un sufrimiento.
-¿Y no hay ninguna posibilidad de que remonte?
-La Fiesta necesitaría otro tipos de ayudas. En el sur de Francia hay una auténtica apuesta intelectual a favor de la tauromaquia. Los escaparates llenos de libros sobre la materia, la gente joven abarrotando en Nimes el bar Napoleón, el lugar al que se acude después de las corridas... Aquí eso no se ha sabido hacer.
-Sin embargo, usted pertenece a la Fundación de Estudios Taurinos, una iniciativa que aglutina a destacados personajes de la cultura sevillana: Jacobo Cortines, Perico Romero de Solís, el ya fallecido Antonio García-Baquero, Rogelio Reyes...
-Sí, pero es una labor callada de recuperación de textos y estudio que debería complementarse con otras iniciativas que puedan dar otra imagen de la Fiesta, algo para explicar al público que una corrida no se queda en el efecto inmediato de la sangre corriendo por el cuerpo del toro.
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