Crónica de Vicente Parra Roldán.
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La empresa había elegido un encierro con el hierro salmantino de Sánchez Cobaleda, con procedencia inicial de Veregua y Santa Coloma, aumentada con reses de Francisco Sánchez (Coquilla). Pero las reses carecieron de fuerzas y se llevaron las ilusiones de la terna de novilleros.
El primero de la tarde fue soso y blanco; el segundo tuvo solo media arrancada; el tercero fue el mejor del encierro, con una embestida alegre; el cuarto fue muy incierto; el quinto, que tenía dos pitones, mostró demasiado apego a las tablas y el que cerró plaza no tuvo fijeza. En suma, una novillada floja y que no satisfizo a ningún de los actuantes.
Abrió plaza el sevillano Gabriel Puerta que no se entendió con su primero, que le avisó en varias ocasiones hasta llegar a prenderle, afortunadamente sin consecuencias. Con la zurda logró sus mejores momentos pero sin llegar a calentar los tendidos, y, al matar pronto de una estocada corta, dio la vuelta al ruedo. Con el otro, Puerta no se acopló, llevando a cabo un largo e insulso, además de vulgar, trasteo, sin llegar a emocionar a los escasos espectadores. Lo mejor de su actuación fue la estocada con la que acabó con su enemigo, siendo silenciado por el respetable.
El triunfador de la tarde fue Manili, que totalizó tres orejas y salió a hombros por la Puerta Grande después de haber expuesto un variado repertorio, con una mezcla de toreo clásico y de tremendismo. Asentado en la arena, sacó pases muy lentos entre las ovaciones del público que pasaba del “ay” al “olé”. También demostró sus conocimientos al torear muy cerca de las tablas al quinto de la tarde, pasándoselo muy cerca de su cuerpo entre la emoción de los tendidos. Además mostró muy buenas maneras en el manejo de los aceros y cortó dos orejas a su primero y otra en el quinto.
Los triunfos alcanzados en festejos anteriores le sirvieron a Miguel Conde para presentar con caballos, pero el onubense no tuvo suerte con el lote que le correspondió y eso que se le esperaba con muchas esperanzas por parte de los aficionados locales. En su primero, el mejor novillo del encierro, alcanzó sus mejores momentos en una serie de toreo al natural, en la que corrió muy bien la mano, pero su quehacer, en líneas generales, careció de ligazón y unidad que, unido al mal manejo de los aceros, hizo que todo quedara en una vuelta al ruedo. Quiso enmendar la plana en el último de la tarde, al que citó rodillas en tierras, siendo atropellado. A partir de ahí, Miguel Conde perdió la confianza ante un novillo que en nada le ayudó.
Lo mejor del festejo estuvo en la brevedad por cuanto tan solo hora y media duró el espectáculo, posibilitando que los espectadores pudieran contemplar los desfiles penitenciales de la jornada, aunque, por desgracia, no se hablara de toros por cuanto el espectáculo, salvo la actuación de Manuel Ruiz “Manili”,dejó pocas cosas de interés.
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