Madrid empieza a enamorarse de los Cuadri
Vicente
Parra Roldán
Después de tres temporadas de ausencia, la ganadería de
Cuadri vuelva a Las Ventas en el año 1.991 y, a partir de entonces, ha estado
prácticamente todos los San Isidro gracias a los éxitos obtenidos en el ruedo
madrileño que les permitieron convertirse en uno de los hierros preferidos por
la afición. En esta década, las reses triguereñas estuvieron anunciadas en
nueve ocasiones aunque tan sólo se lidiaron en ocho festejos.
El
retorno en la tarde del 28 de abril de 1.991 constituyó un espectacular éxito,
con un encierro muy bien presentado y de lidia muy interesante, siendo
toreables los tres primeros mientras que los lidiados en cuarto y quinto
lugares presentaron dificulates y el que cerró plaza, que había sido recibido
con una fortísima ovación, fue el que presentó mayores dificultades. En suma,
una corrida que dejó huella en la afición madrileña y que había servido para
superar el bache por el que había atravesado la ganadería.
Con
ellos, César Rincón fue silenciado en su primero y ovacionado en el cuarto;
Raúl Zorita, que confirmó la alternativa, silencio y pitos tras dos avisos; y
Enrique Ponce, ovación y palmas de despedida.
La
historia no se repitió al año siguiente, cuando la corrida se lidia como
vigesimotercera de la feria, en la tarde del 31 de mayo de 1.992 por cuanto los
toros, muy bien presentados, mansearon en el caballo, siendo el mejor el
tercero, que llegó a la muleta con temperamento y nobleza. Con ellos, Dámaso
González, ovación y silencio; Tomás Campuzano fue silenciado en su lote
mientras que Rafael de la Viña, tras serle solicitada la oreja, paseó el anillo
mientras oyó algunos pitos en el que cerró el festejo.
También
como vigesimotercera se lidió la corrida triguereña en la feria de 1.993,
concretamente en la tarde del 30 de mayo. Los toros fueron muy ofensivos, muy
bravos, con problemas y dificultades y, sobre todo, con un gran trapío,
peleando muy bien y con codicia con los caballos, especialmente el quinto, el famoso
Clavellino, que hizo una espectacular pelea en varas. Segundo, tercero y cuarto
tuvieron fijeza y nobleza mientras que el sexto fue deslucido. Una gran corrida
que mereció la ovación de los espectadores que obligaron a saludar al mayoral
José Escobar desde el centro del ruedo.
El
mejicano Mariano Ramos fue pitado en su lote mientras que se le silenció en el
que mató por Mariano Jiménez; Pepín Jiménez,. Silencio y palmas mientras que
Mariano Jiménez fue cogido por su primero que le infirió una herida en el
tercio medio de la cara interna de su pierna izquierda, con una trayectoria
hacia arriba y hacia atrás de quince centímetros, que produjo destrozos en el
músculo gemelo así como traumatismo en el hombro derecho, siendo calificado su
estado como grave por el equipo médico.
No
pudo ser tan exitosa la corrida del año 1.994, lidiada el 8 de junio como
vigesimosexta de la feria por cuanto los toros fueron duros y correosos, pero
encastados. El que cerró plaza blandeó de manos por lo que fue devuelto y reemplazado
por uno de Murteira Grave.
Luis
Francisco Esplá, silencio y ovación; Víctor Mendes, aviso y pitos; Óscar
Higares, aviso y una oreja.
En
1.995, también en la vigesiomosexta tarde isidril, la corrida se lidió el 7 de
junio. Los toros estuvieron muy bien presentados, quizás con exceso de kilos –
el promeio estuvo muy cercano a los 600 kgs. – pero fueron encastados,
violentos y correosos, por lo que la emoción no faltó en ningún momento.
Luis
Francisco Esplá, ovación y silencio; El Niño de la Taurina, silencio y pitos y
Óscar Higares, silencio y palmas de despedida.
Otra
tarde triunfal protagonizaron los toros triguereños en la vigesiomosexta de la
feria de San Isidro, celebrada en la tarde del 5 de junio de 1.996. La corrida
fue seria, estuvo muy bien presentada, brava y encastada, desarrollando un
juego excelente en conjunto, propiciando el éxito si caer en la embestida
pastueña, destacando el excelente ejemplar, herrado con el número 1, de nombre
“Poleo”, que fue premiado con la vuelta al ruedo.
El
cartel estuvo compuesto por Luis Francisco Esplá, Víctor Mendes y el mejicano
Manolo Mejía quien, precisamente, durante el primer toro fue cogido al intentar
colocar un par, siendo asistido en la enfermería de “herida incisocontusa en la
región frontoparietal izquierda de diez centímetros de extensión” y también de
una fuerte conmoción cerebral, que le impidió continuar la lidia, por lo que el
festejo quedó en un mano a mano.
Esplá
fue silenciado en su primero y perdió la oreja en los otros dos al fallar con
los aceros, siendo avisado en el quinto. La labor del portugués Mendes quedó
silenciado, además de recibir un aviso en el que cerró plaza.
En
la lluviosa tarde del 4 de junio de 1.967 se celebró la vigesimoquinta del
abono isidril, con los cuadris, que comenzó con un cuarto de hora de retraso
debido a la reparación del ruedo. Las reses triguereñas fueron espectaculares
en el caballo, especialmente el tercero de la tarde, llamado “Sacristán”, pero
las reses tuvieron movilidad e interés aunque algo peligrosa en la muleta.
Gustaron los toros y, al finalizar el festejo, el mayoral José Escobar se vio
obligado a saludar para corresponder a los aplausos de los espectadores.
Luis
Francisco Esplá, palmas y pitos; Miguel Rodríguez, aviso y slencio en su lote;
y Pepín Liria cortó una oreja al tercero y fue silenciado en el otro.
La
corrida de Cuadri del año 1.998 estaba gafada. Para empezar, varios de los
toros que estaban apartados para Madrid resultaron muertos en el campo a
consecuencia de las peleas entre ellos. Al diezmar el encierro, los ganaderos
decidieron no comparecen en Madrid en la fecha en la que se descubrió un
azulejo conmemorativo del éxito de la temporada anterior. En ese festejo,
vigesimoquinto de San Isidro, celebrado el 3 de junio de 1.998 salieron al ruedo
nada menos que once toros de cinco hierros distintos a causa de las diversas
devoluciones que se fueron produciendo.
Tampoco
fue bueno el encierro lidiado el 6 de junio de 1.999, en la vigesimocuarta de
feria. El primero fue devuelto por falta de fuerzas y reemplazado por un
sobrero de Astolfi, con el que confirmó la alternativa Eduardo Dávila Miura que
oyó un aviso en el de la ceremonia y cortó una oreja en el que cerró plaza.
Raúl Gracia “El Tato” recibió algunas palmas en uno y fue pitado en el otro
mientras que Javier Vázquez fue silenciado tras ser avisado en el segundo de su
lote.
La
corrida pecó de estar sobrecargada de carne, por lo que rodaron por la arena en
más de una ocasión entre la decepción de los espectadores. Los intentos por
embestir de las reses se vieron imposibilitados por esa escasez de fortaleza y
poco lucimiento dejaron entrever.
El
7 de junio de 2.000, como vigesimoquinta de la feria, volvieron a comparecer
los cuadris en Madrid. En quinto lugar se lidió un sobrero de Ceriado Holgado.
Las reses triguereñas estuvieron bien presentadas y fueron muy serias pero
mostraron mucha blandura en los primeros tercios y dieron un juego desigual.
Luis Francisco Esplá resultó cogido en su primero sufriendo una cornada en el
triángulo de Scarpa del muslo derecho, con una trayectoria ascendente de 20
cms., que interesó piel y tejido celular subcutáneo con contusión de la arteria
femoral; contusionen el hombro derecho; erosión en región frontal y conmoción
cerebral, siendo calificada como grave. Pepín Liria fue avisado en sus dos
primeros astados y silenciado en los otros mientras que José Pacheco “El
Califa” saludó en uno y fue ovacionado en el otro.
La ganadería Cuadri, en
esta década, había entrado plenamente en Madrid, pero aún quedaba por delante
la consagración en los siguientes años
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