Cuando un profesional taurino sigue actuando pasada la edad de 55 años, aunque excepcionalmente se encuentre bien físicamente, lo cierto es que está lanzando un mensaje dañino para el resto del colectivo.
Artículo aparecido en la página de la UNPBE y firmado por su letrado Antonio José Martínez
Mineros, trabajadores ferroviarios, bomberos, ertzainas y …profesionales taurinos. Estos son los colectivos que todos los diferentes gobiernos han decidido que no necesitan esperar a la edad de 65 años para poder jubilarse, pudiendo hacerlo anticipadamente, sin merma de sus derechos económicos. Los motivos que se han entendido para justificar estas excepciones son que se trata de trabajos de naturaleza excepcionalmente penosa, peligrosa, tóxica o insalubre y acusan elevados índices de morbilidad o mortalidad.
Se hace necesario puntualizar que inicialmente no fue fácil convencer a la administración de que la profesión taurina era equiparable a la de mineros y bomberos, y que existe una real peligrosidad en un profesional taurino en la edad madura. Por esto, es básico que un torero que se ha jugado la vida en una larga trayectoria, pueda retirarse en plenitud de facultades y no verse expuesto a accidentes innecesarios por tener que arriesgar más de la cuenta, al no tener el respaldo de las condiciones físicas necesarias para ejercer su profesión. Y verse en estas circunstancias necesitado de torear hasta los 65 años. Quizás sea esto más dolorosamente llamativo cuando se trata de banderilleros, que probablemente requieren de una situación física más exigente ante el toro. Teniendo claro que para la administración no hay diferencia entre picadores o banderilleros.
Esta conquista laboral se ha reafirmado actualmente, manteniéndose el derecho, a pesar de que retrasar la edad de jubilación para los trabajadores “ordinarios” ha sido una de las medidas que los expertos económicos han recomendado para combatir la crisis económica.
Ante este panorama es necesario reflexionar sobre este privilegio, con el que cuentan picadores y banderilleros y la necesidad de mantenerlo, puesto que existen situaciones y actitudes que lo ponen en riesgo y peligro.
Cuando un profesional taurino sigue actuando pasada la edad de 55 años, aunque excepcionalmente se encuentre bien físicamente, lo cierto es que está lanzando un mensaje dañino para el resto del colectivo. Puesto que la administración puede entender que si hay profesionales que realizan su trabajo a esa edad, todos podrían hacerlo y tal privilegio carecería de fundamento. Lo que ofrecería al gobierno la excusa necesaria para eliminarlo, cuando en verdad, lo cierto es que a partir de los 55 años lo normal es que los profesionales taurinos lo pasen muy mal delante de la cara del toro y la jubilación honrosa, con dignidad y en su momento adecuado, es lo más justo que puede darse.
Antonio José Martínez
Abogado
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