sábado, 3 de abril de 2010

Toros en la Cinta del año 86. Rejones y novillada

Poca gente en los tendidos, rejones de poco lucimiento , seis para seis, y una becerrada con El Onubense, Toni Posada, Manolo Macias , Dominguito, más dominguito que nunca, Valderrama..., que dejaron apuntes de sus conceptos

REJONES CON POCO LUCIMIENTO (6 de septiembre)



La empresa sorprendió a los aficionados anunciando dos festejos para la celebración de la festividad de la Virgen de la Cinta, un espectáculo de rejones y una becerrada de promoción con la presencia jóvenes valores de la torería, entre los que se encontraban algunos continuadores de dinastías onubense, como las de los Posada y Pérez Recio. Pero el esfuerzo empresarial no tuvo respuesta popular y, en ambos festejos, los tendidos no fueron ocupados por los espectadores en la medida esperada a pesar de que la empresa, en un gesto de generosidad, regalara muchas localidades a diversos centros asistenciales de la ciudad.

En el primero de los festejos se lidiaron cuatro novillos de Mercedes Silva y dos – que salieron en los lugares primero y sexto – del hierro de José Luis Pereda. El ganado, en general, estuvo discretamente presentado, resultando manso y con escasas fuerzas, por lo que colaboraron bien poco con los rejoneadores, que tuvieron que esforzarse para encontrar el triunfo, que no llegaría en la mayoría de los casos por el mal uso de los rejones de muerte pues, en caso contrario, los trofeos hubieran sido numerosos.

El veterano Ángel Peralta dejó estela de sus excelentes cualidades y conocimientos, superando las adversas condiciones de su oponente, logrando algunos momentos de interés especialmente con los rejones de castigo y con las banderillas, pero, finalmente, falló en el tercio final con los rejones de muerte por lo que todo quedó en una vuelta al ruedo.

Su hermano Rafael se encontró con el novillo de más peso de todo el encierro y con él trató de hacer una labor vistosa y espectacular pero no encontró un oponente que colaborara para alcanzar el triunfo deseado, por lo que sus intentos fueron baldíos, por lo que, al terminar su actuación, también paseó el anillo para agradecer los aplausos.

La primera oreja de la tarde fue a parar a manos de Fermín Bohórquez, que se encontró con otro animal sin fuerzas y que rodó en varias ocasiones por la arena. Sin embargo, el jerezano supo conectar rápidamente con los tendidos, especialmente en el espectacular tercio de banderillas que protagonizó, por lo que, al acabar con eficacia, fue premiado con un trofeo que paseó entre la satisfacción del caballista y la alegría del público.

Muy torero estuvo Manuel Vidrié al encelar a su oponente, un animal de escasa fijeza. Una vez que lo consiguió, se lució con los rejones de castigo y con las banderillas pero, por el contrario, estuvo fallón con los rejones de muerte y cambió el éxito por una triunfal vuelta al ruedo.

Espectacular actuación de Antonio Ignacio Vargas que llegó con facilidad a los tendidos. Estuvo atinado a la hora de dejar los arpones y parecía que iba a convertirse en el triunfador, pero sus errores con el rejón de muerte y necesitar de un descabello hizo que sólo diera una vuelta al ruedo.

Cerró el festejo Javier Buendía que volvió a dejar estela de su sabor campero. Fue una actuación de menos a manos con los rejones y banderillas, destacando con las banderillas cortas para concluir de un certero rejonazo que le valió una oreja.







GRAN TRIUNFO DE “EL ONUBENSE” (7 de septiembre)



Muy escasa fue la afluencia de espectadores a esta novillada de promoción y los tendidos se cubrieron en algo menos de un cuarto de su totalidad, por lo que se podía comprobar la existencia de demasiado cemento sin cubrir. Y quienes no acudieron a presenciar el festejo se perdieron una buena ocasión de disfrutar con las buenas maneras, dentro de sus lógicas limitaciones, que pusieron todos los actuantes, quienes, si no lograron alcanzar trofeos, fue debido al mal uso de las espadas.

Para rejones se lidió un novillo de Dionisio Ortega y, en lidia ordinaria, salieron tres reses con el hierro de José Luis Pereda y dos (en segundo y sexto lugares) con el de Clotilde López Domínguez e hijos, que, en líneas generales, dieron buen juego, exceptuando al que cerró el festejo y el tercero que presentaron algunas dificultades para sus lidiadores.

Abrió plaza el rejoneador extremeño Ricardo Murillo que manejó bien las monturas y estuvo ciertamente atinado a la hora de colocar los arpones; sin embargo, todo lo bueno que había realizado se vino abajo en el tercio final al necesitar de dos rejones. Le fue concedida la primera oreja del festejo.

Tras su éxito anterior, repetía actuación el sevillano Domingo Valderrama que, otra vez, volvió a dejar muestras de su torería tanto con el capote como la muleta, cuya faena la basó en la mano derecha con series de buen gusto. Pero, en esta ocasión, estuvo muy mal con los aceros y el triunfo presagiado se quedó en una ovacionadísima vuelta al ruedo.

No tuvo fortuna Manolo Macías con el becerro que le correspondió, uno de los pocos que presentaron dificultades. Su voluntad de querer hacer bien las cosas se estrelló con las condiciones del astado, más pendiente de ir al cuerpo que de acudir a la muleta. Para colmo, estuvo mal con la espada, recibió dos recados presidenciales mientras se silenciaba su labor.

Antonio Posada logró grandes ovaciones al capotear y muletear a su oponente. Sorprendieron las verónicas de recibo así como las series de largos derechazos transmitiendo mucho sentimiento a los espectadores que rememoraron a su padre, el maestro Juan Posada. Sin embargo, el mal uso de los aceros le privó de trofeos pero el público le obligó a dar la vuelta para premiarle por el conjunto de su actuación.

Quien si alcanzó un meritorio triunfo fue Antonio Pérez El Onubense que, de salida, fue atropellado al lancear pero él ni se inmutó. Con la muleta, el joven novillero realizó un trasteo de gran calidad y mucha quietud al torear con mucho gusto por ambos pitones al tiempo que ponía de manifiesto el enorme valor que atesoraba. Pese a su lógica inexperiencia, dejó abierta la puerta de la esperanza. Al matar de una estocada recibió el justo galardón de las dos orejas, con las que abriría la puerta grande para salir en triunfo mientras los espectadores hacían elogios sobre su actuación.

Cerro plaza Fernando Moreno, al que le tocó otro de los becerros que presentaron algunas dificultades. Se gustó con el capote por lo que se ganí unas justas ovaciones y con la muleta trató de superar la situación destacando en algunas series de derechazos de buen trazo. Tampoco estuvo afortunado a la hora de matar pero se ganó una fortísima ovación, recordando su quehacer con la franela.

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