domingo, 21 de febrero de 2010

El sorteo.La suerte vestida de luces.


La suerte vestida de luces.

En este mundo de ritos, de costumbres inveteradas y tradiciones inquebrantables, donde es difícil cambiar un alamar de sitio y la propia inmovilidad es a la vez motor y freno de la más arraigada tradición de los tres últimos siglos, del eterno juego del hombre y el toro. En este mundo de dureza superlativa y guiños continuados a la muerte y a la vida, en el ambiente de la fiesta brava, el sorteo es uno de los asuntos más serios y más fielmente respetados de todo el conjunto de ceremonias que adornan una corrida de toros. Será, es sin duda, por que allí sólo están, sólo deben estar, los que se juegan algo en el envite. El mayoral, oráculo del banderillero, los profesionales con una sola voz por cuadrilla, y “la autoridad” que sólo debe dar fe.

Las formas

Todos los reglamentos lo recogen, respetando lo consuetudinario de una buena tradición. Conocidos los protagonistas, la cita es eterna, al mediodía zulu, las doce de la mañana el lugar es conocido, los corrales de la plaza, el asunto que se dilucida es grave, enlotar, y sortear los seis toros a los que habrán de enfrentarse por la tarde los matadores con sus cuadrillas.
El banderillero más avezado en estas lides, por viejo, por diablo o por confianza, y que suele ser unos de los dos lidiadores de la cuadrilla, se mueve alrededor del encierro, observa cada toro recreándose en la suerte, realiza una rápida maestría en detalles, en gestos, en tipo, en pelos, en oftalmología veterinaria aplicada, en astas y en puntas, en movimientos o cojetadas, en cara y en tipo y en sextos sentidos amalgamados de recuerdos de miles de toros que pasan por la cabeza, de miles de pitones que pasaron rozando la taleguilla y de algún par que supo, en mala hora, atravesarla.


Con ese bagaje, el experto en detalles se acerca al mayoral y confirma,

- El 31 y el 48, son hermanos, ¿no?

- Si, hay que abrirlos con los colorados que son de la misma reata

- Si, y los que quedan el que es más y el que tiene menos cara



Las palabras justas, los acuerdos evidentes. Otra vez la democracia en el toro, basta el acuerdo por unanimidad o por mayoría de dos a uno y los lotes hechos. Normas no escritas, clásicas, sanas y concisas: no poner a los hermanos juntos, el más guapo con el menos, de sobrero el que menos pinta tenga de embestir, cuidado con los pelos, los cinqueños a mirarlos bien, los reparados de la vista, los de cuello corto, los hechos cuesta arriba, los feos de hechuras a evitarlos, de vuelta al campo si no sale de reserva.


Todo despacio, pero sin dudar, los antiguos a ojo, los modernos con libretas, la autoridad paciente, el empresario temeroso, el presidente a escribir, el mayoral al quite, los albéitares para las dudas y los demás de mirones, calladitos y a dar tabaco.

La historia
Desde el año 96 de hace dos siglos, en la bella Easo, su tierra claro, a pesar del primer apellido, Eguía, era el segundo de Don Luis Mazantinni, pues ese día 15 de Agosto cuenta la leyenda que se plantó frente al mandón Guerrita y le soltó un duro y firme, esta tarde mando yo mañana mande quien quiera

- Aquí se sortea,

Lo dijo con los redaños que sólo lo puede decir en su tierra un vasco, señorito con estudios y con aire entre sindicalista y canalla, todo un personaje que acabó siendo teniente de alcalde de Madrid  y gobernador civil con mando en plaza, ya saben degenerando. Además cuentan que fue amante entre otras mil de Sara Bernhardt, a quien cuentan que regaló un anillo que el bohemio personaje compró en el hall de un hotel por la mitad de sus honorarios de aquella tarde, cosas de genios.

Pues este fue el impulsor del sorteo, otros defienden que ya fue Reverte.
El sevillano era guerrero y rebelde, se había enfrentado al poder establecido que representaba el Guerra, documentado, otro personaje este Reverte que condujo el primer automóvil por Sevilla. Cuenta el propio torero cordobés que Reverte pedía sorteo y si no lo había se dejaba coger, si dejarse coger por un toro de entresiglos y hacia aspavientos de dolor insufrible para retirarse del ruedo y al pasar el sevillanos frente al califa le decía “ahí te quedas con tus toros guapos y con los dos míos feos” Torero con argumentos y condiciones para hacer un safari en su barriga.

Hasta entonces el ganadero elegía el orden de lidia, las presiones de los primeros espadas hacían que fueran estos realmente los que elegían los bureles, y establecían el orden, el matador de más predicamento solía ser el segundo, y para que la tarde fuera cuesta arriba, al que le tenían más fe lo ponían de segundo de su lote, por tanto quinto de la tarde de ahí la expresión infeliz de no hay quinto malo. Entonces era Guerrita el que mandaba y desde entonces, con alguna intermitencia, se optó por el sorteo.
Al Lio


Hechos los lotes, se inscriben los números de los dos toros hermanados en tres papeles, dice la tradición que deben ser papelillos de fumar de un cuadernillo de los antiguos, uno de los protagonistas escribe los números, otro debe hacer tres bolitas idénticas que el tercero en discordia introduce en un recipiente, en puridad el sombrero del mayoral, si no gastase sombrero, la gorrilla y lo más reciente que he visto es el tricornio del delegado de la autoridad. Tres banderilleros, tres papeles, el presidente, el guardia y los mirones. Por riguroso orden de antigüedad el banderillero de la cuadrilla del matador con más años de alternativa mete la mano y busca la suerte, los gestos se multiplican, cruces, tocar madera, mirar al cielo, un muestrario de supersticiones y creencias.

- Suerte- se oye a tres voces

y canta la fortuna cuando deslía la bolita


- El 18 y el 42

Se repite la acción y se canta cada lote, los guardias apuntan y otra vez vuelta a los corrales. Ahora el estudio es para confirmar, ya la cuadrilla sólo tiene ojos para dos toros, los dos suyos y es el momento de elegir el orden, de confirmar lo visto antes, siempre el de más fe por delante, si se rompe plaza entonces, entonces el primero el presunto bueno, luego el menos confianza.

Las razones de este trágico orden marcan la raza especial de estos hombres, las cuentas del miedo, el pragmatismo del que juega a morir, se echa el mejor por delante porque si el primero que te corresponde te levanta los pies y te manda al hule de la enfermería, que te vayas con las orejas del mejor toreado. Y de paso le dejas el presunto regalito al rival de turno.

Otra vez al oráculo, el mayoral opina, si se le pregunta.

- ¿Que madre quiere más a un hijo que a otro? Echa al burraco por delante que es hermano del de las dos orejas de Madrid del año pasado.

La cuadrilla habla en petit comité, el apoderado se entromete, alguna llamada al entorno más cercano del matador, y se decide.

- El 42 por delante

Se da la orden a los guardias para que formalicen el orden de lidia y se acabó el rito.

La hora de las mentiras.

Alea facta est, entonces siguen las labores propias de cada profesión, los torileros a enchiquerar, el apoderado a cobrar, si puede, los delegados a dar el orden de lidia, el mayoral a velar por sus pupilos, y la cuadrilla…, la cuadrilla tiene por delante el trago de llegar al hotel y de mirar cara a cara al matador. Ahora hay que contarlo. Es lo que Juan Moreno llama”La hora de las mentiras”.
El que la lleva la entiende, cada hombre de plata sabe que hay que callar y que quiere oír el que ha de ponerse a las cinco de la tarde con una franela delante del toro.
Unos quieren coba,
- Te has llevado el lote, un burraquito de ensueño y el más guapo de la corrida, la carita aquí y un dije
Otros quieren la verdad.
- El primero es menos pero el cuarto es un pavo, a lo mejor sirve por que tiene la misma cara que al que le cortaste las orejas el día de Pamplona.
De Pamplona.., rumia por lo bajini el matador.
Otros no quieren saber nada
- Sea lo que Dios quiera

En todo caso me quedo con lo que dice el maestro portugués Armando Suarez,


- El mejor lote, el tuyo.
-¿Porque maestro?, preguntaría el poderdante
- Porque es al que le tienes que cortar las orejas.

La comida ligera y pronto, demasiado pronto a veces, demasiado tarde otras, llegará la hora de la verdad, la de los miedos y la de apretarse los machos, lo demás, lo demás es sólo rito, el rito más formal y bello del mundo.



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