Al hilo de lo publicado en ambitotoros hace unos días, nos manda un amigo veterinario el siguiente texto que firma MIKEL SEGOVIA en El Mundo
No fue la carga de casi 2.000 kilos que arrastraban la que los mató. Ni el exceso de esfuerzo o la falta de entrenamiento. Tampoco los golpes con el akulu, la vara con un punzón de11
milímetros con la que les azuzaban. La muerte les
rondaba por las venas antes de iniciar las idas y venidas sobre la vía de
piedra romana. Los dos ejemplares, imponentes, de entre 700 u 800 kilos de
peso, debían lucirse en las fiestas del pueblo, en los Andra Maris de Erandio.
La tarde del 16 de agosto aspiraban a ser la pareja estrella de la exhibición
de arrastre de piedras con bueyes que acogía el municipio vizcaíno. Cuando les
llegó el turno parecían aturdidos pero comenzaron a tirar con fuerza. Al
principio la piedra resbalaba con facilidad, como si no pesara, un largo o
clavo -28 metros- tras otro.
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No fue la carga de casi 2.000 kilos que arrastraban la que los mató. Ni el exceso de esfuerzo o la falta de entrenamiento. Tampoco los golpes con el akulu, la vara con un punzón de
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Los animales ocultaban un
secreto y ellos lo sabían.
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Apenas una hora después
de desplomarse, los dos bueyes morían a la vista de todos y al
parecer con el corazón reventado. Lo hicieron apenas con tres minutos de
margen.
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Las pruebas de laboratorio han confirmado que se les inyectó speed -anfetaminas-, segúnla Diputación
de Vizcaya. La dosis podría haber estado adulterada o habérseles inyectarles
una cantidad excesiva para su peso.
Las pruebas de laboratorio han confirmado que se les inyectó speed -anfetaminas-, según
Ha sido la gota que ha
colmado un vaso que hace tiempo que está colmado. El pasado mes de
abril en Llodio (Álava) otro animal fallecía tras una prueba, poco
después de habérsele inyectado una sustancia para incrementar su rendimiento.
Antiguamente bastaba con
estimular a los animales con pequeñas dosis de cognac, café o aspirina.
Funcionaba. Pero la rivalidad llevó a buscar productos con mejores resultados.
Se comenzó por instalar carpas para vigilar desde la víspera que nadie
manipulaba al animal. Ese celo se fue relajando. Ya ni se instalan y no es
extraño ver a plena luz del día cómo se inyecta a un buey antes de la carrera.
El speed, las anfetaminas, no es el único producto. La fenilbutazona, para
aliviar lesiones; la pentoxicilina, la dromostanolona, el butorfanol...
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El entorno de las pruebas de bueyes es pequeño. Todos se conocen. Son un reducido círculo de promotores, entrenadores, veterinarios y responsables políticos. Se ven en todos los eventos deportivos, conocen a los animales, su potencial. No se juega por dinero: pesa más una mezcla de afición, orgullo y envidias. Los premios, de apenas 1.200 ó 1.500 euros, no dan para vivir de ello, ni siquiera para el mejor. El coste de comprar los bueyes -hasta 15.000 euros la pareja-, mantenerlos y transportarlos no dibuja un negocio rentable.
El entorno de las pruebas de bueyes es pequeño. Todos se conocen. Son un reducido círculo de promotores, entrenadores, veterinarios y responsables políticos. Se ven en todos los eventos deportivos, conocen a los animales, su potencial. No se juega por dinero: pesa más una mezcla de afición, orgullo y envidias. Los premios, de apenas 1.200 ó 1.500 euros, no dan para vivir de ello, ni siquiera para el mejor. El coste de comprar los bueyes -hasta 15.000 euros la pareja-, mantenerlos y transportarlos no dibuja un negocio rentable.
Ahora afloran algunos
arrepentidos. Lo reconocen sin tapujos: «Sí, yo he drogado y ahora a veces
drogo a mis bueyes, pero no me queda otra, todos lo hacen y si yo no lo
hago...». Quien lo afirma es Iñaki
Lopategi, el verdadero número uno de este deporte. En el
pasado no jugó limpio y fue sancionado. En su currículum no sólo pesan multas
por dopar a los bueyes sino también por falsear la ficha con los datos del
animal para participar en una prueba. «Por eso me pusieron una multa de 62.000
euros», recuerda, que con la demora en el pago y el abogado le supuso un
desembolso de 82.000. Pero Lopategi está dispuesto a acabar con esto: «O todos
sucios o todos limpios», resume
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Los más viejos del
deporte afirman que son apenas media docena de personas las que mueven las
sustancias del dopaje. Lo hacen asegurando que no dejan
«marca». Fundamentalmente en Vizcaya pero también en Guipúzcoa. La moda
comenzó hace menos de 10 años, influidos por lo que llegaba del mundo de la
hípica. Por apenas 300 euros se puede dopar a dos bueyes.
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Teóricamente en cada
prueba se realizan controles antidoping. Les corresponde a las diputaciones
forales llevarlos a cabo. Pero tanto desde la Federación de Herri
Kirolak -que agrupa a 18 modalidades, entre ellas el arrastre con bueyes-
como algunos promotores, aseguran que no son eficaces. Afirman además que desde
fuentes cercanas a la
Diputación salen a menudo soplos sobre dónde acudirá el
veterinario y si habrá o no control antidopaje. «En muchos casos son análisis
muy superficiales, que detectan sustancias distintas a las que se inyectan y,
claro, dan negativo pese a que todos sabemos que el animal analizado está
dopado», afirma Lopategi. Otros promotores aseguran que se han dado casos en
los que se recogen muestras de orina «que luego nunca llegan al laboratorio».
Cada año en el País Vasco
se realizan casi medio centenar de pruebas oficiales y otras tantas de
exhibición, la mayor parte en Vizcaya. La diputación realizó sólo 18
controles antidoping el año pasado y en media docena de casos hubo un
positivo. Este año se acumulan ya dos casos de dopaje. Llama la atención que de
los 62 controles realizados en 2009 ninguno diera positivo.Fuentes del ente
foral afirman que son controles aleatorios en los que se analizan hasta 15
sustancias. Aseguran que «ninguna» actuación se ha realizado tras recibir un
chivatazo y reconocen que es «imposible» garantizar la limpieza de
las pruebas «al igual que ocurre en todos los deportes».
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