Vaya final de temporada del que manda en esto |
Pantallazo de Juli.es |
El Juli ha estado en torero poderoso y sublime ante sus dos oponentes, a los que ha exprimido de principio a fin con su magisterio y su capacidad lidiadora, dejando escaso el rico elenco de adjetivos elogiosos que se pueden encontrar en el Diccionario de la Real Academia.
En su primero se ha lucido en verónicas ajustadas, en el quite por chicuelinas en pleno centro del anillo, y, con la muleta, ha suscitado un clamor colectivo, con tandas por uno y otro pitón que se sucedían inacabables ante un toro que hacía el avión, que acudía boyante a la muleta y que no se cansaba de repetir.
Si creíamos que lo habíamos visto todo con este astado, llegó el quinto, y El Juli estuvo todavía mejor.
Ese toro ha echado la cabeza arriba al comienzo de la lidia, pero no contaba con un torero que lo iba a dominar de principio a fin y que iba a conseguir de él series de naturales en las que alargaba la izquierda hasta más allá de donde le daba el brazo, y todo bien hecho, con temple, quietud, relajado, sin emborronar ni siquiera un solo pase.
Los gritos de "torero, torero" fueron coreados en los graderíos,que reconocían así los méritos de un diestro de cuerpo entero que en Murcia ha estado con las ganas de triunfo de un principiante y con la predisposición de quien quiere ser algo en esta difícil profesión.
Dice Javier Hernández
El toro de Juli primero, que parecía dos toros. Parecía un toro loco por irse a tablas y refugiarse en chiqueros, como hacen los mansos. Pero también se comía la muleta por abajo como una fiera cuando se la metía bajo el morro, como hacen los bravos. El tío encargado de poner etiquetas se volvía loco. Pegaba la de manso cuando perdía el vuelo y apuntaba a irse a chiqueros y llegaba Juli, le adelantaba muleta en los medios, ja, toque fuerte, metía la roja bajo el morro la arrastraba por abajo y Pedacito se la comía fiero. Iba el hombre de las etiquetas a poner la de manso encastado, que se la debió de inventar uno que andaba en casos como estos y no se atrevió a poner las dos. Y tal vez acertó con la etiqueta. Emotivo el conjunto, apabullante el mando de Juli y la primera oreja.
Juli y Treintaycinco. Otro clamor. Ese castaño fino, con morrillo, con el hocico por delante de todo siempre, obediente pero apretando, empujando las telas, pronto, fijo y romaneando en el caballo en la vara de Diego Ortiz. Bravo y noble, puso el de las etiquetas. Noble porque obedecía a lo que marcaba el cite, bravo porque todo lo hizo por abajo. Y cuando más abajo, más empuje. Hubo naturales con toda la muleta ofrecida sobre la arena y allí adelante, con el Juli olvidado del cuerpo, sin condenarlo de hombros y cintura para llegar más adelante todavía, y que el natural fuese hasta atrás de más atrás. Cinco o seis metros de natural, girar talones y otro, y otro. Y el de pecho. Rugía la plaza. Y el cierre por abajo, doblándose y el espadazo, trasero. Y las orejas.
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