Tal y como informa ABC.es, el Centro Internacional de Tauromaquia y Alto Rendimiento de Guadalajara (Citar) es el cuartel general de ocho chavales con la aspiración única de ser toreros. Todos apadrinados a partir de ahora por Iván Fandiño, que dará nombre y renombre a esta academia. «Quería tener algo fijo en lo que volcarme. Me siento muy identificado con los chicos, me priva esa cara de ilusión e inocencia cada vez que entreno con ellos», dice el matador vasco. Ídolo del joven club, no hace distinción: «Lo mismo toreo que me hago un toro con ellos. Es fantástico».
Pequeño gran ejército
Su apoderado, Néstor García, se ha puesto al frente de este pequeño gran ejército. Sus enseñanzas no parecen al uso. No hay medias tintas. «Esto no es de brutos, es de inteligentes. Pero los pies no se mueven aunque se os venga la vaca». Cuando corrige la técnica y las formas, sus soldados se crecen. Aquella escena recuerda a la de Cus D'Amato entrenando a Tyson: primero transforma la chispa en llama, ésta se torna en fuego, y el fuego en un incendio incontrolable. Hasta hacerles sentir que, a lo Muhammad Ali, si quieren ser alguien deberán aumentar su seguro de vida. Tal es el acicate que, del duerme vela del tentadero anterior, Juan de Castilla pasa a una explosión de coraje, al igual que sus compañeros: los mexicanos Leo, Ricardo y Manuel, y los españoles José, Alejandro, Juan y Rafael.
El club de los ocho
«Cada día recordamos que podemos estar toda la vida arrepintiéndonos de los veinte minutos que no hayamos exprimido en la faena». Esta máxima aparece inmortalizada en el corazón de los ocho. Sus directores, el matador de toros Luis Miguel Encabo y el catedrático de Pedagogía Pedro Alonso, se la recuerdan a diario en este cuartel taurómaco ubicado en Fuentelencina, pueblo natal de Lupe Sino, el amor de Manolete.
Balas imprescindibles
En este refugio alejado de ruidos, donde sólo hay tiempo para el entrenamiento y el pensamiento, balas imprescindibles para disparar la creatividad y el arte, el tictac no deja tiempos para romances. La vida transcurre en el complejo, totalmente acondicionado, con casa para los menores de 18, custodiados por un tutor, y cabañas para los mayores. Disponen de piscina y de una sala con algunos juegos recreativos. Pero el día a día pasa en esencia en el aula-salón donde se imparten clases teóricas, siempre unidas a la práctica del toreo, al aprendizaje de la expresión corporal y el abandono del cuerpo. Cada jornada recorren cinco kilómetros hasta la finca «Cantinuevo», su otro refugio. En su plaza cubierta dan luz a las suertes y ayudan con algunas tareas camperas.
Calentamiento antes de entrenar fuerte
.¿Lo más duro? Todos coinciden: «Estar lejos de la familia, pero nuestra familia somos ahora nosotros y los profesores. Es un privilegio estar aquí, en el único centro de alto rendimiento donde estás concentrado 24 horas, los siete días de la semana». La disciplina es férrea; elrespeto al toro y a los maestros, absoluto. Y al hombre, a la persona, «que es lo primero». Sorprenden los valores de estos jóvenes, con edades comprendidas entre 16 y 21 años. Impresionan su dominio del lenguaje, sus conocimientos de la historia, su espíritu de sacrificio, su lucha constante.«Si se nos va un pie, el castigo es no torear, la peor represalia», espetan al unísono los barbilampiños.
Son camaradas, pero la competitividad se impregna en el ambiente. Bienvenida sea. Ellos son el futuro, los herederos de un mañana que llega de la mano del «capitán» Fandiño y con su pureza como escudo de la villa militar más torera.
La disciplina de los espartanos
¡Arriba, espartanos! Suena la campana. Antes de que el gallo cante, todos están alerta para hacer ejercicio, enfocado «más al héroe artista que al deportista». Todos, incluso los tres alumnos escolarizados, cumplen a rajatabla las disciplinas de este Centro de Alto Rendimiento de Tauromaquia, ubicado en Fuentelencina (Guadalajara).
Sustentadas en el pilar de la autosuficiencia, las clases se basan en la preparación física, la mental y la psicomotrocidad, unidas a la expresión corporal. El coste por cada alumno es de 600 euros, aunque la mayoría están becados. Además de Luis Miguel Encabo, que instruye en la lidia y las suertes, cuentan con un equi-po de profesores de la Universidad de Alcalá: el pedagogo Pedro Alonso, los psicólogos Roberto Fernández y José Luis Pastor, y el licenciado en Ciencias del Deporte Esteban Marín. La parte «olímpico-militar» la imparte José Luis Rodríguez, encargado deltrabajo de autocontrol. Todas las semanas hay examen. Cada fallo resta, cada error lo interpretan como una cornada. La más dolorosa: quedarse sin torear en el campo si suspenden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario