Más de media. Tres toros de El Vellosino, dos de Albarreal (3º y5º) y un sobrero (1º bis) de Santiago Domecq,
Miguel Abellán, oreja y ovación tras petición;
Eduardo Gallo, ovación y vuelta
Iván Fandiño, silencio y silencio tras aviso.
Así lo cuenta el Herlado
Eduardo Gallo pudo rozar el cielo si hubiera estado más toreado. Ayer pudo haber roto la puerta grande si hubiese entendido las francas y nobles embestidas de un toro bravo, que ha de ser el de la feria. Dentreotoño, colorado y con el hierro de Albarreal. Gran toro desde que tomó los primeros capotazos que fueron, casi casi, de compromiso. No hubo quite, ni siquiera el de la cartera. Gallo compuso una faena serena, con altibajos. Tan firme como encimista. Debió darle más sitio al noble animal y haberle bajado más la mano. Aún así, logró muletazos bellos, largos, templados y un par de series al natural ligadas con dos sensacionales pases de pecho. La faena fue languideciendo, como la tarde, de más a menos y acabó con un pinchazo y una entera. Hubo petición, pero la mayoría del público de sombra se decantó por el toro al que aplaudió en su póstumo arrastre.
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