Decía Sabines, un viejo poeta mejicano, escribía que aquí no pasa nada, o, bueno, pasa tanto al mismo tiempo, que es mejor pensar que no pasa nada.
Empieza a preocuparme. El toro, su gente, su estructura, su
ambiente es un mundo acomplejado. Cada vez más, consideramos como naturales
agravios que son inasumibles en un estado de derecho. Desde la base andamos, si
no escondiendo, si callando nuestra afición. Permitimos inanes que desde todos
los estamentos se nos menosprecie y difame. En las redes sociales cualquiera se atreve a ponernos de chupa de dominé en cuanto saben de nuestra afición.
Pareciera que nos da igual ser el monigote
de la feria, entre la mujer barbuda y el carapapa al que le todos le pueden
tirar sus inmundicias.
Como parece no importarnos que al entrar en las plazas nos
coaccionen e incomoden los gritos e insultos de cuatro o cuarenta y cuatro manifestantes,
que tienen su derecho a hacerlo, pero no y nunca en ese momento y en ese sitio.
Pareciera que es poco importante que en Barcelona
no pueda haber toros merced a una ley abiertamente contraria derecho. Parece que asumimos que aún cuando
el constitucional, el día que quiera ponerse a trabajar en el recurso que dirime, falle a
favor de la tauromaquia, seguirá sin haber toros en La Monumental , si es que
no la han convertido en otro centro comercial. Parece normal que en San Sebastian una decisión
municipal deje sin toros a los aficionados de la Bella Easo.
Aparentemente nos importa poco a todos, desde el banderillero de la UNPBE al empresario y al
aficionado, que haya menos novilladas que corridas de toros, que haya pueblos
donde la prohibición a la tauromaquia nazca de la imposibilidad de asumir los costes de
organizar un festejo menor.
Nadie parece preocupado por que tres toros en una misma tarde y de
una misma ganadería, se partan los pitones. Nadie analiza con ganas de saber la verdad las muertes de toros infartados en las plazas
A nadie le importa un bledo, más allá del
consumidor que simplemente no acude, que los carteles de toros de las
principales ferias de España sean idénticos a los de hace 10 años. Pongamos
estos nombres Juli, Perera, El Cid Morante, Castella, Talavante, Manzanares, Ponce,
Padilla, Fandi, Cordobés, juntemos con cinco ganaderías de encaste Domecq y veremos que nos salen carteles que sirven
igual en la feria de cualquier plaza de
segunda del 2005 que en la de 2015
Parecemos asumir como un mal menor que
haya toreros que no interesan y toreen en todas las ferias, que haya
ganaderías que no dan el juego apetecido y repiten año tras año. El oligopolio real de un sistema caduco que controla plazas, ganaderías y toreros, suena como incómoda música de fondo.
Hemos descartado ya que haya una clase
media de matadores de toros, compuesta como toda la vida por toreros que están
creciendo, que no están para empresas mayores, que pueden vivir honradamente de
esto en circuitos medios.
Nos da igual a informadores, matadores,
autoridades que siga habiendo empresarios como los que han “gestionado” estos dos últimos años el Coso
de los Califas. Y propietarios como la sociedad que
ostenta el accionariado de esa misma plaza.
A nadie parece importar que la prensa taurina sea pura endogamia y este controlada
por los protagonistas de la misma. Nos miramos con sorna por que siempre nos quedaran los blogs y twitter, que con sus virtudes y sus defectos, no deben ser los referentes de la información.
Nadie pone el grito en el cielo porque los pliegos
de condiciones de las plazas públicas sean contrarias a la
tauromaquia, a su evolución, a la libertad de mercado, a la competencia, al
crecimiento, ala renovación del escalafón y la lógica.
Se contempla con resignación que haya abonos
que se cierran con seis meses de antelación a espaldas de la realidad y sin
poder adecuarse al devenir de la temporada
Nos encogemos de hombros con un “no sirve”
cuando contemplamos que desaparecen encastes que son tesoros genéticos y que
hay figuras que no los ha lidiado, ni los van a lidiar nunca.
A todos nos parece normal que perdamos sitio
y presencia en la sociedad. Que a
nuestros hijos en las escuelas nadie les explique quien fue Manolete. Que
un electo futuro candidato a presidente del gobierno diga en tres meses tropecientas veces que “Nunca le veremos en
una plaza de toros” y no se pronuncie sobre como gestionar la tauromaquia,
segundo espectáculo de masas del país
No pasa nada si en Algémesi o Tordesillas los
profesionales y aficionados son insultados, golpeados, vejados y no puedan desarrollar
su libertad individual en espectáculos públicos legales y legítimos. Nos
sonreimos con dejadez al enterarnos que hay artistas que sufren chantaje y que se
someten y claudican y no tocan en esas localidades.
No somos militantes contra marcas que presumen
de no hacer publicidad en medios y espectáculos taurinos. No les pasa nada a sus cuentas de resultados por eso siguen haciendo el vacio con premeditación y alevosia a un espectáculo que interesa a muchos españoles.
Nos hacemos los tontos si TVE, la de todos, nos engaña y engaña a los toreros, si con el
dinero de todos, y del toro, financia pésimas producciones que no interesan y
cierra las puertas a los toros, si admite publicidad en fútbol. cine, teatro… y
los toros no son retransmitibles en la plaza pero si en los encierros...
Todos callamos ante el despropósito de que
los derechos de imagen de las retransmisiones televisivas no se repartan de
forma proporcional
Nadie se escandaliza que los ganaderos
sigan vendiendo a pérdidas sus toros y novillos en todas las plazas de tercera
y muchas de segunda.
Miramos todos para otro lado al ver que
los registros de profesionales siguen creciendo de
forma desproporcionada al número de festejos.
Aparece como normal que los veterinarios
de las plazas aprueben o rechacen corridas de toros sin criterios zootécnicos y
morfológicos
Y claro, si los defensores y salvapatrias
que se postulan y crean mesas del toro y plataformas en defensa de la fiesta
(del cachondeo diría yo) y se desaparecen los dineros, nadie se asusta
¿Y no paaasa nada?
Pues si pasa y a mi me duele, y estoy harto de decir que a
esto del arte de jugarse la vida delante de un toro en una plaza pública le quedan tres telediarios.
Y algo habrá que hacer… entre todos…Digo yo
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