Bien Tomas Campos con el de su alternativa, un toro al que le falto fuerza igual que le sobró clase, al que supo entender a la perfección en una faena limpia y sin muchas exigencias. Muy tranquilo el de Llerena mató de una estocada certera y el paisanaje le premió con las dos orejas.
Con el que cerró festejo tuvo que abreviar ante las dificultades de su oponente que embestía con la cara por las nubes.
Morante solamente pudo justificarse ante su primero, un toro feo y montado que no bajó la cara durante toda su lidia, en cambio con el cuarto vimos al de la Puebla más inspirado. Lo meció con el capote, en verónicas marca de la casa, para continuar en el último tercio con muletazos profundos y de largo trazo, que no fueron del todo rotundos porque el de Domingo Hdez punteba los engaños al final del embroque. El pinchar antes de dejar una media, vió reducido su premio a una única oreja.
A el Juli le tocó en suerte el lote menos claro. Con su primero tuvo que tragar, hasta que una vez podido el astado entró en la muleta del de Velilla. En ese momento se sucedieron los muletazos exigentes, con el compás abierto, y de muy largo recorrido. Mató al segundo intento y cortó una oreja con fuerte petición de la segunda. Con el sexto estuvo igual de firme con un toro que embestía a arreones, además de hacerlo con escasa clase. Se le fue la mano en primera instancia con la tizona, y perdió la puerta grande.
Vimos la verdadera dimension de Perera con el séptimo. Un toro que se vinó arriba en banderillas, al que Perera sometió por abajo por ambas manos, en series largas, antes de acortar distancias y meterse entre los pitones en un arrimón de escándalo. A esas alturas de faena el de Garcigrande se sintió vencido y amagó con rajarse. La espada le funcionó a la perfección y el público le pidió el rabo con fuerza, que la presidencia no concedió.
Ante su primero, únicamente fue ovacionado, pues aunque noble, la sosería y escasa fuerza del astado, hizo que el trasteo careciera de relevancia.
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