Suena el teléfono que descuelga el ganadero:
- Hombre, torero. ¿Como andas?
- Pues se imagina, entrenando, no voy a América y aquí ando
haciendo campo.
- Lo propio. Pues cuéntame
- Nada, que a ver cuando nos vemos y me encierra usted unas
vacas
- No tengo ni una.
- ¿Y eso? Con 200 madres ¿Ni un rabo que tentar?
- Ni una. Lo que si tengo son erales, los feotes, a 300€ la
bravura
- ¿Me habla de pagar por tentar?
- Te hablo de que tengo que sobrevivir y esta es la fórmula.
Es lo que me pagan las escuelas, los aficionados prácticos, cualquiera que
quiere ponerse delante.
- Pues no me parece digno de una casa de abolengo como la
tuya
- Pues a mi lo que no me parece digno es no poder pagar la
seguridad social del guarda.
- Me parece fatal, de mal ganadero
- A mi lo que me parece fatal es que el año pasado te encerré
vacas cuatro días y luego no mataste ni una corrida mía.
La conversación no es ficticia. La realidad anda por estos
derroteros. Los ganaderos están asfixiados económicamente. Los piensos al doble
de precio que en el 2008 y los toros de tercera desaparecidos, los de segunda a
un 70% del precio de hace dos años y hay quien ha vendido corridas para plazas
de primera a final de temporada por debajo de los 12.000€ (la corrida completa).
Ante este panorama, o se tira la toalla, conozco a más de
diez ganaderos que se han rendido (o los han rendido) en este final de año. O
bien se le echa el charolés, a todas o la mitad de las vacas. O se opta por ejercer
de “ganadero hospedero”.
Este hospedero es el ganadero que ha decidido abrir las puertas de su finca a
cambio de cobrar. La oferta es variopinta, desde la excursión del INSERSO,
hasta cobrar a las peñas que visitan la ganadería. Desde dar la oportunidad,
muy yanqui, de pagar al urbanita por dar de comer al ganado o arreglar
portillos, hasta celebrar despedidas de solter@s con vacas y muchachas o vacas
y muchachos de buen ver y por supuesto, la BBC (bodas, bautizos y comuniones). Desde excursiones de élite, máximo cinco personas, por
1500 € al día, se come en la mesa de nogal de la casa del amo, hasta hacer un
curso de aficionados prácticos a 150€ el finde con caldereta incluida, donde se
sale incluso con título para colgar en el estar-comedor de su piso de Alcobendas.
De esta forma, me explican, se diversifica, se obtienen
ingresos, se pone en valor, se da ocupación a algún heredero partícipe de la
ganadería. Alguno incluso defiende que se hace afición, se quitan tontos de enmedio (que pesaditos los novilleros con los tentaderos). Pero lo fundamental,
se obtienen unos ingresos frescos, inmediatos, que tapan muchos agujeros y
ayudan a pagar muchas nóminas,
Apenas un puñado de los ganaderos más clásicos se niegan a
entrar en este círculo (¡al tiempo!, me dice mi interlocutor). El resto, de una
forma o de otra han entrado en esa innovación que la iglesia, siempre la iglesia
por delante, impuso hace tiempo. Cobrando por visitar catedrales. O ayudando a
sufragar los gastos en los conventos de clausura a través de hospederías y hosterías,
de ejercicios espirituales guiados o sin guiar…. ¡¡Que hay que ver como se pone Silos de
separados depresivos los fines de semana!!. Por que es muy bonito escuchar
gregoriano en vísperas o nonas, pero esto tiene un coste y mire usted el
desconchón de la cúpula y la de porquería que suelta el pinsapo, y eso hay que
barrerlo todas las mañanas.
Pues, como cada uno es dueño de su hambre, nos parece muy
respetable cualquier forma honrada de obtener ingresos para hacer viable ese
negocio ruinoso y exigente que es una ganadería de bravo. Pero, como en la
iglesia, existen límites. No se puede cobrar por oír misa. Ni se puede impedir
que oiga los santos oficios el fiel que acude a la catedral de Burgos, Tampoco
se puede cobrar ni restar misticismo al novicio que quiere profesar en el
Cister.
Habrá que buscar nuestros límites, entre la supervivencia y
la prostitución. Todo por salvar al estamento más romántico y más sufrido de
este conglomerado. Siempre hubo monasterios con hospedería y otros con puro claustro.
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