martes, 27 de agosto de 2013

Admirado Julián, “El Juli” no se merece pequeñeces

Pasaba en el medievo, los grandes luchadores, los más bravos soldados de fortuna, los que llegaban a la nobleza por su bravura, eran acreedores de facto de privilegios que suponían derechos, no siempre oficiales, que alienaban al resto de la humanidad, que atentaban contra las leyes escritas y morales. Iban en contra de su propia nobleza y achicaban su demostrada grandeza, no era más que una forma pequeña, cruel y caprichosa de demostrar su poder.

El argumento era simple, a un hombre grande, fuerte, rico, soporte de reinos y defensor del pueblo contra el enemigo exterior, se le podían permitir pequeñas excentricidades (comerse el primer capón de la temporada, a lo mejor todos), vistosos privilegios  (permanecer cubierto en presencia del Rey),  incluso alguna barrabasada menor (la leyenda del derecho de pernada).Aquellos hombres de tan bajas miserias se mostraban sin embargo grandes en las más duras batallas.

Siempre hubo quien daba coba, siempre, incluso entre los vasallos, hubo consentidores, jaleadores, pequeños imitadores y palmeros. Nunca hubo documento escrito para sostener aquellos derechos, Julián, no hacía falta, era una realidad de facto, impuesta por la fuerza moral y la admiración que despertaba quien la imponía. Algún exceso llegaba a ser sancionado económicamente por el monarca o el obispo del lugar.Se pagaba la sanción (o no se pagaba) y vámonos que nos vamos. don Hernán, a seguir que para eso es usted descendiente de la pata de "El Cid".

Que usted decida torear en duplas (un "mano a mano" es otra cosa) en lugar de ternas, es un privilegio de figurón. Que imponga o consienta el ganado con el trapío que usted considera oportuno, es un derecho abusivo. Que salga dos veces a hombros de dos plazas como Huelva y Sanlucar de manera ilegal y a sabiendas de ello, menospreciando la autoridad, no es de recibo, no le hace falta y no aporta nada a un curriculum como el suyo, de los más significados de la historia del toreo.

Que estos privilegios, presuntos derechos y violaciones flagrantes del reglamento, se amparen, por parte de algún palmero pseudoprofesional, en que usted es el mejor torero de la historia, él que ha emocionado al pueblo en esa tarde, en que es él que tiene más cojones, en que es el que ha metido la gente en la plaza pasando por taquilla, en que es "El Juli" él que más y mejor defiende la fiesta..., provoca un paralelismo evidente con los argumentos que se daban para amparar las prácticas abusivas de los señores feudales.

Para acabar con aquellos feudales privilegios injustos hizo falta una revolución. Julián, recuerde que los mismos que vitoreaban al Rey Sol, lo llevaron a la guillotina. A usted no le hace falta esa forma banal e injusta de reafirmarse, ni esta es la manera de defender la fiesta brava que todos amamos, ni honra la leyenda que usted protagoniza desde hace lustros.


Lejos de leguleyismos, de cogérnosla con papel de fumar,  desde el respeto, desde la admiración, desde la credibilidad, recapacite: Su grandeza no entiende de ventajas, no ha sido usted nunca torero de tomar atajos, de servirse de miserias para ser el más grande.... Admirado Julián, "El Juli" no se merece pequeñeces    

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